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La diplomacia ante la crisis del Coronavirus: la salud como un derecho y la explotación laboral

La semana pasada realizábamos algunas aproximaciones al concepto de salud, su estado en México antes de la emergencia sanitaria causada por SARS-CoV-2, amén de que iniciábamos la discusión sobre si la salud debía ser pagada por el Estado o los particulares (checa este link para leer la nota). Este texto redondea algunas de las ideas anteriores y tiene como fin el recuperar las modificaciones que ha sufrido la salud ocasionadas por la globalización, señalar la existencia de la diplomacia de la salud, su importancia y los actores involucrados y, por último, delinear algunos desafíos que emanan de la coyuntura actual, más allá del área sanitaria.


Globalización y salud

Kelley Lee explica en Globalization and Health (2003) que no sólo la movilidad de las personas fomentó la expansión de las enfermedades, también lo hicieron los cambios científico-tecnológicos promovidos por la Revolución Industrial. Aunque se reconoce la importancia de los desarrollos científicos desarrollados durante dicho periodo —que trajeron tanto en corto como mediano plazo una mejor calidad de vida para miles de personas (por ejemplo, el descubrimiento de las vitaminas en 1880 y las primeras hipótesis que identificaban las deficiencias de estas con el desarrollo de ciertas enfermedades, como el escorbuto)—, también fueron causantes de algunas modificaciones en el estilo de vida de los seres humanos que facilitaron la proliferación de enfermedades.

Fuente: economipedia.com

Basta recordar que a partir del siglo XVIII comenzaron en Europa las migraciones masivas de las zonas rurales a las urbanas, en aras de conseguir una mejor retribución por el trabajo. Empero, el hacinamiento en las ciudades, que no contaban con la infraestructura necesaria —especialmente de saneamiento y acceso al agua potable—, sumado a una inexistente regulación laboral (participaba la infancia) y a condiciones de vivienda no óptimas, ocasionaron la propagación de enfermedades —conocidas en ese momento como crowd diseases (enfermedades multitudinarias)—, que se veían acentuadas por la desigualdad imperante (ejemplificado por la propagación y el combate al cólera).

Lee señala que la situación cambió en 1920, cuando la comunidad internacional consideró —al ver la devastación del continente europeo tras la Primera Guerra Mundial— importante favorecer la cooperación internacional, especialmente en materia sanitaria. El organismo antecedente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Sociedad de Naciones, creó su Organización de la Salud, que fue concebida por sus arquitectos como un ente activo que buscará formas de evitar la propagación de enfermedades que habían mermado a la población mundial, como tifus y la influenza —pandemia apenas recordada por el escenario sanitario actual, la gripe de Kansas y conocida popularmente como gripe española es una de las más letales hasta el momento: las estimaciones de los fallecidos (imprecisas pues la cepa comenzó su propagación durante la Gran Guerra) van desde las 50 hasta las 100 millones de muertes— y no sólo hiciera una recopilación de datos.


De la salud internacional a la salud global: la diplomacia de la salud

La Sociedad de Naciones se extinguió y dio pasó a la ONU, organismo internacional de vocación universal, pero la idea de promover la salud a nivel internacional ya había quedado establecida en los dirigentes de los organismos internacionales. Así, a través de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se involucró a los Estados nación para que favorecieran y fomentarán la salud internacional.

En  Global Health and International Relations (2012), Colin McInnes y Kelley Lee señalan que existen cuatro delineaciones que ayudaron a los especialista y al público en general para entender las diferencias entre salud en la esfera nacional e internacional:

  • La salud internacional hace referencia a la salud en aquellos países que quedaron dentro de la expansión militar y económica de las grandes potencias hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial (delineación imperialista).
  • La salud internacional se concentró en las “enfermedades tropicales”, reflejando así una preocupación por los países ubicados en el trópico (delineación geográfica).
  • La salud internacional es aquella que se centra en las necesidades de los habitantes en los países en vías de desarrollo (delineación por estatus socioeconómico).
  • La salud internacional es el concepto que se emplea para realizar análisis comparativos de los sistemas nacionales de salud así como sus problemas (delineación política).

Las demarcaciones anteriores dejan entrever varias cuestiones, pero la principal es que parece sugerir que los países del norte no enfrentan problemas de salud graves, a diferencia de los del Sur, que no cuentan con la infraestructura médica necesaria y se enfrentan a enfermedades particulares que merman las condiciones de vida de sus habitantes. Por ello, diversos estudiosos de la salud propugnaron por un concepto más holístico de la salud en el plano internacional, en donde se considerará a todos los miembros de la comunidad internacional.

