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La salud es un estilo de vida, y en México, ya era pésimo desde antes del Coronavirus

El 2020 se resumirá en el futuro como el año en el que la pandemia causada por SARS-CoV-2 (agente responsable del coronavirus), e incluso el grueso de los medios de comunicación se han volcado a reportar y analizar las implicaciones que esta epidemia tendrá en el futuro. Por nuestra parte, uno de los casos  que abordamos, después de recomendar una  serie de productos culturales que se podían disfrutar durante la cuarentena, fue el del arte.

Y es que no es para menos, la coyuntura actual permite apreciar no sólo las aristas y desafíos de la producción científica, sino también dinámicas y reacciones sociales de larga data. Por ejemplo, las fake news alrededor del agente infeccioso causante del coronavirus proliferaron de forma alarmante,  y  lo que más llamó la atención de los estudiosos del proceso comunicativo, fue el intento de estas noticias falsas por implantar una posverdad que beneficia a unos cuantos.

Reconozco que ya no teníamos en mente producir otro texto sobre el tema, pero  las voces que señalan a la actual pandemia como una “plandemia” —plan ejecutado por parte de las élites globales para instaurar un Nuevo Orden Mundial—, sumado a elecciones de palabras cuestionables —no exactamente por los Municipios de la Esperanza, sino por lo que sea que signifique la Nueva Normalidad—, así como las críticas que están recibiendo organismos internacionales en materia de salud, hacen necesario que discutamos lo que esperamos sea el colofón de la producción de Crea Cuervos en la materia. En esta primer aparte conceptualizaremos la salud, haremos un repaso de su estado en México antes del coronavirus, veremos el abordaje del tema desde los principales organismos internacionales y cerraremos con un esbozo de los impactos de la globalización en el área.


La salud en México antes del coronavirus

Aunque en ocasiones se olvide, es necesario recordar que incluso si se vive en una pequeña localidad, esta se encuentra en el interior de una demarcación territorial conocida como Estado nación, unidad básica del sistema internacional. Para aquellos que piensan que lo anterior no tiene absolutamente nada que ver con el colapso de su clínica de salud más cercana o la falta de acceso a los insumos médicos que necesita el personal médico, basta recordarles que el agente infeccioso logró expandirse desde Wuhan, República Popular de China a prácticamente todo el mundo, gracias a la interconexión mundial —más allá del comercio internacional, están los transportes y las comunicaciones internacionales—, que han reafirmado la idea de la supresión de la distancia, propuesta Heidegger.

Ahora bien, antes de entrar de lleno en la materia, es momento de recordar qué es la salud, pues esto va a aclarar varias cuestiones que se vienen denunciando respecto a su concepción como mercancía. De acuerdo con el Preámbulo de la Constitución de la Organización de la Salud (OMS) —a la que volveremos más adelante—, adoptada en la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York, Estados Unidos (EE.UU.) el 22 de julio de 1946:  <<La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades>>.

La definición anterior es, por decir lo menos, interesante. A diferencia de la creencia común de que la salud es simplemente la ausencia de enfermedad, esta es una visión holística de la salud en donde se incluyen también la salud mental y la salud social. Así, idealmente, una persona sana sería aquella que no sólo tiene bienestar físico, sino una que se encuentran en un entorno saludable y cuya salud mental se encuentra en perfecto estado. Aterricemos lo anterior para el caso mexicano en el contexto de preemergencia sanitaria.

El acceso al agua potable en el país es desigual, de hecho, para 2019 se reportó que al menos  10% de los mexicanos no tenían acceso a este recurso), y si bien el porcentaje parece pequeño, esto quiere decir que entre 12.5 y 15 millones de personas no tienen acceso a lo que se pelea se reconozca como derecho humano. Lo anterior por supuesto, también trae consigo problemas de higiene. A la ecuación anterior sumemos los interés privados corporativos. Para el caso específico de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Coca Cola explota los mantos de agua, el gobierno no brinda agua potable a los ciudadanos y estos, para mitigar su sed, recurren al refresco, que no sólo es accesible, sino que brinda sensación de saciedad. El resultado: entre 2013 y 2016 la diabetes aumentó en la entidad federativa un 300%.

Fuente: alertachiapas.com

Tampoco es que tengamos que centrarnos en las comunidades marginadas/periféricas para encontrar problemas de salud. Es bien conocido para aquellos que laboran en el sector formal que en este país se trabaja por “horas nalga”, es decir, entre más tiempo pase una persona en su sitio de trabajo se le considera más eficiente. Sin embargo, la realidad es completamente diferente: de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los mexicanos trabajamos 43 horas a la semana —2, 225 horas por año—, pero nuestra productividad es de 20 sobre 100; somos los peores evaluados y los que más trabajamos.

La pregunta surge, ¿esto que tiene que ver con la salud? Bueno, pues que a este estilo de vida sedentario, y no es que quedé mucho tiempo para nada más después de estar ocho horas en una oficina, no se están contemplando los largos traslados y ritmos desenfrenados de las grandes ciudades, donde se acumula una parte importante del empleo formal. Así, a nadie resulta extraño que sean los menos los que tienen oportunidad de preparar sus alimentos y la mayoría termina ingiriendo comida chatarra porque es rápida y se encuentra prácticamente en todas partes.

Fuente: politica.expansion.mx

Ahora bien, en México y en otros países del mundo, esta pandemia terminará por revelar la torpeza de la clase dirigente, la lentitud de la burocracia y la relación existente entre los poderes formales (instituciones y funcionarios gubernamentales claramente identificables) y su relación con los poderes fácticos (grupos empresariales, grupos de presión…), pero lo cierto es que antes de la llegada del coronavirus, la situación era mala. De acuerdo con información proporcionada por el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, la actual administración heredó 430 hospitales abandonados.

