Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler fueron dos de los militares más brillantes que han existido; como muchos otros hombres, intentaron dominar el mundo. A pesar de la opinión acerca de sus intentos no se puede negar eran dos personajes ilustres que mucho aportaron a la historia de la humanidad, dos de los personajes más poderosos de la historia.
Napoleón (1769-1821) nació en Corcega, Italia; y Hitler (1889-1945) era de Braunau, Austria-Hungría, ambos eran extranjeros de los países que defendían. Ambos dictadores medían menos de 1.70, sin embargo tuvieron el poder de Europa durante sus invasiones, pero los dos sufrieron derrotas en Rusia por las extensas dimensiones y el frío. Ambos líderes tenían mucho en común.
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Adolf visita París
Hitler tuvo una admiración por el líder corso, ya habían pasado muchos años desde que Napoleón había perdido en la Batalla de Waterloo, ya era parte de la historia de la humanidad.
El 24 de junio de 1940, luego de que Alemania y Francia firmaran dos días antes un tratado de amistía, Hitler decide visitar París. El recorrido solo abarcó los lugares más concurridos por los extranjeros y parte de esa visita incluía la tumba de Napoleón.
Uno de los lugares más representativos y visitados en París es La Dome des Invalides, un lugar que servía como panteón de los héroes militares. En su interior están las tumbas de los hermanos de Napoleón, José I y Jerónimo Bonaparte, así como varios mariscales como Lyautey, Foch, Vauban y Leclerc. También ahí descansan los restos del hijo de Napoleón (Napoleón II), que por orden de Hitler, son trasladados en 1940 de Viena a Les Invalides.
Hitler paso de largo muchos sitios en París, pero fue en Les Invalides donde permaneció más tiempo, específicamente en la tumba de Napoleón. Un monumento gigantesco de 15 m. de diámetro y 6 m. de altura; al centro se encuentra un gran sarcófago porfirio rojo y dentro de este hay 6 féretros: de roble, ébano, plomo, otro más de plomo, caoba y estaño. En este último, los restos de Napoleón Bonaparte.
La tumba está en una planta baja donde se puede acceder y admirarla a su mismo nivel, sin embargo también puede ser apreciada desde el piso de arriba, dando la oportunidad de tener una vista en picada de todo el mausoleo. Está razón fue planificada por Napoleón antes de su muerte.
El decía que todos deberían hacer reverencia ante él. Esta arrogancia siempre lo acompañó, solo cabe recordar el día que se auto coronó en Notre Dame quitándole la corona al Papa Pio VII y el mismo poniéndosela. Tenía planificado que a su muerte esto no cambiará, por ello mando a hacer su tumba en un nivel más abajo para que cuando la admiraran tuvieras que bajar la vista y así involuntariamente hacer una reverencia ante él.
Hitler conocía esta historia y existe una leyenda que estuvo planeando cómo ver la tumba sin tener que bajar la mirada y hacer la supuesta reverencia, así que llevo un espejo que usaría para reflejar el mausoleo y mantener su vista arriba. En ese intento, a Hitler se le resbalaría el espejo y al intentar cogerlo en el aire se agacharía y su mano quedaría al frente simulando una reverencia aún más denotada.
La historia no tiene ninguna fuente clara, se ha llevado de boca en boca y hay quienes la creen. En ese viaje hubo un fotógrafo que acompaño a Hitler durante todo su trayecto que pudo capturar el momento de la visita de Hitler, pero la foto que se ve es de un Hitler mirando hacia abajo sin necesidad del espejo, tal vez un momento después de haberlo perdido.
A ciencia cierta no se sabe si esta historia es real, de cualquier forma Hitler sí miró la tumba con la cabeza agachada y seguro es una leyenda atractiva para la historia de ambos líderes militares.
Por cierto, cuando Hitler salió de Les Invalides lo primero que expresó fue:
“…fue el momento más grandioso y notable de mi vida.”