Keith Flint, un espíritu PUNK en la generación DANCE
Volvamos el tiempo atrás. A mitad de los años 90, donde el grunge y el britpop dominan la escena musical rockera, donde Nine Inch Nails y Marilyn Manson se erigen como las nuevas propuestas oscuras del mainstream que han devuelto al rock gótico a las catacumbas de lo subterráneo y donde la llamada ‘Música Electrónica’ esa que aparece tanto en los raves clandestinos como en las discotecas para los niños ‘nice’, comienza a ganar adeptos en demasía… y ahi, Keith Flint y The Prodigy son unos de los protagonistas.
Es 1996 y ¡pum! ‘Born Slippy’ de Underworld se convierte en todo un himno gracias a ‘Trainspotting’ y los beats electrónicos irrumpen con furia la industria musical. Pronto, uno se comienza a familiarizar con el trance, acid house, techno, jungle, breakbeat… y con The Chemical Brothers, Fatboy Slim, Junkie XL, Daft Punk y The Prodigy, conformado por un ‘cerebro’ (Liam Howlett), un bailarín (Leeroy Thornhill) y dos vocalistas (Maxim y Keith Flint) que gritan a los cuatro vientos “Fuck them and Their Law”.
‘Music for the Jilted Generation’ (1994) puso a The Prodigy en el lado rebelde de la electrónica. Este álbum, el segundo de su carrera, es visto como una respuesta a la criminalización de la escena rave británica. ‘Their Law’, ‘Vodoo People’ y ‘Poison’ son los tracks más emblemáticos de esta obra… pero lo mejor para The Prodigy estaría por venir.
‘The Fat of the land’, los cuernos de la luna, censura y shock visual
Para 1997, The Prodigy estrenaría el disco que los puso en boca de todos. El video de ‘Smack my bitch up’, primer sencillo del disco, es una oda a la decadencia al estilo Irvine Welsh y mostrada, con mayor crudeza de la que Danny Boyle presentó en ‘Trainspotting’. Filmado desde un plano subjetivo, esta obra es todo un viaje ácido -literal- de un personaje que se intuye es masculino, pero cuyo final produce un éxtasis, un gran impacto, una patada a lo ‘convencional’ y por ello dio de qué hablar a los sectores más puristas de la sociedad.
En aquel entonces, la Organización Nacional de Mujeres acusó al grupo de «fomentar la violencia doméstica», además de que “utiliza a las mujeres como forma de entretenimiento”. Flint, contestó: “La gente debe encontrar la ironía a esta canción”. Palabras más, palabras menos, la letra de la canción sólo dice: «Change my pitch up/ Smack my bitch up». («Sube el tono / Abofetea a mi zorra»).
La difusión del video fue prohibida por la BBC de Londres, pero al mismo tiempo recibió el premio de Mejor Vídeo Dance y Mejor Video de Artista Revelación en los MTV Video Music Awards de 1998. Aquí, el video sin censura:
Así, comenzaban las comparaciones con los punks de The Sex Pistols, que escandalizaron la Inglaterra de los años 70, y no por la música, sino por el escándalo y polémica que generaban. Y Flint fue parte importante de ello debido a que dejó atrás el cabello largo y su imagen ‘normal’ para convertirse en un ente digno de la música de The Prodigy: una especie de horror clown punk salido de las cloacas londinenses, con una mirada de serial killer y una energía brutal arriba del escenario. Él sólo contestaba:
“Al final del día, si la gente me tiene miedo, ¡que se jodan!”
Y el fuego ardió…
‘Firestarter’ y el lado frágil
Y así, durante más de 20 años, Flint fue el elemento más ‘llamativo’ de The Prodigy, pero la furia con la que se veía en el escenario, contrastaba con su vida personal. “Amigable”, “humilde”, “sencillo” eran algunos de los calificativos que salieron a la luz tras confirmarse su suicidio en su casa de Essex, en Londres. Incluso, dos días antes de su muerte participó en una carrera y después se le notó de buen humor con un amigo en un restaurante.
Sin embargo, esa ‘bestia’ que enloquecía al ritmo de los beats en el escenario, lidió sus últimos días con una fuerte depresión provocada, según personadas allegadas al vocalista, tras separarse de su esposa, la DJ japonesa Mayumi Kai, con quien estuvo 13 años casado y quien fuera parte vital en su desintoxicación, allá por 2006.
Hace unos días, Daily Mail reportó que Flint le pidió a su esposa volver, por lo que retrasó la venta de la casa en Essex donde ambos vivían y por la que pedían 1.5 millones de euros.
Esta no fue la única ocasión donde se supo de problemas de depresión de Flint, puesto que en 2004, ni siquiera pudo participar en el álbum ‘Always Outnumbered, Never Outgunned’, sucesor del legendario ‘The Fat of the Land’, el cual, pasó sin pena ni gloria. En aquel período, Keith se hizo adicto a los fármacos.
No fue hasta 2009, ya con Flint de regreso, con el que The Prodigy volvió a tomar algo de la cima perdida con el álbum ‘Invaders must Die’.
Finalmente, el 4 de marzo pasado, cuando se dio a conocer la muerte de Flint, Lol Tolhurst, exbaterista de The Cure, escribió en Twitter:
“Cuando vi a Keith en el video de ‘Firestarter’, sonreí, porque sabía lo que era, la revolución punk de la generación dance”. Amén