Sin maquillaje no hay cine de terror –ni de otros géneros– desde que el cine incursionó en este género, por ahí de los años treinta, se tuvo una cosa clara: la importancia de lo visual en este género. Por supuesto, si hay un ente malvado, debe ser lo contrario a lo divino, y si lo celestial es bello, lo malo debe ser horrible o, cuando menos, incómodo.
Los maquillistas son también artistas y deben tener varios conocimientos para que su obra sea creíble, desde conocer sobre anatomía, hasta tener conocimientos forenses.
Mucho se ha hablado sobre maquillistas famosos del cine de Hollywood. Por ejemplo, Jack Pierce, considerado el padre de los monstruos de Universal, realizó caracterización en Frankenstein (Whale, 1932), Bride of Frankenstein (Whale, 1935), entre otros espectaculares trabajos.
También está Rick Baker, genio de los efectos especiales en películas como Hellboy (del Toro, 2004), Videodrome (Cronenberg, 1987).
Otro magnífico trabajo es el de Dick Smith, encargado de los desfigurados en la serie de televisión Way Out (1961) o Scanners (Cronenberg, 1981).
Y el increíble Tom Savini, amante de la sangre, famoso por su trabajo en Friday the 13th (Cunningham, 1980), Creepshow (Romero, 1982).
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Pero no figuran en estas listas, lo trabajos de artistas mexicanos, algunos premiados, otros desconocidos que participaron en importantes cintas. Ese es el caso de Elda Loza, la encargada del maquillaje de la película El Vampiro (1957), película de Fernando Méndez, con el vampiro de México: Germán Robles.
Mismo caso el de Carmen Palomino, maquilladora de El Santo contras las momias de Guanajuato dirigida por Federico Curiel en 1972.
Armando Meyer, un artista encargado del maquillaje en películas como El vampiro sangrient0 (Morayta, 1962), Macario (Gavaldón, 1960), o El monstruo resucitado (Urueta, 1953), entre otras.
Y también está Roberto Ortiz, artista reconocido por ser maquillador de varias producciones de géneros variados, entre esos, la serie 13 miedos, creada por Roberto Castañeda y Sandra Solares en el 2007.
Sin duda, una labor fascinante, que solo la pueden llevar a cabo personas creativas, amantes de lo monstruoso, de la sangre, de lo incómodo. Habría que darles más reconocimiento.
