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Mes del Orgullo 2021: algunos desafíos

Hace una semana la afición del fútbol enloqueció porque la FIFA sancionó a la Federación Mexicana con una multa y los próximos dos juegos sin público, pues los fanáticos mexicanos continúan gritando puto al equipo contrario cuando realiza saques. Y bueno, un año pandémico se vislumbraba como la oportunidad perfecta para cuestionarnos nuestras actitudes violentas, desaprender prácticas machistas y misóginas y un larguísimo etcétera, así que sorprendió que hombres heterosexuales salieran a defender el grito homofóbico y señalar que tiene diversas acepciones y para este caso específico, hace referencia a cobarde y no a ninguna orientación sexual.

Convendría a los nuevos expertos de la lengua que recuerden que históricamente la cobardía, la poca hombría y lo femenino se asociaron a los homosexuales (ni remotamente son características que la cisheterosexualidad tenga en alta estima) y que por más que intenten justificar su costumbre —18 años y contando— sigue y seguirá cargada de odio, violencia, homofobia e incluso misoginia. Pero un año es mucho tiempo y ya que los cambios sociales son lentos, quizá el avance legislativo en materia de reconocimiento de derechos para las poblaciones LGBTTTIQA fue más rápido: 365 días son más que suficientes para aprobar la ley de las infancias trans o prohibir las terapias de conversión en todo el país, ¿cierto?

Ser LGBTTTTIQA+ en México, o de sobrevivir dos pandemias

En México la situación para la comunidad LGBT+ no luce mejor que el año anterior, pero una vez más la sexodiversidad se está organizando en aras de que se le reconozcan todos los derechos. Parece que la pandemia permitió a las personas pensar en nuevas formas de organización o que la proliferación de artículos sobre la historia del Movimiento LGBTTTIQA+ en México —en plumas destacas como las de Antonio Bertrán y Martín H. González — motivo a las nuevas generaciones de activistas y se dieron cuenta que quizá la única demanda común del movimiento que impera en el 2021 es el matrimonio igualitario.

De hecho, después de las elecciones intermedias de este año, parece que a los legisladores les interesó otra vez el tema. El martes 15 de junio con 23 votos a favor y 17 abstenciones se aprobó el matrimonio igualitario en Sinaloa y un día después con 17 votos a favor, cuatro en contra y una abstención se hizo lo propio en Baja California. Por supuesto que el logro no puede ser atribuido a ningún ente político sino a la sociedad civil organizado de dichas localidades que lleva años luchando para que se le reconozcan los mismos derechos que a las personas heterosexuales.

Pero ¿qué pasa con las personas que no quieren casarse?  ¿O en algún momento se piensa avanzar en materia de protección de la comunidad LGBT+ que es más propensa a sufrir violencia y a experimentar precariedad económica? Ahora que el confinamiento se encuentra en pausa —que no por ello los contagios, por la variante delta del coronavirus— es cada vez más común escuchar posturas que coquetean con la extrema derecha y el nacionalismo más recalcitrante y por supuesto que la heterodisidencia es uno de los blancos favoritos: desde que el virus es un castigo de un ser divino porque ya somos Sodoma y Gomorra o que la heterodisidencia debería de acceder a la vacuna hasta el final porque ellos no tienen hijos y, por ende, presión para reactivar sus actividades económicas.

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Y si bien los discursos de odio no son algo nuevo, sabemos que son detonantes importantes para cometer crímenes contra la sexodiversidad. De acuerdo con el informe de Letra S La otra pademia. Muertes vioelntas LGBTI+ en México, 2020, se asesinaron a 79 personas parte de la heterodisidencia y si bien en comparación con los datos del 2019 —el año más violento para la comunidad LGBT+— parece que la violencia está disminuyendo, en realidad las personas no heterosexuales además de soportar la pandemia causada por la Covid-19 también enfrentan la pandemia del odio.

Sin embargo, es necesario hacer varias puntualizaciones, pues cada comunidad enfrenta sus propios desafíos. A las lesbianas, al igual que al resto de las mujeres en México, les va muy mal en materia de acceso a la justicia. Una investigación de Corriente Alterna señala que los lesbofeminicidos —y los transfeminicidios— prácticamente nunca se castigan o aclaran y en un país en el que matan de 10 a 11 mujeres por día, la situación es aterradora: ¿cuántas mujeres trans y lesbianas fueron víctimas de un crimen de odio y sus muertes van a quedar impunes con pretextos tan viles como el no contar con personal para realizar la investigación?

