Para la mayoría de los mexicanos, sea en la parte de la República que sea, es conocida la leyenda de La Llorona, claro que cada estado cuenta con su propia versión; sin embargo, para los que no conozcan este mito mexicano, aquí una breve reseña de esta historia albergada en el imaginario mexicano.
Cuenta la leyenda, que en las calles del vecino del sur de Estados Unidos, por las madrugadas se escucha el lamento de una mujer que vaga repitiendo la frase: —¡Ay mis hijos!—
Para un capitalino como yo, la historia se torna un poco más macabra al pasarla a la CDMX, donde se cuenta que una señora, en la Avenida Niño perdido, hacía tamales -los mejores de la zona- y que cierto día en que la aristocracia de aquel entonces la contrató para un evento, ella preparó el platillo pero por un descuido del momento se colaron dedos pequeños, la gente adinerada se estremeció y el caso se cerró al saber que los niños que eran se extraviaban por dicho eje eran tomados por la señora para su receta, por ello el grito de cierta señora que perdió a sus infantes a manos de la tamalera.
En fin, para volver al tema central, esta mítica historia no surge de una retórica nacional, en realidad es mucho más antigua. El primer relato conocido lo encontramos en ‘Los presagios, según los informantes de Sahagún’, recopilado en ‘La visión de los vencidos’, de León Portilla y dice así:
Sexto presagio funesto: muchas veces se oía: una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando gritos:
—¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía:
—Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré?
Y aunque es una referencia muy breve, parece ser que, o al menos así lo plantea León Portilla, que hace referencia a Cihuacoátl, recolectora de almas en la religión mexica. Claro que hay que recordar también que dicha narración está situada entre los presagios funestos que se vieron en la civilización azteca y sus alrededores, que preveían un terrible futuro, la llegada de los barbados.