El diálogo entre la muerte y el mexicano
Muchas han sido las obras del séptimo arte que han plasmado de manera magistral la interacción que tenemos con ella, esa convivencia de amor-odio, respeto-mofa, culto-crítica, la representación de la mexicanidad y el folclore de su festividad.
Una de la cintas emblemáticas que retrata esa cercanía con el más allá de manera majestuosa, es la adaptación de Roberto Gavaldon de la novela del escritor estadounidense, Bruno Traven, Macario, el cual a su vez esta influenciado por un relato de los hermanos Grimm.
Una joya del cine nacional
Macario, pilar fundamental del cine de oro, hito en la historia de la cinematografía nacional, es una de las obras maestras a nivel mundial.
La belleza de la fotografía de los escenarios pueblerinos que nos ofreció Taxco, las lagunas de Zempoala y las grutas de Cacahuamilpa a través de la lente del gran Gabriel Figueroa; el talento histriónico del maestro Ignacio Lopez Tarso, Pina Pellicer y Enrique Lucero y su inolvidable e icónica actuación como la Muerte, hiceron que la cinta mexicana lograra una proyección a nivel global, siendo reconocida en los festivales de cine más importantes como el de San Francisco, California, donde Tarzo fue galardonado como mejor actor, nominada a los premios Oscar y a la Palma de Oro en Cannes.
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59 años han pasado desde su celebre estreno el 9 de junio de 1960, sin embargo, su grandeza ha traspasado las barreras del tiempo, y la han convertido en una de las mejores cintas, situada en el número 59 en la lista de las 100 mejores películas del cine mexicano de todos los tiempos
En vísperas de la fascinante, colorida y folclórica celebración a los muertos, Crea Cuervos recomienda Macario, filme que muestra la relación entre la muerte y el mexicano. ¡Realmente imperdible!
Cuando el Diablo, Dios y la Muerte tientan el criterio humano.
Macario, humilde campesino, leñador e indígena que vive en la pobreza de un pueblo rural, con las penurias que afronta la clase más marginada del México virreinal, su familia conformada por cinco pequeños hijos y Felipa su mujer, sortean los pesares de la miseria y la necesidad en una sociedad totalmente desigual, un reflejo de la población indígena del país, siendo el hambre y la muerte su única posesión.
El sufrimiento de los hijos de Macario, también es el de los hijos del campo mexicano, que viven la escasez de alimento y la injusticia social, situación que crea en el protagonista la idea de obtener beneficio sin tener que compartir con nadie, he de ahí la obsesión de comer un guajolote el solo.
Cuando Felipa, logra darle el objeto de deseo, este se interna en el bosque para poder disfrutar sin culpa el tan anhelado banquete, es aquí donde la razón pone a prueba al hambriento leñador.
«Cuando tu te apareces ya no das tiempo de nada»
Tres personajes lo confrontan con el simple objetivo de compartir el bocado, el primero altanero, arrogante, el Diablo le ofrece riquezas: espuelas de plata y sus botones de oro, sin embargo, los niega; el segundo, el ser Supremo, Dios, tienta a Macario, para que cometa un buen acto, una vez más vuelve a rechazar la oferta; el último, famélico y miserable llega hasta el pobre indígena para pedirle un trozo de guajolote, cuyo único argumento es su inmensa hambre, accediendo de manera automática, la necesidad de alimento que ve reflejada en la Muerte, hace que Macario se identifique con el, la penuria que carga a cuestas es similar a su situación.
¿Cuál sería tú elección?
Cuando el Diablo, Dios y la Muerte tientan el criterio humano, la razón tiene que emerger para optar por la mejor decisión, «cuando tu te apareces ya no da tiempo de nada», ese es el motivo de su elección, «mientras tus comes, yo comería la mitad», la respuesta, cuando es cuestionado por su compañía. Este lo recompensa con un líquido que logra curar a la gente de frágil salud.
¿Qué hubieras hecho tu con ese Don?
Esta convivencia que tiene Macario con la muerte misma es una introspección personal, un viaje a nuestros adentros y a la responsabilidad del camino que se ha tomado. Una reflexión sobre la eternidad de la muerte y lo corta que es la vida.
Aunado a esta odisea filosófica, la fotografía y los claroscuros que revisten la trama, es realmente maravillosa, muestran la diferencia de un Día de muertos en la vida rural, pobre, con carencia, y la festividad llena de riquezas de la gente pudiente, esta distinción de clases es desechada cuando la muerte llega.
La icónica escena donde Macario llega a la gruta de su desolador amigo, y la humanidad es representada por las flamas de las velas, es una de las partes más hermosas de la historia, reconocida a nivel mundial por la extraordinaria lente de Gabriel Figueroa, quien nos regala una postal cargada de alegoría mística, melancolía pueblerina y consuelo de la pobreza en un país profundamente herido por la carencia.
«Macario, aqui esta la humaidad, ¿ves arder las velas tranquilamente? a veces soplan los vientos de la guerra, a veces los de la paz y las vidas se apagan por millares al azar. Las altas, las peque;as, las derechas, las torcidas, ahora reina la calma»
A 59 años de su estreno, en el emblematico cine Alameda, MACARIO, es una obra de arte en todo su esplendor; el siglo XXI y sus facilidades tecnológicas nos han abierto las puertas a nuevas experiencias en el séptimo arte, sin embargo, las películas en blanco y negro, sobre todo de la talla de este clásico de día de muertos, son un baluarte nacional, nos hacen rememorar la grandeza del cine de oro mexicano, su calidad narrativa, fotográfica, y la originalidad de su trama.