Por fin llegó el día en que se decidirá quién ocupará el cargo como el 46° presidente de los Estados Unidos, un evento histórico que sin duda tendrá efectos significativos en México y en todo el mundo.
La batalla electoral se debate entre el candidato republicano Donald Trump y el demócrata Joe Biden, de los que hemos escuchado hablar durante los últimos meses y quienes han acaparado la sección de internacionales en los programas de noticias y en la prensa.
El revuelo que hoy experimenta la ciudadanía de los Estados Unidos puede que no nos sorprenda, ni mucho menos nos quite el sueño, sin embargo, el resultado de esta noche será sumamente relevante para nuestro país, especialmente en temas económicos y de política exterior.
El controversial proceso electoral estadounidense
Las elecciones en los Estados Unidos son algo diferentes a como las practicamos en México y en buena parte de los países del mundo, en donde los representantes se eligen a través del voto directo, resultando ganadora aquella persona con el mayor número de sufragios.
En Estados Unidos los procesos electorales son a través de elecciones indirectas, procesos mediante los cuales los votantes no eligen directamente a los candidatos sino a los miembros de un Colegio Electoral, quienes después se encargarán de elegir al presidente y al vicepresidente.
El Colegio Electoral está conformado por 538 electores o delegados provenientes de todos los estados y Washington D.C., cuyo número es proporcional al tamaño de su población. Cada estado tiene tantos electores como miembros del Congreso. Por ejemplo, California, que es el condado más poblado, elige 55 electores, mientras que Wyoming, Montana y Dakota del Sur, los menos poblados, eligen 3 electores cada uno.
Para coronarse ganador, el candidato necesita al menos 270 votos de estos 538 delegados, es decir, la mitad más uno. En esto hay un punto clave, ya que el candidato que gana más votos en un estado se queda con todos los votos del Colegio Electoral de ese estado, con excepción de Maine y Nebraska, condados en donde se divide el número de electores de forma proporcional a los votos que cada candidato obtenga. Si bien la ciudadanía sí vota por un candidato a la presidencia, son los votos del Colegio Electoral los que realmente cuentan.
Unas semanas después, aunque ya se conoce al ganador, los miembros del Colegio Electoral se reúnen para votar por el candidato que más sufragios obtuvo en su estado. Técnicamente estos electores no están obligados a votar por el candidato ganador en su estado, pero en toda la historia de los Estados Unidos, ha habido muy pocos casos de electores que han decidido dar su voto a otro candidato.
En el caso de que ningún candidato reciba al menos 270 votos, la decisión recae sobre la Cámara de Representantes y el Senado, quienes elegirían al presidente y al vicepresidente, respectivamente.
En los últimos años este sistema electoral ha recibido muchas críticas y se ha llegado a considerar como injusto, ya que no refleja la voluntad popular. Por ejemplo, en las elecciones del año 2016, Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos más que Donald Trump, sin embargo, el actual presidente fue quien entró a la Casa Blanca debido a que acaparó un número mayor de delegados.
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Los impactos de la elección en México
No hay que ser un experto para suponer los efectos que la elección o posible ratificación del presidente del mundo pueden causar en nuestro país; y vaya que no exagero al decir que el mandatario de la nación vecina es prácticamente el presidente del planeta, pues las razones sobran.
Primeramente, en materia económica, se debe destacar la fuerte relación bilateral que mantienen México y los Estados Unidos. Tan solo en 2019, cerca del 80.5% de las exportaciones mexicanas se dirigieron al país vecino, lo que se traduce en ventas por cerca de 371 mil millones de dólares, según datos del Banco de México. Esto significa que exportamos a Estados Unidos 26 veces más de lo que exportamos a Canadá y más de 52 veces lo que exportamos a China.
En este sentido, una amenaza arancelaria, más probable en una segunda administración de Trump que en la de Biden (ya que este último se mantuvo a favor del TLCAN original), podría frenar fuertemente el comercio entre ambos países, lo que sin duda impactaría de manera considerable en la balanza comercial de México.
En cambio, las modificaciones a las políticas laborales en ambos países, producto de la entrada en vigor del T-MEC, se perfilan más como un tema prioritario de la agenda del candidato demócrata, mientras que Donald Trump no se ha mostrado contundente hacia esta situación.
Otro asunto del T-MEC que podría ser más importante para los demócratas que para los republicanos es lo que concierne a las políticas ambientales y el fomento a las energías renovables, lo que sin duda podría causar roces con el gobierno de la cuarta transformación, ya que proyectos como el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas están lejos de perfilarse como proyectos con responsabilidad ambiental.
Si hablamos del problema migratorio, los expertos argumentan que no habrá cambios en estas políticas o serán muy mínimos, con independencia de quien llegue a la Casa Blanca; sin embargo, Joe Biden podría preservar el programa DACA que evita la deportación de los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos siendo niños o reducir los requisitos para la obtención de una visa.
Sin duda alguna, el incremento del tráfico ilegal de drogas y los conflictos con el crimen organizado han originado una gran ola de violencia en nuestro país. La seguridad nacional, será junto a la migración y el narcotráfico, uno de los principales puntos de la agenda pendiente con México, razón por la que el próximo presidente de los Estados Unidos podrá jugar un papel determinante en la lucha contra estos problemas. En el caso de un segundo periodo, veremos a un Trump amenazador, que nuevamente responsabilizará a México de todo este problema; en contraste, Biden podría ofrecer su amplia experiencia en materia de seguridad y fomentar una relación de cooperación entre ambas naciones.
Por otra parte, uno de los aspectos más relevantes de la política exterior es la relación que mantienen los mandatarios de ambos países. Si bien Donald Trump ha pronunciado públicamente un fuerte lazo de amistad con su homólogo en México, lo cierto es que su relación con nuestro país ha sido áspera, soez e indecorosa, atendiendo únicamente a sus intereses.
En cambio, con Joe Biden la relación es inexistente y López Obrador tendría que comenzar desde cero, lo que sin duda es mucho mejor que ser objeto de burlas y de ataques, tal y como lo ha venido haciendo Donald Trump.
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En definitiva, México y los Estados Unidos mantienen una relación política y económica verdaderamente cercana e interdependiente, sin embargo, deberemos adaptarnos a las políticas y el modo de trabajo del próximo mandatario estadounidense, puesto que nosotros necesitamos más de ellos que ellos de nosotros. Al fin y al cabo, como diría Nemesio García:
Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos
