¿Alguna vez te preguntaste por qué soñamos? ¿Por qué olvidamos nuestros sueños? ¿Soñar es sano?
La mayoría de los seres humanos hemos soñado en algún momento de nuestras vidas. Soñar es aquello que nos concierne, un fenómeno propio, el acceso a un mundo que es nuestro.
Soñar; constituye, por lo general una salida de nuestra vida diurna, de donde deduciríamos prematuramente que, soñar es entonces algo benéfico para nosotros, pero ¿Cuánto de nuestro estado diurno nos llevamos al sueño?
Cuando se sueña se le da la espalda al mundo, sin embargo, no por eso el mundo deja de existir en nuestros sueños, esta, aunque representado de manera distinta.
Freud (2012) señala; en la interpretación de los sueños, como es que por mas peculiares sean los sueños no pueden ser independientes del mundo real. Los elementos en los sueños, desde los más sublimes, hasta los más aterradores o exagerados tienen la tendencia a tomar forma basados en lo que hemos vivido en la vida diurna.
¿Cómo es esto posible? Quizá sea imposible que el día anterior nos hubiésemos arrojado del techo y volado o es impensable que en medio del día hubiésemos caído en algún agujero.
Esta es una valida refutación, Freud añade, como es que “recordamos aquello, pero no recordamos haberlo vivido jamás” (Freud, 2012, p.27). Queda para nosotros extraviada la idea de donde provienen tales sueños, pero con frecuencia si pensamos en lo acontecido días anteriores puede venir a nosotros una explicación.
Los sueños terminan por ser mas un cuadro abstracto de aquello que hemos vivido; nos ha causado pena, alegría, o enojo. En nuestros sueños nosotros somos ese artista que da vida a la pintura.
Por ende, colocar reglas a los sueños de modo que se les generalice o se les acomode por grupos es un error.
No es posible que juzguemos el contenido de nuestros sueños del mismo modo en que podríamos juzgar la manera en que se desarrollan los afectos, las emociones o las pasiones en él. Los sentimientos y afecciones desarrollados en los sueños son a los que debemos enfocarnos en primer término, puesto que son estos los que perduran o bien se ocultan de la vida diurna a diferencia del contenido del sueño, que, por lo usual es más simbólico (como si leyésemos jeroglíficos).
Los sueños son sumamente propios, nos revelan más de nosotros de lo que podemos creer, a menudo, representan el escape por excelencia de la sobrecarga que llevamos en el día.
“El carácter común de los sueños nos revela mucho, más fielmente nuestro estado de animo total que un autoanálisis en la vigilia” (Freud, 2012, p.117).
Es difícil mentirnos a nosotros mismos en los sueños. El olvido de estos, señala, más bien, un intento por negar aquello que nos esta aquejando.
La OMS (2014) considera el sueño como elemento básico para desarrollarnos sin inconvenientes en nuestras actividades sociales y laborales, pero, hay que tener en cuenta, que es exactamente dicha razón la que impide que un sueño se desarrolle cada vez que dormimos.
Sin duda el sueño es bienestar para nuestro desempeño cotidiano, pero más allá del descanso, el sueño enmarca elementos de nuestra vida diaria que nos han sido significativos, aunque quizá han pasado por alto, Freud sostiene que:
“Interpretar un sueño, quiere decir <indicar su sentido>, o sea, sustituirlo por algo que pueda incluirse en la concatenación de nuestros actos psíquicos como factor de importancia y valor equivalentes a los demás que la integran” (Freud, 2012, p.152).
Los sueños representan una realización de nuestros deseos, Freud (2012) ha señalado que, aunque neguemos con vehemencia la presencia del sentimiento del sueño, este, no deja de ser un estado de desplazamiento o sustitución.
El sueño nos permite realizar un propósito que en la vida habríamos sido incapaces de realizar.
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El sueño nos revela una conclusión sobre el secreto de nuestros pensamientos.
Es posible que reste aún mucho por descifrar en el campo de nuestros propios sueños, pero, si la intención es conocernos mejor a nosotros mismos, un buen punto de partida puede ser nuestros sueños.
Sueña