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Especial del Terror Crea Cuervos 06: las brujas

La imagen más popular de la bruja es la de una mujer de piel verde, con verruga en la nariz y que vuela en una escoba bajo la luz de la luna después de haber cometido alguna fechoría. Sin embargo, en fechas recientes, dicha idea ha ido perdiendo fuerza para representar a estas féminas de diversas formas, llegando al extremo de borrar sus gatos negros.

Fuente: BBC Culture

Y es que no existe una sola forma de ser bruja. Por ejemplo, la poderosa hechicera Circe —aquella que convirtió a los hombres en cerdos en La Odisea— tiene los encantamientos necesarios para entrar en la categoría de bruja. Lo mismo podemos decir de las cuatro brujas que habitan en la tierra de Oz (dos malvadas y dos buenas), de Sabrina, la bruja adolescente y la bruja de Blancanieves.

Por eso en esta sexta entrega del Especial del Terror Crea Cuervos los invitamos a todos a tomar sus escobas y preparar sus calderos para adentrarnos en una revisión antropológica de la figura de la bruja. Con suerte nadie terminará convertido en un sapo.


La figura popular de la bruja

De acuerdo con Alastair Sooke en ‘Where do witches come from?’, las brujas tienen una historia larga y elaborada; encontramos registros de ellas en la Biblia, donde aparecen con forma humana,  pero durante ese misma época también se les representa físicamente como arpías. Sin embargo, la imagen que existe en el imaginario colectivo de esta figura se forma en el Renacimiento.

Es en este periodo cuando el pintor y grabador germano Albrecht Dürer lanzó el estereotipo dual de las brujas que persiste hasta nuestros días. En ‘Las Cuatro Brujas’ (1497) se presenta a una bruja joven, en edad casadera y traicionera, que es capaz de doblegar a los hombres con su belleza física. En contraposición se encuentra ‘Bruja cabalgando hacia atrás sobre una cabra’ (1500), en donde se presenta a este ser como vieja y horrible.

Fuente: larazon.es

A partir de este momento, se experimenta el auge de las brujas en representaciones artísticas. En materia de pintura, los cuadros más reconocidos son los de Goya. En fechas recientes, los críticos de arte han señalado que más que pintar mujeres con poderes, el español hacía critica social de su tiempo. Sin embargo, existió un periodo donde se creyó que las brujas no sólo eran producto de artistas, sino que estaban entre nosotros.


La cacería de brujas

En 2106 National Geographic España presentó el artículo ‘La caza de brujas en Europa’. Ahí se señala que el período más intenso de caza de brujas se sitúa en la segunda mitad del siglo XVI y se prolongó hasta 1660. El saldo total se estima entre 40,000 – 60,000 condenas a la pena capital por cargos de brujería (tanto mujeres como hombres e incluso niños).

Pero ¿qué provocó este fenómeno? Los orígenes se remontan aún más atrás, donde la brujería fue concibiéndose como herejía por parte de la Iglesia Católica. Dicha institución gracias a las bulas ‘Vox in Rama’ (1233) del papa Gregorio IX, ‘Super illius specula’ (1326) de Juan XXII y finalmente ‘Summis desiderantes affectibus’ del máximo representante de la Iglesia en 1484, Inocencio VIII, condenó la herejía en todas sus formas y la caza de brujas formó parte de la cruzada para defender la fe.

Fuente: outono.net

Si bien la mayor parte de las personas creen que la caza de brujas fue un fenómeno homogéneo y que afectó principalmente a España, la realidad es diferente. Inicialmente esto comenzó en Suiza, extendiéndose rápidamente a Francia, donde se cometieron ataques bastante sanguinarios como el de vaudiere de Arras (1459), en donde la condena de un ermitaño por magia demoníaca terminó con una serie de declaraciones —obtenidas bajo tortura— y un saldo de 29 acusaciones y 12 ejecuciones.

Situaciones similares se cometieron en el territorio de la actual Alemania y, aunque llegó un poco tarde a la península Escandinava (los actuales reinos de Noruega, Suecia, Finlandia más Dinamarca) también se enjuicio principalmente a mujeres por servir al demonio. Pero ¿qué motivo esta histeria colectiva? Usualmente se señala a la pequeña era glacial (1580-1630) que arruinó más de una cosecha y terminó con varias cabezas de ganado sumado al brote de peste de 1630 lo que motivó a las autoridades a buscar culpables.

