El próximo jueves, 5 de septiembre, llegará al Museo Nacional de Arte (MUNAL) ‘El martirio de San Andrés’, una pieza barroca del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens. El artista y la obra tienen una historia relevante, tanto en técnica como en iconografía, que los dota de relevancia en arte y les otorga un lugar en los más grandes museos del mundo.
¿Quién fue Pedro Pablo Rubens?
Nacido en el Sacro Impero Romano Germánico el 28 de junio de 1577, Rubens fue el sexto hijo Jan Rubens y de María Pypelincks. En 1589, dos años después de la muerte de su padre, comenzó sus estudios en idiomas, como latín, alemán, español y francés. Sin embargo, el escaso dinero familiar le impidió continuar, pues comenzó a trabajar.
Ya para 1590 se convirtió en aprendiz del paisajista Tobias Verhaecht, con quien estuvo hasta 1594. Su siguiente maestro fue Otto van Veen, hasta 1598, cuando se convirtió en pintor independiente después de rendir ante la corporación de San Lucas de Amberes.
A partir de ese momento, Pedro Pablo Rubens comenzó su carrera como pintor y un viaje por los sitios artísticamente importantes, como Venecia, Roma y los Países Bajos para continuar aprendiendo sobre estilos y creadores.
El martirio de San Andrés
El estilo barroco de Rubens, el cual otorga dinamismo a las pinturas, así como una exaltación erótica de los cuerpos y de colores que los protagonistas de la pieza proporcionan, le dieron importancia en un mundo artístico que buscaba nuevas maneras de expresión en lienzos ante un mundo convulso que pretendía dominar con absolutismo cada uno de los destellos existentes.
Después de muchos cuadros religiosos, sobre mitólogía, retratos, autoretratos y restauraciones, en 1639 pintó ‘El martirio de San Andrés’, un óleo sobre lienzo de más de tres metros de alto.
Encargo
Jan van Vucht encargó a Pedro Pablo Rubens un cuadro basado en la Leyenda dorada, una compilación de relatos de la vida de aproximadamente 180 santos y mártires, entre ellos el apóstol San Andrés.
En un contexto donde la contrarreforma comenzaba a introducirse en la población de Amberes, Rubens tenía la misión de exaltar los valores e historia católicas. Por eso, con su estilo barroco, retrató la cuasi crusifixión del apóstol Andrés, quien tuvo ese terrible final debido a que intentó convertir a gran parte de la gente de Acaya en la fe de Dios.
Egeas, procónsul de Acaya, no le atravesó manos ni pies en la cruz, sólo lo ató para que se mantuviera sufriendo por más días. Durante este lapso, el apóstol Andrés continuó predicando ante la multitud que se reunía a su alrededor.
Gran formato
Los más de tres metros de alto, y dos de ancho, no son azar. El propio Rubens dijo:
“Confieso que mi instinto natural me inclina más a las obras grandes que a las pequeñas curiosidades. Mi aptitud es de tal naturaleza que nunca empresa alguna, por vasta y compleja que fuera, podría descorazonarme”.
Su gran magnitud no tiene que ver sólo con los metros que sus pinturas medían, sino con su aporte a la historia del arte, y del mundo, que sabía estaba otorgando. Sus proporciones, su estilo, su formación humanística, todo su contexto son una gran influencia para posteriores expresiones artísticas.
