Amy Jandrisevits era una trabajadora social de oncología pediátrica y desde niña una coleccionista de muñecas. De un tiempo para acá se dio a la tarea de combinar esas dos actividades: el amor a las muñecas y su pasión por el trabajo social. Así surgió ‘A doll like me’ (‘Una muñeca como yo’).
Amy siempre se ha decepcionado por la falta de diversidad en las muñecas y siguió el consejo de su madre: “si no te gusta … ¡Haz algo al respecto!”
Cuando era trabajadora social, ella pensaba que era muy importante tener muñecas disponibles para los niños para tener algo para abrazar y una muñeca que se parezca a ellos (especialmente cuando no tienen cabello). Su tesis de mi maestría era sobre el poder curativo del juego. En un mundo ideal, la diferencia de extremidades, tipo de cuerpo, condición médica, marcas de nacimiento y diferencias de manos serían tan aceptadas como todas las otras cosas que nos hacen únicos. Hasta entonces, los niños podrían necesitar un poco de entrenamiento adicional por sus necesidades físicas y algo que los ayudaría a sentirse orgullosos de quienes son.
Amy dice que hace las muñecas pues con ellas toca un lugar en los niños que la medicina no puede.
Así comenzó a crear muñecas con albinismo, con prótesis y botones de alimentación; muñecas con marcas de nacimiento y cicatrices; muñecas con cicatrices de quemaduras que coinciden con las de su dueño. Todo lo necesario para que la muñeca se pareciera a su dueña (o).
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Fotos: A doll like me