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‘Sin señas particulares’, la historia del México que duele

‘Sin señas particulares’, película ganadora a varios premios, uno de ellos a mejor largometraje mexicano en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia. La dirección estuvo a cargo de Fernanda Valadez, el guion fue escrito por Valadez y Astrid Rondero. Nos cuentan una historia desgarradora: Magdalena (Mercedes Hernández), una madre en busca de su hijo, Jesús, (Juan Varela) quien decide emigrar a Estados Unidos en busca de una mejor vida, parte junto con un amigo. Al cabo de dos meses sus madres siguen sin saber el paradero de ninguno de los dos, por ello comienzan a investigar qué pasó con ellos, acuden al ministerio público y a través de la carpeta de investigaciones con imágenes de cuerpos desmembrados o torturados que mandan los federales, una de las mujeres reconoce a su hijo, en su rostro está presente el dolor que traspasa la ficción, aunque con ello se obliga Magdalena —tras no ver fotos de Jesús — a preguntarse qué pasó con su hijo. La incertidumbre de saber si está vivo o muerto invade los pensamientos de Magdalena y también del espectador.

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El último dato que tiene de él es que tomó un autobús para llegar a la frontera, es así que viaja al norte del país para obtener una respuesta. En el trayecto va descubriendo que los motivos de la desaparición esconden problemas graves. Magdalena se cruza con dos personajes, uno de ellos de forma breve: una mujer que recibe la noticia de que el cuerpo de su hijo fue encontrado, aunque es irreconocible. En el encuentro, la mujer le ayuda a entender los procesos legales de los desaparecidos y el otro personaje, Miguel (David Illescas), un joven que es deportado a México después de haber pasado los últimos 5 años en Estados Unidos.

Es justo cerca del pueblo donde vivía Miguel, el lugar que parece otorgarle a Magdalena una pista sobre lo que pasó con su hijo el día que desapareció, por lo cual entre ellos nace una conexión de madre e hijo que buscan, se reconocen al saber de sus historias. Al llegar a la casa de Miguel, encuentran un hogar vacío, misterioso, un pueblo fantasma. De inmediato prevé lo que pudo haber pasado con su madre y se lamenta no haber sido más atento con ella mientras estuvo en Estados Unidos.

Es casi imposible no recordar que, en La libertad del diablo de Everardo González, documental que gira a través de entrevistas tanto a las víctimas como victimarios del crimen organizado. En específico, en el discurso de un joven enmascarado que cuenta su historia como verdugo; él habla acerca de no tener elección al ejecutar, órdenes son órdenes, dice. Los que más sufren son los niños. Queda plasmada la imagen de individuos que son movidos como piezas de ajedrez, atrapados en una red, y son aquellas palabras que caen como ladrillos en la cabeza en uno de los actos finales de sin señas particulares.

La fotografía es hermosa por decir lo menos, en momentos pareciera que resulta hasta poética al mostrarnos la naturaleza en los árboles, las montañas, el lago, la tierra, como si fuese un respiro ante escenas que por el contrario nos horrorizan, no por lo que visualmente nos muestran, sino por lo que significan, por lo que hay detrás, por lo que vemos en noticias, en nuestras ciudades, en nuestros vecindarios. Alguna vez en una entrevista a Marcela Arteaga por El guardián de la memoria —otro de los grandes documentales de lo que ha venido sucediendo en el país— le hicieron la siguiente pregunta: ¿No crees que ya hay demasiadas películas sobre la violencia en México? y ella responde que no, porque como bien dijo, tienen que haber todas las que sean necesarias hasta que algo cambie, hasta que algo se mueva en este país.

En México cada día se actualiza la base de datos del RNPDNO (Registro Nacional de datos de personas extraviadas o desaparecidas) en este año que está por culminar los casos de desapariciones en México van en aumento. El 2019  ha sido uno de los últimos años con más desapariciones, (para consultar la  versión pública del RNPDNO, aquí.) Son historias como esta las que nos recuerdan que no son sólo estadísticas, sino nombres, rostros, vidas. Sin señas particulares es una de las películas mexicanas más logradas que pudimos ver en este caótico año y a la que de seguro le esperan más estrenos y reconocimientos, por supuesto, de la que seguiremos hablando.