A la terrible situación anterior se tiene que sumar la muerte simbólica. El asesinato de mujeres lesbianas se realiza frente a su parejas —a quienes se le está enviando un mensaje— y los cuerpos de las víctimas, usualmente encontrados en basureros, presentan signos de violencia sexual y son expuestos con mutilaciones. Y es que parece que en pleno siglo XXI algunos hombres son incapaces de comprender que las corporalidades ajenas no son para su consumo y después de “reafirmar su dominio” sobre las mujeres parte de la sexodiversidad, las asesinan para que así las demás “aprendan”. Urge que se comiencen a investigar estos crímenes de odio y apostar por la educación de las generaciones más jóvenes para resolver esta violencia de raíz.

Fuente: nomada.gt

Ahora, de toda la sexodiversidad, las mujeres trans continúan siendo el grupo más vulnerado. El informe de Letra S reporta que la mitad de los asesinatos cometidos contra la heterodisidencia en 2020 fueron cometidos contra ellas. De hecho México mantiene el segundo lugar en crímenes de odio contra personas trans en América Latina —sólo detrás de Brasil, que se mantuvo en primer lugar— y que el asesinato de María Elizabeth Montaño siga impune y que además se sumen casos como el de la activista Mireya Rodríguez Lemus —asesinada el 02 de septiembre de 2020 en Aquiles Serán, Chihuahua; su cuerpo presentaba huella de violencia—, de Leslie Rocha —asesinada el 05 de septiembre de 2020 en Ciudad Juárez, su cuerpo presentaba signos de violencia— y de Ale Zayas —asesinada en diciembre de 2020, en Puebla; amarrada de manos y pies y apuñalada en el baño de un hotel— nos demuestra que el problema esta lejos de terminar.

Los gays, por su parte, eran el segundo bloque más discriminado en la Ciudad de México durante 2017, de acuerdo con el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED). Por ello, crímenes como el que se cometió el 05 de junio en Cancún, Quintana Roo —un joven gay reveló en una fiesta que era seropositivo y los asistentes decidieron torturarlo, asesinarlo y después quemarlo, pues presuntamente uno de ellos habría tenido relaciones sexuales con él— no pueden repetirse, especialmente dentro de la sexodiversidad.

Si bien no soy especialista en el tema y me tardé años en deshacerme de los estigmas y la desinformación que existen alrededor del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) me sorprendió ver los comentarios en esa noticia: desde que se lo merecía hasta que de todas formas se iba a morir. No saber sobre el tema no es un delito, pero siempre se puede aprender y el trabajo que están realizando organizaciones de la sociedad civil como VIHve libre frente al desabasto de antirretrovirales es simplemente inspirador.

Y, aunque el tema no sólo debería importar a la sexodiversidad —parece que todavía muchas personas no superan la idea del cáncer rosa/gay— parece que el tema va a recaer aquí. Francisco “N” fue detenido bajo la figura de delito de contagio: el hombre no le había dicho a su pareja que vivía con VIH y está se enteró al verlo tomar sus antirretrovirales y decidió proceder legalmente. Una vez más, lxs activistas parte de la sexodiversidad se movilizaron para pedir la liberación del acusado, señalando que se estaba criminalizando a una persona por motivos de salud. Y lo que más sorprendió fue que el grueso de la comunidad heterosexual no sabía que una persona que vive con VIH y toma la medicación adecuada puede alcanzar una carga viral indetectable, lo que se traduce en la no transmisión del virus (¿ven como la educación sexual importa?). Sin duda queda mucho por hacer dentro y fuera de la comunidad por este tema.

Por otra parte, la comunidad bisexual sigue enfrentando la misma presión que narrábamos en este espacio hace un año , pues esta orientación sexual todavía no es comprendida en México. De acuerdo con Eusebio Rubio —director de la Asociación Mexicana para la Salud Sexual— “los bisexuales se sienten presionados socialmente para definir su atracción solamente hacia hombres o mujeres”. Y en caso de que salgan con una persona del sexo opuesto, el universo heterosexual los niega como bisexuales y los incorpora de forma simbólica a sus filas. A lo anterior se suman los cuestionamientos al interior de la sexodiversidad, y todo lo anterior termina afectando la consolidación de una identidad bisexual.

Respecto a las personas intersexuales, queer/cuir y asexuales en México permanecen invisibilizadas. Sin embargo, esta condición es peligrosa, pues más allá de no saber que dificultades particulares enfrentan, también les vuelve víctimas más fáciles de la violencia. Por ejemplo, de acuerdo con información de la Universidad de Guadalajara 7 de cada 10 personas LGBT+ perdió su empleo por la pandemia y sólo el 10% de lxs afectados recibió apoyo gubernamental.

