Se sabía, desde un día antes, que una persona sería fusilada frente a la Casa de los Virreyes. Todos esperaban el momento oportuno para no asustarse con los disparos. Momentos después, varias detonaciones se escucharon. El cuerpo ensangrentado de un hombre cayó sobre la fachada de aquel edificio. De los rifles continuaba saliendo humo. Las vibraciones aún recorrían los cuerpos de los tiradores quienes sólo dejaron ver una pañoleta blanca que se tornó carmín tirada en la tierra.
Don José María Morelos y Pavón murió frente a un pelotón de fusilamiento el 22 de diciembre de 1815 a las tres de la tarde. La orden de muerte fue dada por el general Manuel de la Concha, quien, en San Cristóbal Ecatepec, dejó el cuerpo tendido. El generalísimo, nacido en Valladolid (hoy Morelia), se volvió parte primordial de la historia de Ecatepec, tanto que el 30 de septiembre de 1997, el municipio modificó su nombre a Ecatepec de Morelos por la importancia del caudillo para la región.
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La tradicional misa
Debido a este acontecimiento, cada año, en la Parroquia de San Cristóbal, Ecatepec, se realiza una misa en su honor.
El párroco Francisco Escartín fue quien inició la tradición de honrar la muerte de José María Morelos y Pavón. En 1901 inició esta celebración arraigada en el municipio. Autoridades y sociedad civil se reunían cada año, siempre a las tres de la tarde, para rendirle honores a unos de los personajes más importantes durante el movimiento de independencia. Sin embargo, poco a poco el interés decayó y se perdió la figura del generalísimo.
La pérdida
Entre las décadas de los cincuenta y sesenta, enaltecer la memoria de Morelos no fue algo importante para la gente, mucho menos para las autoridades. Jamás se volvió a celebrar la vida, la muerte o la memoria de este personaje tan ecatepense. La Parroquia Nacional de Morelos quedó en el olvido: sucia, cerrada y sin adornos. En lugar de ser un monumento mortuorio para dar a conocer a este hombre, se convirtió en una reja atada con cadenas y sin acceso para nadie.
El olvido permeó y se mantuvo. El interés de la gente no volvió. Los recuerdos de los antepasados, quienes iniciaron la construcción de la Capilla Nacional de Morelos y la conmemoración anual se perdió. Nada regresó a ser lo que era. La tradición hablada huyó con el viento. Las palabras se perdieron con cada oración que pasaba de boca en boca. Nada volvió a ser lo mismo.
El retorno de la tradición
Muchos años después, en 2016, el Concejo Municipal de Crónica de Ecatepec apareció para revivir la tradición, para rescatar lo hecho por los abuelos y los padres de ellos. Así, desde ese año, la misa, la guardia de honor y los comilones regresaron para San Cristóbal. Lo que se mantuvo fue la indiferencia de las autoridades y la apatía de muchas personas que no recuerdan por qué hay un edificio pequeño al lado de la iglesia y, mucho menos, quién fue Morelos.
De acuerdo con la doctora Angélica Rivero López, cronista de Ecatepec, esta celebración es de cajón, es un llamado a recordar a Don José María Morelos y Pavón. No dejará de hacerse mientras la gente venga. Sin embargo, corre riesgo de que el olvido llegue hasta ella y, como la Capilla, la oscuridad la encierre en su propia tumba oscura, fría y gris para no dejarla salir de nuevo de las cadenas, quizás como lo quisieron desde las décadas cuando se dejó de realizar. Las personas, al parecer, perdonan y olvidan.