Pensamos que el tipo de alimentos y la dieta que adoptan las familias en cada país está acorde a su economía; o que muchas veces los productos procesados pueden ser más consumidos por países más desarrollados.
La realidad es que hay cierta relación entre la economía y el tipo de alimentación, pero no lo es todo. Gran parte del qué comen las familias de cada país tiene que ver con un aspecto cultural.
El fotoperiodista Peter Menzel y la escritora Faith D’Aluisio han documentado en los últimos años los hábitos alimenticios de 30 familias en 24 países. En un trabajo capturado en fotografías se ven resultados muy impactantes de la cantidad y la calidad de comida que consume una familia promedio durante una semana.
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Esta documentación fue publicada en el libro ‘Hungry Planet: What the World Eats’, el cual no solo captura la comida, sino que tiene una explicación detallada del costo que tiene dicha dieta en el país de origen. Dicho costo es subjetivo, pues los mismos productos no son los mismos en cada país, pero si representa la posibilidad económica que tiene cada país para comprar alimentos.
Lo que sí se aprecia proporcional es el valor nutricional que tienen los alimentos en todos los países, pues una manzana o un refresco tienen el mismo valor nutricional en todo el mundo, por lo que el costo dinero de las dietas no es proporcional con la calidad de alimentos. Mientras que en muchos países la cantidad y el costo son mayores, no significa que los alimentos sean mejores o nutran adecuadamente a las familias.
Un ejemplo es Estados Unidos, siendo el país que más gasta en salud pública del mundo, 7,960 dólares per capita, pero es último lugar en la calidad del cuidado a la salud. Solo hace falta ver los alimentos para darnos una idea de las posibles razones de esto.
Y México, uno de los países con la mayor taza de diabéticos en el mundo tiene su motivo por la gran cantidad de carbohidratos y azucares que consume. Solo miremos la cantidad de refrescos que consume una familia semanalmente.