Fuente: sopitas.com

En  Global Health Diplomacy (2013), Kickbushc, Lister, Told y Drager retoman la acuñación de Kickbush, Silberschmidt y Buss sobre la diplomacia de la salud, entendida como un <<proceso de negociación multinivel que da forma y administra el ambiente político en materia de salud. En un mundo ideal, lo anterior resultaría en una mejor seguridad sanitaria en el plano internacional y en mejor salud de la población para cada uno de los países involucrados (sirviendo así al interés nacional) así como a mejorar las relaciones entre los Estados y fortalecer los compromisos a una gran variedad de actores para trabajar en el esfuerzo común que garantice a la salud como un derecho humano y un bien público global>>.

Con base en lo anterior se pueden redondear varias cuestiones de la definición en salud proporcionada por la OMS y que introducimos la semana anterior. La salud es un derecho humano —ninguneado, ignorado—, el cual se salió de las regulaciones del país con las reformas propiciadas bajo la idea de que el Estado es un mal administrador en gran parte de las economías en desarrollo. Además, ni el órgano de Naciones Unidas ni los países son los únicos que participan en este sector.

En el plano de los organismos internacionales no gubernamentales (OING), encontramos a la Cruz Roja y la Media Luna Roja y Médicos sin Fronteras, quienes han jugado papeles destacados para ayudar en emergencias sanitarias —la Cruz Roja en zonas en conflicto, como la Franja de Gaza o Médicos sin Fronteras apoyando a Sudáfrica para desestimar las demandas de las empresas que tenían la propiedad intelectual de los medicamentos antirretrovirales para producir los propios, pues los precios estratosféricos no le permitían pagarlos—. Empero, también existe otro punto en el que tenemos que detenernos con más atención: la filantropía.

Desde 1990, los multimillonarios encabezados por la Fundación Bill y Melinda Gates, se han sumado a la conversación en materia sanitaria. Encontramos a Bloomberg (compañía estadounidense de asesoría financiera), Open Society Foundations (propiedad del magnate George Soros), el Bufete Warren, entro otros haciendo donaciones importantes en materia de salud. Lo anterior no sería alarmante si no fuera porque parece que estos individuos están definiendo parte de la agenda en salud global: escogen las enfermedades que se van a investigar, pues la cuantiosa financiación que tienen les permite acceder a personal médico de primer nivel (y en ocasiones sus descubrimientos terminan en patentes que los terminan enriqueciendo todavía más), o modificar la agenda de organismos internacionales en materia de investigación (el combate desenfrenado a la Malaria).

Fuente: consalud.es

A lo anterior tenemos que añadir los esfuerzos que están haciendo otros organismos internacionales, específicamente aquellos que concentran su trabajo en el desarrollo —el Banco Mundial (BM), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)—, e incluso el tema ha llegado a otras esferas multilaterales donde se considera que se toman las decisiones —el Foro Económico Mundial (conocido como Foro Davos), el Grupo de los 7 (G-7) y así, lo que en teoría debería ser un concierto de voces articulada del que emanen propuestas de gobernanza en materia de salud, nos encontramos frente a una cacofonía en donde cada participante quiere hacer valer sus intereses.

Así, aunque en teoría deberíamos ver un escenario donde la multiplicidad de actores garantice la salud como un derecho humano, en donde exista un mejor control sobre su implementación —amén de que se promueva una mayor flexibilidad operacional y una puesta en práctica de nuevas normas y estándares—, nos enfrentamos a una mayor fragmentación de la agenda de salud global, en donde existe duplicación de tareas y prima una competición entre programas y responsabilidades.

Fuente: lanacion.es

No debe extrañar a nadie, entonces, los ataques contra la OMS, en especial sobre el Director General del organismo, el keniano Tedros Adhanom. Cabe resaltar que no es la primera ocasión en que un mandatario de esta agencia de las Naciones Unidas es motivo de críticas y burlas. Cuando la antecesora de Adhanom, Margaret Chan, enfrentó la crisis de la gripe porcina, se recordó su pobre gestión como parte de la cartera de salud en Hong Kong durante la lucha contra la gripe aviar en 1997, pues  salía frente a las cámaras de televisión asegurando que ella había comido pollo la noche anterior y no le había pasado nada. Y de su desafortunada actuación durante el brote de ébola en África mejor no hablamos.


El mundo post coronavirus  

Una de las constantes de la historia humana durante los periodos de crisis es la búsqueda de culpables. Y si bien pareciera que desde aquí también se tiene la idea de que no se ha realizado una buena labor desde la OMS, lo cierto es que la responsabilidad recae en prácticamente todos los Estados. En 2015,  Margaret Chan concedió una entrevista a El País, en donde advirtió que las epidemias y pandemias serían más comunes y que el mundo no estaba preparadas para hacerles frente.

