Todos los días vemos noticias relacionadas con el cambio climático y el impacto que tienen nuestras acciones en el planeta; se habla de la contaminación provocada por los plásticos, las emisiones de gases y las grandes cantidades de basura que producimos.
Pero poco se habla del efecto negativo que tiene en el ambiente, utilizar desmedidamente el internet y almacenar archivos innecesarios en nuestros dispositivos electrónicos.
Por ende podemos hablar de la contaminación digital, tema que debe ser analizado, ya que acciones que creemos inofensivas causan un gran daño a la Tierra.
Esta vez hablaremos de la contaminación latente, la cual se produce por el simple hecho de almacenar los datos de los correos electrónicos en la bandeja de entrada, lo anterior equivaldría a cinco centrales nucleares en funcionamiento.
Enviar un correo electrónico va más allá de escribir un mensaje, adjuntar un archivo, seleccionar el destinatario y dar click en el botón de “enviar”. Es más complejo de lo que parece.
Existe una infraestructura detrás de cada email, que incluye no sólo la electricidad utilizada en cada envío, sino también la energía que se necesita para almacenar y transmitir esa información de los servidores.
Entonces, hablar del uso de energía, implica la utilización de recursos para su obtención, los cuales muchas veces son sobreexplotados para satisfacer las crecientes demandas de servicios y productos a nivel mundial.
Una investigación realizada por la compañía energética Ovo, en dónde se analiza el impacto de 64 millones de correos electrónicos innecesarios enviados a diario por los ciudadanos de Reino Unido, señala que cuando se envía un correo electrónico se requiere energía.
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Dicha energía es necesaria para alimentar los centros de datos y las computadoras y dispositivos que luego envían, filtran, leen y entregan correos.
Según el informe “Clicking Clean”, publicado por Greenpeace, el 7% del consumo energético mundial ésta destinado a mantener toda la infraestructura de Internet y se prevé que en los próximos años, este porcentaje aumente debido a un mayor número de personas utilizando la red de redes.
Se dice que si el internet fuera un país, este sería el tercer consumidor de electricidad después de China y Estados Unidos.
Todos los dispositivos e Internet que se requiere para enviar un simple correo, necesitan energía y emiten dióxido de carbono dejando una huella ambiental grande.
De acuerdo a un informe en 2017 de la consultora Two Sides, concluye que la actividad vinculada con correos electrónicos en todo el mundo podría llegar a equivaler a la huella de carbono que producen 890 millones de autos.
Se estima que cada día se envían en todo el mundo 293 mil millones de correos y aunque enviar un email es gratis, al planeta le cuesta cada uno 19 gramos de CO2, que si tratamos de sacar el total de dióxido de carbono emitido en un día solo por mandar correos electrónicos, el resultado no es amigable con el planeta.
Ahora bien, si se hacen las cuentas y se multiplican las personas con email por las veces que se oprime la tecla “enviar”, el panorama luce para nada alentador.
Podemos darnos cuenta que, la huella de carbono digital es más preocupante de lo que parece y se agrava según se extiende el uso mundial de internet.
Para International Workplace Group (IWG), el envío de correos electrónicos contribuye a agregar más emisiones de carbono a la tierra.
Si queremos entender mejor la relación que existe entre enviar un correo electrónico y el uso de energía, hay que hablar un poco sobre cómo funciona el sistema de envío.
Primero nos conectamos a un servidor que ésta físicamente en algún lugar y le hacemos una petición (enviar un correo electrónico). Luego el sistema acepta nuestra orden y envía los datos a otro servidor.
El contenido que enviamos, el mensaje, lleva una serie de información que consume más cuánto más peso tiene: un email sin adjunto no consumirá lo mismo que uno con unas cuantas fotos dentro.
Mike Beners Lee, autor del libro How bad are bananas? The carbon footprint of everything, explica en su libro que si un correo electrónico tiene un archivo adjunto que pesa 1MB, el dióxido de carbono generado asciende a 19 gramos.
Si ese archivo adjunto se reenvía o archiva, la huella de ese correo electrónico podría llegar a 50 gramos, según el periódico The Independent.
Todos los datos que se encuentran en los emails, deben ser almacenados en centros de datos o servidores; y aunque se encuentran a kilómetros de nosotros y por ello no es visible el impacto, requieren de grandes cantidades de agua y energía para su funcionamiento.
Ahora bien el consumo de energía en el envío de emails puede ser activo o pasivo; el primero tiene que ver con el hecho de que el servidor donde se alojan los servicios de correo electrónico está ubicado en un ordenador que necesita electricidad para mantenerse encendido 24/7/365.
El consumo pasivo surge porque para mantener almacenados miles de millones de correos electrónicos en multitud de servidores se necesitan procesos de enfriamiento para evitar que estos se calienten y se quemen, siendo necesario consumir energía.
Una vez expuesto el problema es hora de actuar, para reducir el impacto que la simple actividad de enviar y almacenar un correo electrónico pueda tener en el planeta.
Para ello se ha concientizado a los usuarios de las tecnologías para que eliminen de sus bandejas o dejen de enviar correos electrónicos innecesarios; como ejemplo tenemos el lanzamiento de la campaña #ecleaningdays del Grupo Orange.
Fue una iniciativa global que buscó crear conciencia en los cyber usuarios para que limpien sus bandejas de entrada y dejar de almacenar datos que generan un gasto energético y son fuente de contaminación.
De igual manera según el medio La Vanguardia de Barcelona (España), en entrevista con Ana Figaredo, eliminar 30 correos de nuestra cuenta puede ahorrar 222 watts, que es aproximadamente el gasto de energía de una bombilla ahorradora encendida durante el día.
Así que para reducir nuestra huella de carbono, podemos empezar por dejar de enviar correos que no son necesarios y dejar de almacenar aquellos que ya han sido leídos y que tienen mucho tiempo en nuestras bandejas de entrada.
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