Si bien el fenómeno terminaba en el viejo continente, en la autoproclamada Nueva Jerusalén esto apenas comenzaba. En 2004, Nattie Golubov presentó en el ‘Coloquio sobre brujas’ de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) la ponencia ‘Salem, 1692’. Allí señaló que las mujeres para ser consideradas brujas, en los infames juicios de Salem, debían tener cuatro características:

  • Haber realizado el pacto con el diablo, “covenant”, el famoso contrato sellado mediante la firma de un libro específico.
  • Las acusadas tenían la capacidad de realizar maleficios (manipulaban objetos como muñecos de tela o pronunciaban palabras que dañan a otros).
  • Las brujas asistían al Sabbath.
  • Signos corporales, principalmente protuberancias con las que alimentaban a su “familiar”, demonio con apariencia animal que vivían con la(s) bruja(s).

Fuente: okdiario.com

Aunque la cacería de brujas en Salem tuvo mucho menos bajas (19 ejecuciones y 150 encarcelamientos), afectó en exceso a nivel internacional, pues el fenómeno de la brujería ya estaba casi ignorado en Europa. Sarah Good, acusada de brujería, fue quien detonó la histeria colectiva al confirmar que Sarah Osborne era un bruja. Este episodio de la historia ha sido llevado al teatro, cine y series de televisión. Para apreciar la creación de una bruja, no duden en ver ‘The Witch’ (2015) de Robert Eggers.

 

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 Las brujas en la cultura popular

Desde hace dos años vemos un resurgimiento de la bruja joven y seductora. En Netflix, por ejemplo, El mundo oculto de Sabrina presenta a una Sabrina mitad humana mitad bruja que no sólo tiene tiempo de lidiar con triángulos amorosos, también se debate entre formar parte del aquelarre o no. Empero, para quien esto escribe, Sabrina, la bruja adolescente (1996-2004) fue un programa superior, especialmente porque el querido gato negro/demonio Salem podía hablar. Eso no quita que la nueva versión de Sabrina, que es mucho más obscura, no sea buena en su género.

Fuente: oxigeno.com.pe

Otra bruja famosa es la bruja de Blair, la cual apareció en la cinta The Blair Witch Project (1999). Intentar explicar el éxito detrás de este trabajo es prácticamente imposible, pero destaca su formato de metraje recuperado, el cual ha sido imitado en más de una ocasión, aunque nunca con el éxito de la original. Esta bruja fue asesinada en 1785 y en 1994 su historia es el proyecto de tesis de los estudiantes de cine Heather Donahue, Michael C. Wiliams y Joshua Leonard.

Fuente: 20minutos.es

Las brujas con las que cerramos este listado son Marie Laveau y Fiona Goode, eternas rivales en la tercera temporada de la serie antológica American Horror Story. Durante la primera parte de la temporada seremos testigos de la creación y fortificación de un aquelarre por parte de Goode, mientras Laveau se dedica a continuar con una venganza que lleva más de 100 años, amén de consolidarse como la gran reina del vudú.

Fuente: hollywoodreporter.com

Sin importar si las brujas comen niños, enfrentan la adolescencia, sufren de desamor, etcétera, nos esperan más octubres con ellas. Esto se debe a que las brujas fascinan a la sociedad por ser encarnación del poder. En Icons of Horror and the Supernatural: and Encyclopedia of Our Worst Nightmares, Bernadette Lynn Bosky escribió el capítulo “The Witch”, donde señala:

«La bruja usualmente representa la liberación y el poder femeninos, el cual normalmente genera una respuesta ambivalente […] Históricamente, las dos formas en las que ejercen el poder estas figuras (para curar/proteger o enfermar/destruir) son parte de las prácticas de la bruja, a diferencia de lo que intentan representar los trabajos literarios, en donde se les atribuye sólo una de dichas características…»

Las mujeres que murieron acusadas de brujas formaban parte de dos grande grupos: mujeres de escasos recursos que no poseían las herramientas necesarias para defenderse de las acusaciones o aquellas que tenían conocimientos de herbolaria para tratar padecimientos comunes en su tiempo. Por ello, desde aquí apoyamos la idea de Lynn Bosky y te recomendamos que la próxima vez que alguien intente insultarte diciéndote bruja le agradezcas: no sólo está reconociendo tu poder e independencia, en el fondo también se siente aliviado de que no lo hayas convertido en polvo con tus encantamientos. ¿Tienen alguna bruja favorita? Dejen su nombre en los comentarios.