Actualmente, en el cine existen un sinfín de escapatorias para la vida real que, en su mayoría, son un desglose de creatividad del ser humano. Sin embargo, hay veces que la película y la realidad coexisten simultáneamente dentro de la cabeza un espectador. Quien guste de una buena película, según sus criterios, tiende a asimilar de manera un tanto peculiar cada imagen que se le presenta. Por ejemplo, tenemos las películas de super héroes donde, los más pequeños tienden a relacionarse con el héroe de la historia. O ¿qué tal las películas de terror o suspenso? Hay veces en que el público se siente identificado con los fenómenos paranormales porque evocan emociones o les genera pánico. En fin, por otro lado, tenemos películas donde se intenta retratar, mediante un plano secuencia, la vida en otra época a manera de que el espectador pueda sumergirse en un cuadro de costumbres que refleje la realidad de ese entonces.
Genius (2016) (en España: El editor de libros y en Latinoamérica: Pasión por las letras), es una película basada en el libro titulado Max Perkins: Editor of Genius de Scott Berg que, más que relatar la vida de hace unos años, busca darnos un estereotipo de lo que fuera, es y sigue siendo en cierta forma, el oficio de la edición. Tanto en la obra como en la película nos presenta a sus dos personajes principales: Max Perkins (en la película interpretado por Colin Firth) y Thomas Wolfe (interpretado por Jude Law) que, a través de una relación parecida a la de padre e hijo, buscan publicar una serie de libros escritos por este segundo.
La premisa de la película es la siguiente: todo se basa en un estrecho vínculo que existió entre Perkins y Wolfe, y durante el proceso de publicación de la segunda novela de Wolfe, “Time and the River”, cuando surgió la complicada relación con Perkins, ya que Wolfe aseguraba que su obra había sido significativamente recortada y editada antes de su publicación. Por su parte, Perkins estuvo trabajando como editor literario en Scribner durante un periodo en el que no solo trabajó con Wolfe, sino también con otros autores como Ernest Hemingway o Francis Scott Fitzgerald.
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Personalmente, la trama no me ha parecido muy significativa, e incluso puede parecer, por un momento, predecible. Aunque, por otro lado, las actuaciones me han parecido buenas, tanto de los protagonistas como de los personajes secundarios. Pero ¿Qué es lo que realmente me gustó de esta película? Sin duda el intento de retratar el trabajo tanto de un editor, como de la marca editorial de aquellos años donde la tecnología no es como la conocemos ahora. Máquinas de escribir, copistas, hojas y hojas de papel, todo este tipo de material alude a lo difícil que era la corrección de estilo en una obra en específico. A su vez, la película trata de mostrar una serie de conflictos entre el editor y el escritor, conflictos que pueden presentarse al momento de recortar partes de la obra, reflexionar diferentes títulos para esta o incluso cosas que pueden deteriorar la vida personal de estos dos.
La película nos muestra de manera minimalista todo lo que implica editar diferentes obras para que éstas puedan llegar a la mano de sus lectores. Todo lo anterior lleva a una cruda e inquietante reflexión acerca de este oficio. ¿Un editor realmente mejora una obra? ¿O simplemente la manipula y, a su vez, la transforma en algo completamente nuevo y diferente para que esta sea del agrado de los demás? Todo esto se visualiza en diferentes tomas de la película donde Max hace tachones, borrones, cortes al texto… o donde este le dice a Tom lo que es pertinente para que su libro tenga éxito.
En conclusión, si dejamos un poco de lado la trama, la película bien nos muestra unas cuantas características del sujeto que se dedica a llevar cualquier escrito a varios lectores. A su vez, nos hace reflexionar sobre lo que es realmente el trabajo de editor y como aquel sujeto que lo desempeña pasan, tanto al escritor como a su obra, por un filtro creado bajo los criterios de quien se encarga de la edición.