Pareciera que nuestra realidad es muy lejana a las descripciones que encontramos en las crónicas hechas por conquistadores y frailes que llegaron al valle de México. Leemos obras que remiten a este suceso histórico y podemos pensar que es utópico todo lo que ahí dicen, pues olvidamos lo que algún día hubo debajo de las calles que ahora pisamos, tocamos o vemos. Aún más, desdeñamos o inadvertimos el significado que le daban los indígenas a la naturaleza que nos rodea.
A esto que a veces ignoramos remite Alfonso Reyes, escritor mexicano con una amplia obra, entre la que destacan ensayos, epístolas, poemas y teatro. Además de su labor literaria, ejerció una carrera diplomática en países como Argentina, Brasil y Francia.
‘Visión de Anáhuac’ es una de las obras más representativas de este autor. Esta ha incitado a sus estudiosos a cuestionarse su propia definición, pues para unos transita por la historia y para otros por la literatura. Además, ha desencadenado muchos análisis sobre la misma y, sobre todo, constantes reediciones. Dando cuenta así de su vigencia y actualidad entre la crítica y los lectores.
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Pensaríamos que es fortuita la elección del género en que Reyes decidió plasmar su visión, pero no es así. Para este autor, el ensayo era el centauro de los géneros: “donde hay de todo y cabe todo, propio hijo caprichoso de una cultura que no puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva abierta, al proceso en marcha, al «Etcétera» cantado ya por un poeta contemporáneo preocupado de filosofía”. De esta forma, el ensayo, por su propia tradición y por su estructura, resultó la forma perfecta para escribir una de sus obras más leídas y estudiadas. Esto se debe a que la apertura del género le permitió realizar un ejercicio de argumentación y convencimiento, pero también uno poético, que estimula a la imaginación del lector. No hay que olvidar que también fue el género predilecto de sus contemporáneos –Pedro Henríquez Ureña, José Carlos Mariátegui, Antonio Caso, José Vasconcelos– quienes, al igual que Reyes, se vieron influenciados por la tradición de sus antecesores y buscaban construir una identidad americana.
En este sentido, construir una identidad americana resultó para Reyes reconocer que hubo una síntesis de culturas: europea e indígena. Por tanto, en ‘Visión de Anáhuac’ ofrece una división tripartita de visiones: la de los mestizos -como el propio Alfonso Reyes-, la de los conquistadores y la de los indígenas. Así, el ensayo inicia con el epígrafe “Viajero: has llegado a la región mas transparente del aire”, atribuido erróneamente al viajero Alexander von Humboldt, que le permite al ensayista hacer una invitación a todos los lectores para que se conviertan en los viajeros que conformarán su propia visión e identidad, mediante la andanza y lectura de diferentes perspectivas sobre el paisaje de Anáhuac.
Hay que resaltar que la argumentación de este ensayo parte también del uso de fuentes que le dan validez a lo que se está describiendo. El texto comienza con la visión del propio ensayista, quien parte de estampas y lecturas para mostrar su perspectiva de este valle. En esta destacan el asombro por la abundancia de agua y vegetación, pero también la preocupación de lo que el propio hombre le hará con el tiempo. Por otra parte, fuentes historiográficas, como lo son las cartas y crónicas de conquista, son las que muestran la visión de los peninsulares, quienes con azoro resaltan la riqueza y extravagancia de la flora y fauna, así como de la arquitectura de los templos de la región recién descubierta y desconocida para ellos. Finalmente, y recurriendo a este mismo principio de autoridad, en la visión de los indígenas no es raro que se nombre al poeta Netzahualcóyotl. Sin embargo, la legitimización de esta no sólo recae en él, sino también en la propia sabiduría náhuatl, pues retoma el cantar Ninoyolnonotza, que pertenece a esta tradición. Mediante este poema es que conocemos la cosmovisión de los habitantes de esta tierra. Así, nos damos cuenta de que la naturaleza era uno de los ejes de su cultura.
A lo largo de la lectura de este texto, podemos notar la maestría con la que el autor presenta estas visiones, pues conforman un proceso, al igual que el ensayo. Es decir, construye un continuo de perspectivas o aristas de la región de Anáhuac, las cuales no se cierran porque también el lector va formando la suya, pero que sí se unen bajo una misma tradición: la indígena.
La tradición ensayística se remonta al siglo XVI, tiempo en el que se efectuó el descubrimiento de otro continente y forma de ver al mundo. Así como es el momento en que teóricos consideran que se dio el paso de un tiempo cíclico y antiguo a uno abierto y moderno.