El asesinato de un joven a bordo de una unidad del transporte público en el municipio de Naucalpan, Estado de México, el pasado 28 de agosto, dejó en evidencia que los actos delictivos han trascendido las barreras de lo ordinario y ahora son ejecutados con un nivel de violencia y de crueldad, que es imposible dejar de pensar acerca de lo peligroso que es vivir en México.
Situaciones tan comunes como ir a trabajar o salir a comprar la despensa, se han convertido en un verdadero martirio al que millones de personas se enfrentan día tras día. Abordar un camión o una combi, sea en la mañana o la noche, o incluso por tan solo unos minutos, es como arrojar una moneda al aire, una actividad asechada por la muerte que se personifica en individuos con el único objetivo de amedrentar, intimidar y hurtar las pertenencias que con mucho esfuerzo adquieren millones de pasajeros. Son criminales que han perdido su calidad humana y se han convertido en simples almas degradadas, monstruos que no dudan un instante en accionar el gatillo.
¿Cuánto vale tu vida?
Según los datos reportados por la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, Víctor Manuel, el asesino del pasajero —mismo que ya fue capturado— perpetúo su infame y cobarde delito por la mísera cantidad de 300 pesos y dos celulares usados. El muy desgraciado le arrebató la vida a un joven de tan solo 24 años y causó un profundo dolor en su familia y amigos, tan solo por un par de billetes.
La terrible escena, captada en video, demuestra que el chico ni siquiera se resiste al asalto, pero desafortunadamente el delincuente decidió, sin más, dispararle letalmente en el abdomen, mientras su cómplice hizo de las suyas arrebatando teléfonos celulares y carteras.
Un chico de mí misma edad, quizás regresaba de trabajar o de una visita a sus abuelos, jamás volvió a casa; pasó sus últimos minutos en una camilla, debatiéndose entre la vida y la muerte, para finalmente fallecer por causa de un malviviente. Pude ser yo y pudiste ser tú… ¿Acaso nuestra vida vale un puñado de monedas?
Edomex: decisiones torpes, resultados nulos
El Estado de México se ha ganado un lugar importante en las estadísticas de crimen y violencia a nivel nacional, especialmente durante los últimos años. Es común escuchar a diario uno o más testimonios acerca de delitos cometidos al interior de los 125 municipios de esta entidad y tal parece que las autoridades no han podido poner freno a la ola de violencia que arrasa al estado desde hace varios años.
Según el mapa de incidencia delictiva nacional del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, correspondiente al mes de julio de 2020, en el país se cometieron un total de 154,023 delitos, de los cuales poco más del 18% se concentraron en el Estado de México (28,263), entidad que encabeza esta lista.
Este panorama no cambia a pesar de analizar la cifra acumulada de delitos en el periodo que va de enero a julio de 2020, puesto que de los 1,042,088 actos delictivos cometidos en este lapso, 191,248 los concentró el Estado de México, es decir, 170 veces más los delitos registrados en el estado de Campeche (la entidad con menor prevalencia delictiva) y un 55% más que la Ciudad de México, entidad que ocupa el segundo lugar en este listado.
Gran parte del problema son las estrategias emprendidas por el gobernador Alfredo del Mazo, o, mejor dicho, de la ausencia de estrategias, puesto que desde el comienzo de su administración ha “brillado por su ausencia” y lo único que ha proyectado es un gobierno vacío y desinteresado.
Durante su campaña y bajo el lema “fuerte y con todo” prometió a los mexiquenses “mano dura contra la delincuencia”, especialmente la relacionada con el asalto en el transporte público, sin embargo, una vez que llegó al Palacio de Gobierno en el municipio de Toluca, se acabaron las promesas y se desapareció. Únicamente se le ve en reuniones con empresarios, una que otra con grupos de campesinos —nada más por no dejar— y cuando sale a dar el grito el día 15 de septiembre.
Si sumamos una administración local ausente, los nexos de la policía con el crimen organizado, varios municipios olvidados y un presidente que le apuesta a una política de “abrazos, no balazos”, el resultado es espantoso: un quebrantamiento del estado de derecho, plagado de impunidad, sangre y terror.
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La vida sigue
Aunque el asesinato del joven en el municipio de Naucalpan ha causado un gran sentimiento de impotencia e inseguridad, no solo en los mexiquenses, sino en buena parte del país, mucha gente debe continuar usando el transporte público y caminar por las calles, a pesar del miedo y del terror a ser una victima más del crimen.
¿Cuándo será el día que podamos salir a las calles sin preocupaciones y sin miedo? Dudo mucho que sea una realidad cercana. Los gobiernos en todos los niveles carecen de respuestas, de acciones y medidas efectivas para hacer frente a muchos de los problemas que enfrentamos. Afortunadamente somos más los que queremos un México libre de violencia y los que con esfuerzo y honestidad sacamos a nuestro país adelante; la unión hace la fuerza, nunca hay que olvidarlo.
A partir del lunes y hasta el 11 de septiembre, día en que concluye el duelo nacional por víctimas de la Covid-19, instruido por López Obrador, dedicaré mi minuto de silencio, en punto de las 12 del día, a este joven víctima del crimen y a los muchos otros que desafortunadamente han perdido la vida de la misma manera, la mayoría de ellos, por un miserable par de billetes.
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Foto portada: fuente/forbes.com.mx