Sin temor a equivocarme, una de las situaciones más difíciles por las que un ser humano atraviesa —ya sea por necesidad académica, laboral o por puro masoquismo artístico— es el temor a la hoja en blanco, y es que es como una especie de lienzo que podría contener todo y nada a la vez y es tan poderoso, que nos lleva a un punto filosófico de autocriticarnos y cuestionarnos la veracidad de nuestros pensamientos e ideas. Me gusta pensar en ella como un escenario con público a tope: hace que todo lo que tenías en la cabeza —talento incluido— de pronto sea una nebulosa borrosa de palabras e ideas inconexas y entonces… nos bloqueamos.
Y venga, es normal. Le ha pasado hasta al más experimentado de los escritores o académicos ya que, como todo en la vida, es un gigante al que se le va venciendo una palabra a la vez, donde el único ingrediente secreto es la constancia. ¿No me crees? Aquí te traigo una serie de consejos prácticos que fácilmente puedes aplicar sin importar qué es eso que quieres plasmar por escrito: desde un oficio hasta una novela.
Los consejos aquí numerados, los he tomado de dos fuentes principalmente: el libro “Mientras escribo” del gran Stephen King —que conoce perfectamente bien el arte de escribir, y sino me creen, échenle ojo a su bibliografía con más de 100 títulos publicados, entre novelas, cuentos, guiones televisivos y de cine, etc.—y una talentosa escritora —amiga y tallerista— mexicana independiente, Ainhoa R. Verdugo.
1. «Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho»
Y por escritor nos referimos a cualquier tipo de escritor: desde el más pequeño y cotidiano hasta el que tiene ambiciones creativas. Y sí, aunque te preguntes: “yo sólo quiero escribir una circular de mi departamento no una novela, ¿para qué tengo que leer?” Bueno, la respuesta es simple y clara: porque es la fuente de tu lenguaje. King la llama “la caja de herramientas mental” es decir, los recursos de los que te vas formando para fortalecer tus formas de expresión, desde conocer y saber emplear correctamente las palabras hasta otros recursos propios del lenguaje escrito: signos de puntuación, ortografía y sintaxis.
Así es, leer es la base fundamental de todo buen escrito y es un hábito que sólo se adquiere con el tiempo.
2. Piensa cuál es tu objetivo para comenzar a escribir.
No divagues y antes de siquiera poner la primera palabra sobre el papel, respóndete a ti mismo la pregunta: ¿por qué quiero escribir? Y no es que la respuesta deba ser una tesis filosofal, no. Es simplemente la primera guía que te ayudará a enfocar a tu cerebro en una sola idea: escribir un cuento, redactar un correo a mi jefe, escribirle una carta a mi novix, crear mi propio mundo fantástico…. Siempre que encuentras una razón para hacerlo, será más fácil para tu cabeza enfocarse.
La emoción detrás de la respuesta es cosa tuya.
3. «Usa la primera palabra que se te haya ocurrido, siempre y cuando sea adecuada y de vida a la frase»
Uno de los principales errores que cometemos al escribir, es el querer buscar la perfección o “que se lea o se vea bonito, profesional”, sin embargo, aquí King desmiente la idea. Él recomienda dos procesos: el creativo, en el que poco importa el cómo de las palabras, sino más bien el de decir todo lo que se tiene que decir, para después dar paso al segundo proceso: el de corregirlo y hacerlo más “estético”. Sin embargo, nuestro cerebro puede perder la guía sin nos afanamos en querer encontrar la palabra perfecta para expresar lo que tenemos que decir, cuando en definitiva, la palabra perfecta para esa emoción, es la primera que cruzó tu cabeza.
(He aquí de nuevo la importancia del consejo 1).
4. «El espacio es importante siempre que haya una puerta que estés dispuesto a cerrar”.
Sí, es imposible negarlo: sí se necesita un espacio —sea el que sea— donde escribir. Y de preferencia con puerta. Y es que el acto de escribir es más bien solitario: tú decides si pones música o lo haces en silencio, si lo haces en la cama o sobre una mesa, pero el poder aislarte de la distracción y enfocarte únicamente en lo que necesites expresar, ayudará mucho a que las ideas fluyan de mejor manera.
¿Estás en la oficina y no puedes? No te preocupes, unos audífonos a veces son la única puerta que te separa de la realidad y esa nueva realidad que estás construyendo.
5. «Toda idea comienza con una pregunta».
Todas las grandes ideas surgen de cuestionarse la realidad y jugar con sus elementos: ¿qué pasaría sí…? Y entonces, nace un mar de posibilidades infinitas donde la creatividad es el ingrediente activo de dicha fórmula y nace una nueva idea. Antes incluso de comenzar la labor de la escritura, el darle forma a ese pensamiento es fundamental para dotar de estructura a lo que queremos decir. En otras palabras: ya tenemos el núcleo de lo que queremos contar antes de contarlo.
Puedes llevar más allá este paso y pensar en la estructura básica de todo texto: introducción, desarrollo y conclusión. De esa manera, cuando estés frente al folio en blanco, sabrás donde comenzar y a donde tienes que llegar.
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6. «La descripción es la visualización de lo que quieres hacer vivir al lector»
Sin duda, la sustancia de todo texto es la narración y la descripción, sobre todo su hablamos de textos enfocados en lo literario. La creación de atmósferas y emociones a través de las palabras y el lenguaje, son lo que dota de vida a un texto; por ello, es importante ser puntual en la construcción de esa atmósfera y permitirle al lector ver lo que nosotros vemos en nuestra cabeza al momento de pasarlo al papel. Y no, este punto no habla de talento, habla más bien de constancia, puesto que es algo que se logra únicamente con la repetición del consejo 1: leer mucho y escribir mucho.
7. Imagina la reacción de las personas que lo lean: ¿qué efectos quieres conseguir?
Todo texto tiene una intención y un porqué. Ya lo definiste y lo pensaste antes de comenzar a escribir, sin embargo, durante el proceso creativo es importante preguntarse qué emoción se busca generar en el lector: alegría, tristeza, nostalgia, urgencia… estos, son elementos que permiten crear lazos con las historias que leemos. Además, Ainhoa Verdugo dice que, cuando logras ser fiel a tus sentimientos y no tener miedo de llevarlos al límite al momento de escribir, estas emociones serán percibidas como genuinas para el lector y entonces, el efecto será casi inmediato para con él y de la misma manera que una canción interpretada con emoción logra conmoverte, un texto puede transmitir más de una emoción.
8. «Cambiar el debo por el quiero».
El último pero no por eso menos importante: escribir no es una labor que se puede ni se debe forzar. Es algo que debe nacer de lo más profundo del alma, más como una necesidad que una tarea impuesta por la fuerza.
Si bien la constancia es algo que sirve para construir a un buen escritor, ésta nunca debería convertirse en algo que se “debe” hacer, sino más bien algo que se “quiere” hacer. La pasión es algo que también se puede percibir entre letras y aunque es mejor que la inspiración te encuentre trabajando, hay días en los que también se vale esperar a que llegue por si sola.
Escribir es un arte, por ello lleva un trozo del alma de quien lo hace.
Así pues, espero que estos sencillos consejos puedan servirte para afrontar el miedo ante una hoja en blanco y sobre todo, a decir lo que tienes que decir.
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Foto portada: fuente/uik.eus