Hay momentos que ponen la mente y el alma humana ante uno de los cuestionamientos más difíciles de responder: ¿Por qué o para qué vivir? Estos momentos estarían cargados de una enorme frustración, dificultades y sufrimiento que nos llevarían a diversas respuestas dependiendo el individuo. El lector podría pensar en su familia, esposa, hijos o ver como su única razón para vivir, alguna satisfacción personal como publicar un libro o ganar una carrera. En el libro ‘El Hombre en Busca de Sentido’, Viktor Frankl sintetiza esta respuesta a una sola palabra: amor, a una persona o actividad, es lo que nos dará esperanza y sentido a la vida cuando nos encontremos en esa encrucijada.
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La vida en el campo de concentración
Publicado en 1946, lo que podría ser una autobiografía parcial del autor se convierte en un análisis bastante certero sobre la vida en un campo de concentración durante uno de los periodos más crueles y sangrientos de la historia humana, la Segunda Guerra Mundial y los efectos que éste tiene sobre la mente y el alma del prisionero.
Frankl describe las experiencias como:
«vivencias concretas de un ser humano, para penetrar y delinear la precisa naturaleza psicológica de esas vivencias».
El libro se encuentra dividido en tres fases: internamiento en el campo, la vida en el campo y después de la liberación; en ediciones posteriores incluye un apartado con conceptos básicos de la terapia que desarrolló, la logoterapia. Los títulos de las fases son ya bastante descriptivas, pero demos un pequeño paso por cada una de ellas.
Durante la primera fase Frankl explora el impacto de saberse prisionero en un campo de concentración. Desde el shock inicial, hasta la esperanza de ser liberados y la posterior resignación al internamiento. Una narrativa cruda llena estas primeras páginas con el sufrimiento de los judíos que, como él, eran despojados de sus posesiones, familia y de la propia humanidad llevándolos a una «existencia desnuda» y a la posibilidad del suicidio.
La segunda fase muestra la apatía generalizada que sufrían los internos acompañada del hambre constante, la ausencia de deseo sexual y sentimentalismo, entre otras cosas. Vemos todas estas experiencias analizadas con el ojo crítico del terapeuta, por ejemplo, menciona que existía en el campo una hibernación cultural, pero que la religión y la política seguían siendo temas importante para los prisioneros. Ésta fase es la más extensa del libro y es la que nos lleva a la premisa inicial del libro «La pregunta por el sentido de la vida».
La última fase viene después de ser liberados del campo de concentración. Sintetiza en 6 sencillas páginas los cambios en la personalidad de los internos que ahora tenían que reintegrarse a la sociedad en restauración. Las últimas páginas del libro dan una síntesis de la teoría terapéutica que se centra en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre.
¿Por qué leer El hombre en busca de sentido?
Para un lector de superación personal, ésta reseña será inservible, y no se recomienda en sí el libro a alguien que busca ese tipo de literatura, pero sigue siendo útil para cualquier persona acercarse a este contenido. Alguien que busca ficción se decepcionará si pensaba encontrar una novela, aunque la calidad narrativa de las experiencias del autor es excelsa y digna de ser leída. Ahora, si el interés del lector es acercarse al Holocausto desde una perspectiva de la personalidad, de la psicología e incluso desde la sociología, tendrá en esta joya una excelente herramienta.
¿Por qué es importante leer «El hombre en busca de sentido»? Para responder, tenemos que situarnos en el momento histórico: La Segunda Guerra Mundial.
La persecusión nazi de judíos en Europa y la búsqueda de Alemania de expanderse territorial e ideológicamente dividió al mundo en dos bandos, derramando sangre inocente sobre la tierra que después sería arrasada por los panzers y las botas de miles de soldados.
Esta guerra alcanzaría a Frankl y su familia hasta Viena en 1942, donde serían deportados a los campos de concentración, lugar de donde sólo el saldría con vida. Para ese entonces, el autor se encontraba casado y era director de la sección de Neurología del Hospital de Rothschild. En los tres años de cautiverio compartiría experiencias sumamente desagradables con cientos de judíos que corrieron su mismo destino, se enteraría del paradero de sus familiares y de la muerte de ellos posteriormente, pero sobre todo, sufriría, pondría a prueba su capacidad de sobrevivir y de seguir teniendo ganas de hacerlo.
Imagine el lector, tener en sus manos la historia de superviviencia y de enorme resiliencia que necesitó el autor para salir cuerdo de un lugar tan horrible. Es como escuchar el murmullo de las miles de almas que perecieron en aquellas cámaras de gas, que Frankl no se atreve a describir, desde una sola voz. La importancia del texto está aquí, en el recordatorio de las vidas que no fueron, de las voces silenciadas por el odio, y del amor que creó esperanza y llevó la libertad a los oprimidos.
Otras perspectivas del Holocausto
Sentir el sufrimiento de Frankl en el campo de concentración, es repetir la angustia que ya otros libros y películas han provocado. La descripción de la brutalidad de los oficiales alemanes transporta a «La lista de Schindler», película de 1993 dirigida magistralmente por Spielberg y que nos muestra muy gráficamente la violencia de la que fueron presa los judíos, pero aquí tenían en un empresario una esperanza vaga de superviviencia. Ana Frank, en su diario, da otra visión no tan diferente de la vida en cautiverio pero con un final más trágico.
Pero hay un libro sobre todos que tiene una semejanza enorme con «El hombre en busca de sentido». Se trata de «Si esto es un hombre» de Primo Levi, judío italiano que retrata en su obra el día a día del prisionero de un campo de concentración, siendo él el personaje principal de su obra, pero con alegorías a obras de la literatura clásica y con un carácter más novelesco que ensayístico.
Se publicaría un año después que el de Frankl y forman una dupla sensacional para analizar dos estilos diferentes de contar una tragedia.
Ambos libros son ejemplos muy buenos para acercarse a la personalidad del cautivo. Pero Frankl permite una fácil comprensión pues está escrito desde una perspectiva existencialista y psicoanalítica, dando datos nada vagos sobre el desarrollo de la personalidad y los diferentes procesos internos que tuvieron o pudieron tener los internos del campo de concentración.
Reformulando el planteamiento inicial: hay momentos en la vida, que nos dan una razón para vivir. El libro de Frankl puede darle al lector, una perspectiva diferente del sufrimiento y de la vida en sí, posibilitando un replanteamiento de ese nuestro sentido de vivir.