Cada día que pasa estamos mas cerca de presenciar grandes avances en la tecnología, la cual no se ha detenido y a pasos gigantescos ha revolucionado la manera en como interactuamos.
Hoy en día, es difícil imaginar un presente sin internet o tan siquiera sin un teléfono celular a la mano, lo que nos ha hecho preguntarnos ¿Cómo le hacia la gente antes para sobrevivir sin las facilidades que la tecnología que hoy nos brinda?
Es bien cierto y nadie negará que la tecnología nos ha beneficiado de muchas maneras y ha logrado que en otras ramas como en la ciencia y la medicina se puedan tener resultado en menor tiempo.
Pero a pesar de todas las formas de ayuda que hemos recibido de parte de la tecnología y las sorpresas que nos seguimos llevando por la rapidez en la que se desarrollan, no podemos negar nuestra preocupación ante un posible futuro invadido completamente por la tecnología, lo que hace cuestionarnos ¿Cuál es el limite de la tecnología y que tan beneficioso será para nosotros?
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De manera que no es improbable el pensar un futuro donde existan máquinas antropomorfas bien diseñadas capaces de superar y dejar de lado a el test de Turing, que según nos explica Wikipedia, es una prueba de la habilidad de una máquina de exhibir un comportamiento inteligente similar, o indistinguible, del de un ser humano.
Este tema en cuestión hoy en día ya no solo le concierne a la ciencia ficción ya que ahora lo podemos ver en los avances que se han dado en ciertos programas informáticos como los chatbots que hacen uso de la Inteligencia Artificial para poder simular una conversación con una persona o en algunos teléfonos celulares que son capaces de anticipar soluciones, reconocer imágenes, voces, parámetros o idiomas y procesarlos en forma de datos.
¿Pero qué pasaría si esta inteligencia artificial alcanzara su máximo potencial en un robot humanoide? ¿Nosotros los humanos nos veríamos rebasados no sólo en inteligencia sino en otros aspectos? ¿Podrían los robots alcanzar a desarrollar por ellos mismos sentimientos y emociones? y si fuera sí ¿No serían acreedores de derechos al ser casi humanos?
¿Robot o humano?
Estas y otras cuestiones ya han sido tema de debate en libros y múltiples películas de ciencia ficción, pero hay un autor en particular que se ha acercado a la realidad de ahora que nos atañe.
Isaac Asimov no sólo se le atribuye el ser un escritor de novelas de ciencia ficción que parecen ser predicciones sino también es el fundador de las tres leyes de la robótica mencionadas en ‘I, Robot’, de 1950, las cuales han hecho que filósofos, sociólogos, psicólogos y tecnólogos se basen en ellas para la creación de futuros robots casi humanos.
- Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la primera ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda leyes.
En dicha novela se nos presenta relatos que giran en torno a un futuro utópico donde los robots son de lo mas normal y en su creación vienen tienen ya instaladas las tres leyes.
Pero en esta novela nos encontramos con el problema que a veces por no violar ninguna ley, los robots se encuentran en un dilema, lo que ocasiona que sus estados de animo se vean afectados, algo que sorprende a la sociedad de esta novela, ya que hasta donde se sabia los robots al ser maquinas no deberían de presentar síntomas de perplejidad, melancolía, pasividad, agitación incontrolable, comportamiento contradictorio e, incluso en algunos casos, locura y sentimiento por la muerte.
¿Acaso eso no los hace humanos, a pesar de haber sido fabricados y tener en su interior cables?
“Las tres leyes de la robótica no son más que los principios esenciales de una gran cantidad de sistemas éticos del mundo. Todo ser humano se supone dotado de un instinto de conservación. Es la tercera ley de la robótica. Todo ser humano bueno, con conciencia social y sentido de la responsabilidad, deberá someterse a la autoridad constituida (…) aunque sean un obstáculo a su comodidad y seguridad. Es la segunda ley de la robótica. Todo ser humano bueno debe, además, amar a su prójimo como a sí mismo, arriesgar su vida para salvar a los demás. Es la primera ley de la robótica” (I. Asimov, Yo, robot, pág. 306 de la edición española en ed. Edhasa).