Esta falta de centros de salud, a la que se suman los recortes al sector son un escenario complicado, que acaba prácticamente paralizándose porque el coronavirus se suma a dos epidemias en México que le ayudan a ser más letal:  96 millones de personas en territorio nacional viven con sobrepeso u obesidad y 8.6 millones de individuos mayores de 20 años padecen diabetes. Lo anterior, por supuesto, no es en aras de eximir de responsabilidades en la materia, sino poner de manifiesto que la salud es una cuestión multifactorial mucho más compleja de lo que parece. Ahora la siguiente cuestión es averiguar a quien corresponde garantizar su disfrute: ¿al Estado?, ¿a particulares? Ampliemos un poco la imagen para encontrar la respuesta.


La salud y los organismos internacionales

La OMS se ha convertido en el chivo expiatorio favorito de los líderes ineptos —Donald Trump suspendió la financiación de la Unión Americana hacia el organismo por considerar que la gestión de la pandemia fue mala, al confiar en los falsos datos de la República Popular China en lugar de ir a supervisar el brote de la enfermedad— y de los creyentes de las teorías de la conspiración —que lo único que hacen es propagar miedo y minar la confianza en el ya de por si defenestrado organismo—, lo que resulta peligroso en la coyuntura actual.

Si bien no es el órgano en la materia más antiguo —el honor le corresponde a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), creada el 2 de diciembre de 1902—, la OMS si es el principal ente y, por ende, autoridad en la materia, aunque no por eso su historia este exenta de controversia, cuestión que abordaremos a profundidad la siguiente semana. Lo que en esta ocasión nos ocupa es la percepción de la salud desde este órgano de Naciones Unidas (NNUU).

La OMS concibe a la salud como un derecho, vinculado estrechamente con otros derechos humanos: alimentación, vivienda, trabajo, educación, no discriminación y acceso a la información y la participación (¿te acuerdas del ejemplo de la sección anterior?). Además, el mismo ente propone que la salud se brinde desde un enfoque de derechos humanos, donde primen la no discriminación (nada más basta recordar los desafíos que enfrenta la comunidad trans en el país para acceder a esta) y la accesibilidad (que los establecimientos, bienes y servicios de salud sean accesibles a todos basado en cuatro presupuestos: aceptabilidad, calidad, rendición de cuentas y universalidad).

De hecho, como se puede apreciar en la infografía anterior, el gasto en salud fue bastante para el 2016 —último año reportado por la OMS—, pues a diferencia de los 222 dólares por personas que se destino al presupuesto militar para ese año, para la cartera en salud el presupuesto es de  1, 000 dólares por persona. Empero, las cifras anteriores deben tomarse con cuidado, no debe creerse que en realidad todos disfrutamos de la salud por el igual.

Aunque el trabajo de la Organización Mundial de la Salud es admirable, tanto el ente como las Naciones Unida están conscientes de la existencia de inequidades sanitarias, entendidas como <<las desigualdades evitables en materia de salud entre grupos de población de un mismo país, o entre países. Esas inequidades son el resultado de desigualdades en el seno de las sociedades y entre las sociedades. Las condiciones sociales y económica, y sus efectos en la vida de la población, determinan el riesgo de enfermar y las medidas que se adoptan para evitar que la población enferme, o para tratarla>>.

Así, lo anterior para el caso mexicano, implica que la respuesta al coronavirus en el país será diferente en San Cristóbal de las Casas, en donde de acuerdo con la Sección Amarilla existen menos de 20 hospitales, que para la Ciudad de México, en donde no sólo existen más sanatorios, sino que se adaptaron más espacios para recibir a pacientes con coronavirus, mientras la comunidad chiapaneca sigue sin agua, dificultando el lavado de manos. En cuestión de inequidades a nivel internacional, la más popular es la esperanza de vida, en el país es de 75.1 años y aunque se estima que las mujeres alcancen para 2030 los 79.6 años, la esperanza de vida de las mujeres japonesas es de 86 años. Por eso, ante estos desafíos es que se propugna desde los organismos internacionales en la materia, la instauración de la diplomacia de la salud, tema que revisaremos en la segunda parte de este escrito.


Los impactos de la globalización en la salud

Para cerrar la primera entrega de este artículo, es necesario señalar que si ya de por si garantizar la salud es una cuestión complicada, la cuestión vino a complejizarse más con el advenimiento de la globalización. Si bien se cree que este proceso es reciente,  Kelley Lee, académica cuyos trabajos se han centrado en los impactos de la globalización en la salud, identifica esta tendencia desde los primeros asentamientos humanos hasta la actualidad.

En su obra, Globalization and Health (2003), señala que la exploración europea en América trajo consigo animales, insectos y criaturas microscópicas desconocidas en el “nuevo” continente. Así, la población de americanos se vio drásticamente disminuida por disentería amebiana, varicela, difteria rubéola, influenza, sarampión, paperas, escarlatinas, viruela, tracoma, tifoidea, fiebre, tos ferina y, por supuesto, la peste. Los primeros pobladores americanos no tenían ninguna defensa contra estas enfermedades y se vieron gravemente afectados.

Fueente: mxcity.com

Con lo anterior podemos señalar que la existencia de un agente infeccioso propagándose por el mundo no es algo novedoso. Pero ¿cuáles son las implicaciones? ¿El ser humano, a través de los organismos internacionales podrá hacer algo para disminuir las probabilidades o los impactos de futuras pandemias? No olvides leernos la próxima semana para responder estas interrogantes.