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Lo anterior obligó a que más de una persona parte de la sexodiversidad tuviera que salir a trabajar durante la pandemia y que un número, aún desconocido, de gente LGBT+ regresara al hogar familiar. Y si bien iniciábamos este texto señalando que los crímenes de odio disminuyeron por el confinamiento, la violencia en contra de la heterodisidencia no lo hizo. De acuerdo con Tiago Ventura Cárdenas —presidente de Sinaloa Incluyente A.C.— el confinamiento puso en una situación vulnerable a las personas no heterosexuales, pues tenían que pasar más tiempo cerca de sus agresores —vecinos y miembros de su familia— y que la poca sensibilización en la materia de parte de las instituciones ocasionó que al menos 15 denuncias no fueran atendidas debidamente.  Y si tomamos en consideración que los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG), popularmente conocidos y mal llamados terapias de conversión, no están prohibidos en todo el país, la situación luce difícil para la juventud LGBTTTIQA+.

Para cerrar, de acuerdo con Letra S, en los últimos cinco años (2015-2020) la cifra acumulada de muertes violentas de personas LGBTI+ suma, al menos 459 víctimas. Sin embargo, el mismo ente señala que esa cifra debería multiplicarse por 2.3, debido a los crímenes de odio que no se reportan como tal —ya sea porque la persona no se declaró nunca parte de la sexodiversidad para preservar la vida o porque el asesinato no se reportó en medios de comunicación— y el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra personas LGBT señala que existen tres asesinatos invisibilizados por cada uno de los registrados.

Frente al desamparo: resistencia y unidad. Lo radical es la empatía

Las reflexiones finales llevan como título el lema de la XLIII Marcha del Orgullo LGBT de la Ciudad de México, que por segundo año consecutivo será virtual y se transmitirá por el canal de YouTube oficial, así como en plataformas de otras instituciones y personas que se sumaron a la reivindicación de los derechos de la sexodiversidad. Por supuesto, también otras partas de la sociedad civil se organizaron y convocaron a una marcha presencial el 26 de junio de 2021 a las 11:00 en el Ángel de la Independencia. Esta no es la primera ocasión en que suceden varios eventos que buscan visibilizar las dificultades que enfrenta alguna comunidad de la sexodiversidad.

El 19 de junio de 2021 se celebró en la Ciudad de México la Marcha Lencha, espacio que reivindica y visibiliza la lucha de mujeres bisexuales, lesbianas, trans así como de personas no binarias y de género fluido que además se reapropia de una palabra que fue usada despectivamente en su contra —lencha— y entre manifestación y colectiva lxs asistentes comparten las diferentes experiencias que han enfrentado. Por supuesto, la policía de las buenas costumbres y el status quo señaló que no era la primera Marcha Lencha en la CDMX (así se promocionó en redes sociales y existió una confusión pues el nombre del espacio es Marcha Lencha), que sólo generaban división en el movimiento LGBT+ mexicano (¿de verdad sólo hay un movimiento?) y un larguísimo etcétera.

La situación escaló y hubo un par de intercambios poco cordiales entre las promotoras de la Marcha Lencha y algunos hombres homosexuales. Y es que es necesario reconocer que aunque la sexodiversidad tiene un enemigo en común —el orden cisheteropatriarcal— los desafíos que enfrentan son diferentes y no tiene nada de malo querer visibilizar un punto o llamar la atención sobre situaciones que para determinada población es urgente. Sin embargo, siempre hay que recordar que más allá de cualquier diferencia que exista entre nosotrxs, son más las cosas que nos unen que las que nos separan.

Y por ello, en todos los frentes se tiene que prestar atención a las corporaciones que se suman a la listad de patrocinadores y aliados del movimiento, pues el capitalismo rosa está a la orden del día: al momento de escribir estas líneas se hizo público que en Estados Unidos más de una empresa que dona dinero al Movimiento del Orgullo y se declara aliada —con todo y logo arcoíris incluido— también aporta dinero a las campañas de políticos que son abiertamente antilgbtfóbicos.

En México, encontramos que Uber quería estar hasta el frente de la marcha en las últimas ediciones presenciales, pero no hubo mes este año que una parte de la sexodiversidad no acusara a la empresa de discriminación y violencia: desde conductores que negaron el servicio, pasando por robos y hasta golpes, parece que a este aliado, al igual que miles alrededor del mundo, sólo le interesa quedar bien con la sexodiversidad por su poder adquisitivo y cree que con teñir las rutas de arcoíris ya es suficiente.

La nueva (a)normalidad es ideal para revisar que cosas se pueden mejorar al interior del movimiento, pensar en formas de construir una agenda común, recordar la importancia de apoyarnos entre nosotrxs —especialmente por las crisis que se vienen— y cuidar que la lucha no termine de rehén de intereses privado-corporativos ni como botín político. La resistencia y la unidad, al igual que la empatía se presentan como las verdaderas opciones radicales ante tanto despojo: empecemos a levantarnxs y respaldarnxs.