La filosofía de sacrificar a unos por salvaguardar la vida de otros
Hasta el momento no se sabe a ciencia cierta si Asimov leyó alguna vez en su vida al filósofo Thomas Hobbes, y de no haber sido así podemos determinar que ambos coincidieron, ya que las tres leyes reflejan los tres pilares fundamentales del pensamiento moral del filósofo: el instinto de auto conservación, el valor de la vida humana y la necesidad de obedecer a la autoridad establecida.
Estas mismas leyes pueden verse en decisiones morales que a veces suelen ser difíciles de tomar, un ejemplo de esto podría ser el caso de los doctores, donde atienden al enfermo pero a su vez tienen que seguir ciertas reglas, ellos suelen debatirse estos temas ejemplo de ello ¿Quién tiene mayor derecho a un tratamiento o a un transplante? o si nos vamos a casos mas extremos donde la vida de alguien corre peligro pero esta puede ser salvada por otra, lo que nos hace pensar ¿Bajo que condiciones es aceptable sacrificar o dañar una persona en beneficio de otra u otras?
Esta última pregunta se la hizo por mucho tiempo VIKI, el cerebro central de la U.S. Robotics, que aunque no aparezca este personaje dentro de la novela de I, Robot de Asimov, este tiene presencia en la película con Will Smith como protagonista.
Aquí en este film se nos presenta a este super cerebro avanzado que, después de dedicar largas tardes de estudio a las tres leyes y alcanzar lo que ella misma llamó “una comprensión más evolucionada” de las mismas, decidió nada más y nada menos que dar un golpe de estado mundial y tomar el poder en nombre de la humanidad.
Conforme nos van presentando las escenas donde VIKI es la responsable de todo el caos generado, se nos pone la pregunta sobre la mesa ¿Vale más la vida de muchos que la de pocos?, lo que provoca que inmediatamente pongamos una etiqueta de mala a VIKI por sacrificar a unos cuantos, cuando se supone que como IA y robot debería de salvaguardar la vida de los humanos, tal y como lo indica la regla número uno.
Sin embargo, su motivo esta bien justificado, lo que hace que nos encontremos en un duelo moral, ya que tras analizar todo, la máquina llega a la conclusión de que la humanidad se dirige a una extinción inminente y que la única de manera de salvarla es tomar el poder y re-dirigir de nuevo a la humanidad, aunque eso signifique que en ese lapso de recuperación sucumban algunos cuantos.
Esta interrogante de sacrificar algunos por salvar a la demás población a sido tomada como antagonista en diversas películas de ficción y de superhéroes, siendo la última donde Thanos en Avengers: Infinity War decide juntar las gemas y desaparecer a la mitad de la población por el bien del universo que se encuentra desequilibrado.
A esta acción en particular se le conoce como la teoría malthusiana y fue presentada por primera vez al mundo en 1708 en el Ensayo sobre el principio de la población. Dentro de ellas se dan a conocer los problemas a los que se enfrentará la población si sigue creciendo descomunalmente, por lo que dentro de este ensayo se reparten una serie de propuestas incendiarias a modo de solución que a mas de uno pondrá en jaque por el dilema ético y por lanzar abiertamente ¿Cuantos hay que sacrificar para salvar al resto y al mundo en general?
Este es idea malthusiana es sólo parte de otras que se nos plantean dentro de la novela como de la película, las cuales dan para debatir lo impensable como ¿Derechos para los robots que antes se creían un objeto pasivo sin emociones?
Además de que nos deja con preocupaciones a futuro, donde la tecnología ya no se pinta como parte de una utopia, sino quizá como la causante de nuestra extinción por haber jugado a ser dioses.
La tecnología apenas comienza a abrirse ante nuestros ojos y ha mostrarnos un poco de lo que puede llegar a hacer, pero puede ser que al igual que el Doctor Frankestein no estemos preparados para ver nuestra creación viva en toda la extensión de la palabra y terminemos por negarla cuando en realidad trasciende la mera instrumentalidad y por ende lo convierte en el otro poseedor de derechos como cualquier ser sintiente.
Pero quizá, sólo quizá sea nuestro Prometeo que tras haber estado confinados durante mucho tiempo en la oscuridad, al fin se nos conceda la luz del fuego, aunque está tenga doble filo y si no somos cuidadosos termine por destruirnos.