Para hablar de locura somos demasiado cuerdos, la mente sana se contrapone al frenesí; son opuestos, pero se encuentran frente a frente.
No sé si recuerdas la historia del viejo que caminaba por las calles hablando solo, el señor que la gente tildó de “loco” sin saber con precisión a qué hacía referencia.
La definición más clara de la locura dice “es la privación del uso de la razón”.
En alguna clase vimos a Freud y él hacía referencia a la mujer cuando hablaba de la locura –las mujeres son locas, aunque no locas del todo– y me pregunté ¿Los hombres no podrían estar locos?
Pido te acuerdes de la historia del viejo loco ¡No! No estoy hablando de Alcestes “el misántropo” él estaba embriagado de amor, el loco del que te hablo ni siquiera podía amar; lo perdió todo.
Al igual que Alcestes, el loco del que te hablo perdió hasta la cordura. Muchas de sus acciones eran motivadas por alguna sustancia extraña como el alcohol, bazuco, marihuana o éxtasis.
Este loco callejero tenía a su propia Celimena: la droga.
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El término locura en francés es folie, derivado de fou, como La nef des fous, cuadro que puedes admirar en Louvre
Mucha gente dice que El Bosco se inspiró en obras literarias para ejecutar su perfecta representación.
En una pequeña barca se pueden observar nueve personas amontonadas, cuatro llevan vestimentas religiosas -entre éstas: un goliardo y una monja– también se ve un bufón y en el agua, por donde va la barca están dos sujetos mostrando su desnudez.
Todas las personas del cuadro son representaciones de los vicios en los que incurre el hombre y con los cuales podemos llamarles locos, justificando que frente a ellos nuestras acciones son “buenas”.
Michel Foucault en la primera parte de Historia de la locura cuenta que después de la lepra, los excluidos fueron aquellos con enfermedades venéreas, pobres, vagabundos, jóvenes en correccionales, entre otros habitantes incómodos.
La exclusión social tenía la misma forma de separación rigurosa desde finales de la Edad Media.
Para la locura, una exclusión mítica: un viaje en barco ¿Qué será de aquel que navega en la inmensidad del mar? ¿Se volverá más loco?
El loco era expulsado de sus tierras, eran sujetos incómodos, entonces se les enviaba con un barquero para dejarlo en otro sitio apartado; en la nada el loco lo encontraría todo.
Un loco errante de la vida, aquel que vivía en su delirio; una cabeza alienada que se encontraba en su imaginación.
¡Pero no es un cuento! Todo lo que te cuento pasó en realidad. Muchos locos se fueron en Das Narrenschiff de Sebastian Brant, o Stultifera Navis -en latín- título incluido en la primera parte de Historia de la locura, de Foucault.
Aquel que infatuado por su “sabiduría” no seguía buenos consejos era, en cierta manera, loco. Dice Brant que donde hay consejo, hay dicha y poder.
Los locos no son pocos ¡Son bastantes! Muchos, como el número de historias que te seguiré contando, querido lector.