Los clásicos, esos textos que nos hacen leer desde la primaria y que se vuelven un especial pesar por eso de la preparatoria y que finalmente terminan de ser un martirio al final de la educación superior; pero, ¿por qué tanta insistencia en que tantas generaciones pasen sus ojos por las mismas páginas ¿qué no se agotan las letras?
Primero hay que dejar en claro qué vuelve a una lectura en un clásico. Para que un texto sea considerado como tal tiene que cumplir con dos básicas pero a la vez complejas condiciones. La primera yace en la vigencia, para tener este requisito se necesita que la pluma de quien haya escrito su obra, se mantenga siempre al día, que sea la situación que suceda quien lo lea pueda sacar provecho de su lectura. La segunda condición trata de la universalidad. Sólo en tanto trate un tema que concierna al género humano no sólo a una persona o un grupo de personas y sin discriminante alguno es que califica.
Ahora que sabemos de qué hablamos cuando decimos clásicos, la pregunta se mantiene ¿de qué me sirve leer a un señor que escribió hace 200 o quizá hace 2000 años? Lo primero que hacen estas obras por nosotros es recordarnos sin importar qué tan lejos, espacial o temporalmente, esté el autor de nosotros, seguimos unidos a éste por ser humanos, las diferencias se borran tan pronto quien se decide a leer encuentra con tal vínculo. Leer clásicos nos recuerda que tanto el marginado, el rico, el intelectual, o un estudiante de preparatoria en el siglo XXI se pueden preguntar lo mismo, nos une como personas.
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La otra es que si nos dedicamos a entender una de estas obras que han sobrevivido siglos como indispensables, leemos a la vez la fuente directa, es decir, cuando se lee una novela de ficción se tiene en las manos la tradición que comenzó con Cervantes al escribir El Quijote, y que después se revolucionó con Verne por hablar de la fantasía para finalmente tener un auge en la literatura que nos lleva fuera de este mundo. Nos deleitamos con grandes obras; sin embargo, es algo así como leer el resumen del resumen,se entiende pero no es suficiente, hay mucho más.
Por último y la razón por la que resulta en instantes molesto hacer esta tarea. Leer a los clásicos nos ayuda a pensar mejor, digo esto pues no es una labor sencilla, estas obras fueron escritas mucho antes de la tradición de entregar con velocidad las respuestas, que ahora tenemos. Por eso puede resultar lento o cansado pero a la vez fructífero. Si sabemos entender a las grandes mentes de miles o cientos de años atrás significa que nuestro cerebro tiene buen ejercicio mental y nos ayuda a desarrollarnos intelectualmente.
