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La embajada rusa en México, el lugar donde se pensó en planes y operaciones secretas

A unas cuadras del metro Juanacatlán, en la colonia Tacubaya, en la Ciudad de México, se encuentra una gran casona de aspecto neocolonial, la cual funciona como la sede de la misión diplomática de Rusia en México. Escondida tras una gran verja de acero, y eclipsada frente al ruido y caos del pesado tráfico vial del Circuito Interior que pasa frente a esta, la embajada del país eurasiático tiende a pasar muy desapercibida y pocos llegan a notar su presencia.

A pesar de su aparente irrelevancia, este lugar ha sido partícipe o se ha visto envuelto en diversos acontecimientos históricos tanto de México como de Rusia. Sin llamar mucho la atención, y fuertemente custodiada por guardias, este edificio guarda varias historias y anécdotas no sabidas por muchos durante mucho tiempo.

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Historia del edificio

Para empezar, resulta bastante inusual que una embajada extranjera se ubique en una colonia de estatus «popular» en la Ciudad de México. La mayoría de estas se encuentran en colonias más «de élite» como Polanco y Lomas de Chapultepec. Sin embargo, hay una interesante explicación para ello. Acorde al artículo sobre el tema del sitio web Local.mx, los orígenes de la gran casona que alberga a la embajada datan desde el siglo XVIII, siendo construida como parte una gran hacienda propiedad de los Condes de Miravalle, la cual fue siendo habitada por diversos herederos de estos hasta inicios del siglo XIX, cuando fue vendida. Sus nuevos dueños fueron Dolores Rubín Escandón y el arquitecto y futbolista Jorge Gómez de Parada, el cual se encargó de derribar la antigua construcción y construir la casona actual, de estilo colonial e inglés.

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Foto: Alejandra Carbajal / timeoutmexico.mx

Para 1922, la gran casona quedó abandonada por sus dueños, mientras que a su vez, la ciudad comenzaba a expandirse, y los alrededores comenzaban a poblarse. Para aprovechar el edificio, sus dueños desde el extranjero se la rentaron al gobierno de Brasil para que funcionara como su embajada por algunos años, pero después volvió a desocuparse. Así duró la propiedad en el abandono varios años hasta que en 1942, fue adquirida de forma discreta por representantes del gobierno de la Unión Soviética para funcionar como su primera embajada en el continente americano.


De planes y operaciones secretas

El 20 de agosto de 1940, el político disidente ruso León Trotski fue asesinado en su casa de Coyoacán al sur de la ciudad por el extremista español Ramón Mercader, siguiendo uno de los planes llevados a cabo por el gran dictador soviético Iósif Stalin para eliminar a todos sus enemigos. Mercader fue detenido por las autoridades mexicanas y terminó encarcelado en el palacio negro de Lecumberri, en el centro de la ciudad. Debido a que en Moscú se le consideraba como un héroe, el gobierno soviético comenzó a idear varios planes para liberarlo.

En 1943, un año después de adquirir la vieja casona de Tacubaya, el gobierno soviético instaló su embajada después de poder establecer relaciones con el gobierno mexicano a pesar de que la situación se había tensado un poco entre ambos países por el asesinato de Trotski. No obstante, la URSS tenía dos propósitos principales al establecerse por primera vez en el continente americano. El primero era, como ya se mencionó, liberar a Mercader de prisión, y el segundo era acercarse más y tener mayor alcance a los planes y operaciones de Estados Unidos, principalmente con el conocido Proyecto Manhattan sobre bombas nucleares.

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Foto: Héctor Bialostozky / local.mx

La KGB y los espías en México

El primero de ambos planes (el de liberar a Mercader) terminó fracasando, y este terminó pasando casi 20 años encarcelado en Lecumberri. Sin embargo, la embajada de la Ciudad de México logró funcionar como un centro de operaciones de espías soviéticos y miembros tanto de la NKVD como posteriormente de la KGB. Ahí llegaban y salían varios agentes encubiertos y militares rusos que a veces lograban infiltrarse a Estados Unidos para así espiar y robar datos sobre armamento militar y nuclear durante la Guerra Fría. De igual forma, se dice que la embajada también era constantemente vigilada en encubierto por agentes de la CIA y del gobierno norteamericano.

Tras la revolución cubana en 1959, la URSS trasladó muchas de sus actividades secretas en América al país caribeño. Esto en gran parte porque muchas de sus actividades comenzaban a verse comprometidas por un posible espionaje estadounidense y por conflictos con el gobierno de México. Sin embargo, la embajada siguió teniendo una tarea activa en ciertos planes del gobierno soviético. Por ello, los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y de Luis Echeverría tuvieron extrema vigilancia en la embajada, y en varias ocasiones la relación entre ambos países llegó a tensarse bastante.

Muchos de estos acontecimientos de espionaje. llegaron a plasmarse gráficamente en la película estadounidense de 1985 llamada The Falcon and the Snowman, y fueron fuente de diversas conspiraciones sobre lo que sucedía en este lugar. Se dice que incluso se le llegó a dar asilo en 1963 a Harvey Lee Oswald, conocido por asesinar al en ese entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy.


Después de la guerra

Tras el fin de la Guerra Fría, las operaciones secretas de la embajada cesaron por completo, y en diciembre de 1991, cuando se disuelve la URSS como nación, todos los diplomáticos abandonaron el edificio para regresar a Moscú. A partir de esto, la Federación Rusa, como país heredero del régimen soviético, ocupó el mismo edificio que sus predecesores en cuanto México estableció relaciones con su gobierno. A partir de ello, la embajada rusa no ha hecho más que representar políticamente a su país, así como establecer acciones de difusión y promoción de la cultura rusa en México, y darle asistencia a los rusos que viven y visitan nuestro país.

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Foto: Héctor Bialostozky / local.mx

A pesar de todo, de vez en cuando la embajada sigue siendo un punto un tanto polémico por diversas razones políticas y sociales. Muchos colectivos LGBT+ se han pronunciado afuera de la casona en protesta de las políticas represivas de Vladimir Putin contra los miembros de esta comunidad en Rusia. Así como también ciertos grupos ambientalistas como Greenpeace México, en reclamo de las perforaciones petroleras en el mar Ártico llevadas a cabo por el país.

Así, escondida entre el caos vial y varios árboles altos se logra divisar la fachada de la antigua casa/palacio con una pequeña bandera rusa ondeando en el techo. Que yace oculta y callada como siempre lo ha hecho, pero escondiendo un montón de secretos en su interior.

  • Foto portada: Héctor Bialostozky / local.mx