Hoy a muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer. (Camus, 2006, p.11)
Estas son las primeras letras con las que Albert Camus nos recibe en su obra ‘El extranjero’, y son, de entrada, duras. ¿Qué significa lo cotidiano de la vida? ¿Qué reacción se espera de nosotros?
El ahíto de lo cotidiano esta siempre arrojando su sombra sobre nosotros. La fuerza desgarradora de la costumbre, la convención y el juicio moral que se aplica de cotidiano a las cosas. Ahí a donde apunta el sentido común es a donde a la masa se le ha ordenado mirar.
La conciencia moral termina por constituir limitantes del pensamiento y el lenguaje. Para Camus, habita en lo irrisorio, como la reverberación de ideas que no hacen otra cosa que condenar, angustiar.
“Advertí en ese momento que estaban todos cabeceando, sentados frente a mí, en torno del portero. Por un momento tuve la impresión de que estaban allí para juzgarme” (p. 19)
El extranjero; ha planteado para sus lectores temas como la muerte y la moral, atraviesa por la muerte de su madre, pero la toma como eso: una muerte. En el desarrollo de sus acciones, fuera del marco de lo moral, terminan por condenarlo. El convencionalismo, la percepción de lo que es correcto para otros, el repudio al deseo y la seguridad social lo llevan a la orca.
“Uno se forma siempre ideas exageradas de lo que no conoce” (p. 146)
Asqueado de lo cotidiano y del rito, los impulsos del personaje se van manifestando poco a poco, desplazándose hasta el hecho de asesinar. Por que a veces solo hace falta un día caluroso y el sol en la cara para que uno salte al vacío de la realidad.
“El gatillo cedió, toqué le vientre pulido de la culata y allí, con el ruido seco y ensordecedor, todo comenzó. Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz.” (p. 82)
Podríamos decir que; hace de su obra, el extranjero una deformación de la monotonía, de la costumbre. Camus y su extranjero dicen algo que representa una verdadera dificultad para muchos, NO.
Algo difícil de leer, aun más de aceptar, puesto que, el estado de cobardía existencial en el que nos movemos continuamente nos orilla a aceptar doctrinas de pensamiento moral, eufemismos para darnos una palmada en la espalda y seguir con el hastió vestido de buenas costumbres.
El extranjero comprende ese ser que es ajeno, esta fuera, no por negar al otro, sino a la ideología moral regente. Camus propone que, la reflexión de la vida, si se le da demasiadas vueltas no posee otra salida que la del absurdo.
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Si nuestras convenciones admiten dar la espalda a los otros, negando; en pro de su propia falencia de orden, la vida de aquellos que consideran insignificantes. Negación acompañada de: “es usted un excelente elemento, pero la situación nos obliga a despedirlo”. Palabras vacías a oídos necios, que, instauradas en una lógica inepta, justifican la eliminación en masa de los otros.
“Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me queda esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y me reciban con gritos de odio” (p. 159)
Al final, todos somos un poco Extranjeros en tierra de otros.