Los expertos, incluidas las agencias de inteligencia de los países, venían advirtiendo al menos desde el 2015 de que la siguiente gran amenaza para el sistema mundo sería una pandemia. De hecho, los partidarios de las teorías de conspiración ven el vídeo de 2017 en el que Bill Gates advierte como un patógeno de fácil propagación sería letal para el humano, como la prueba de que la coyuntura actual fue orquestada por las élites globales para implantar el Nuevo Orden Mundial.

Fuente: mienio.com

Sin embargo, desde aquí la pandemia actual se percibe de forma diferente. Parece que los gobiernos de la mayor parte del mundo desestimaron prepararse para la pandemia que venía y estaba anunciada porque todavía perciben a la salud como un servicio que tienen que brindar a su población y no como un derecho que tienen que garantizar. La salud vista a través no sólo de la óptica de costo-beneficio, sino como algo que no retribuye en las urnas y que puede esperar, porque no es importante.

Para complejizar aún más el escenario anterior se tiene que tomar en consideración las declaraciones que han hecho las personas dueñas de importantes consorcios empresariales tanto en México como el mundo. Ricardo Salinas Pliego insiste en que se deben reanudar las actividades con normalidad, pues  no se puede vivir encerrado hasta que surja una vacuna. Donald Trump —además de presidente de la Unión Americana, empresario— también pide (aunque parece que es más por un intento desesperado de conseguir la aprobación popular para estar un segundo periodo en la Casa Blanca) regresar a las actividades.

Fuente: sup.news

Lo anterior resulta irónico, pues las personas que piden volver a la normalidad son aquellas que tienen el suficiente dinero como para vivir con más que soltura por el resto de sus vidas, amén de los más beneficiados; como muestra basta un botón: Jef Bezzos, dueño de Amazon, se volvió más rico durante la coyuntura actual: su fortuna ahora asciende a 138.5 mil millones de dólares y diversos especialistas consideran que se alzará como el primer trillonario de la historia. Lo anterior, con toda proporción guardada, se replica en menores escalas (dueños de medianas empresas que buscan la manera de seguir produciendo en medio de la contingencia).

Mis limitaciones en materia económica me impiden profundizar en el tema —la famosa transición al capitalismo digital—, pero basándome en la teoría económica internacional puedo aproximar una idea. El intento de acumulación infinita de capital en un mundo de recursos finitos no se detiene ni por una pandemia —ya lo vaticinaba la minería especial— ni se detendrá cuando la crisis ambiental, que devino en una crisis civilizatoria, estallé. El no ser humano (pues bajo la lógica capitalista la deshumanización es importante) tiene que trabajar hasta morir, en el sentido más literal. Simplemente nuestra vida no interesa.

Fuente: grama.cu

A lo anterior también hay que sumar los intentos de control biopolítico. Diversas personas alrededor del orbe alaban los mecanismos de control que se han impuesto en el sureste de Asia: en Taiwán y la República Popular de Corea se han empleado los teléfonos inteligentes para verificar que las personas cumplan con la cuarentena y avisarle a sus nacionales de posibles fuentes (que no dejan de ser personas) de contagio. Y el control digital también llegó a Europa Occidental: España e Italia han seguido los mismos pasos.

Es comprensible que durante periodos de incertidumbre e inestabilidad el ser humano en su deseo de obtener orden decida soportar cierto grado de autoritarismo por parte de las autoridades. John Keane en  “La democracia y la gran pestilencia” no solamente hace una crónica brutal de los tiempos que corren, también nos recuerda que los derechos cedidos son más difíciles de recuperar de lo que parece. ¡Cuidado!

Fuente: larazon.es

Y es que aunque parezca que una sola persona no puede hacer mucho, la lectura de la actual pandemia es particular. El Estado democrático no puede desplegar a todos los garantes de la seguridad púbica —porque los pondría en riesgo de contagio— para obligar a las personas a quedarse en casa. Y aunque en algunos casos se contempla, esto no es deseable. La exacerbación del desarrollo personal y el deseo individual se ven confrontados por la necesidad de ponderar y priorizar el bien de la comunidad. Una parte importante de la solución de la emergencia sanitaria actual requiere que el ciudadano de a pie controlé sus impulsos y se quedé en casa…

A partir de la siguiente semana dejaremos que la nueva normalidad siga su curso y esta sección cubrirá los desafíos que enfrenta la comunidad sexodiversa —incluso las Marchas del Orgullo se llevarán a cabo de manera virtual este año por el coronavirus—. De cualquier forma aquí siempre estamos abierto a discutir las implicaciones de lo que viene, así que no dudes en dejar tus dudas, sugerencias y refutaciones en los comentarios. Esperemos lo mejor en la siguiente etapa y favorezcamos a que suceda, después de todo, como el título de un programa de entrevistas, aquí nos tocó vivir.