La inspiración de cada artista es relativa, pero el dolor se ha convertido en el afrodisiaco literario más influyente, como lo demuestra Horacio Quiroga en su obra ‘El hombre de la gallina degollada’.
El vínculo entre el arte y el dolor ha perdurado a lo largo del tiempo, y con el mismo, nacen obras de arte de carácter magnánimo, sólidas y perpetuas. Cada autor se convierte en Dante y la desgracia los nueve círculos que recorrer; sus obras crecen y su alma desaparece, se diluye. Es el costo a pagar, pues Dante no tiene miedo a la boca de lucifer.
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“¡Qué locura! Los amantes que se han suicidado sobre una cama de hotel, puros de cuerpo y alma, viven siempre. Nada nos ligaba a aquellos dos fríos y duros cuerpos, ya sin nombre, en que la vida se había roto de dolor.”
-Horacio Quiroga.
La inspiración de cada artista es relativa, pero el dolor se ha convertido en el afrodisiaco literario más influyente. En cada disciplina artística, hay maestros que han recurrido han realizar catarsis en cada uno de sus lienzos, dejando una parte de su ser en él, en este caso, a pluma y tinta.
Horacio Silvestre Quiroga Forteza, es la imagen pura del dolor hecho arte. El cuentista, poeta y dramaturgo uruguayo, estuvo rodeado de tragedia y eventos desafortunados a lo largo de toda su vida, los cuales quebrarían hasta la mente más fría.
Desde Rubén Dario hasta Edgar Allan Poe, fueron las referencias más fuertes del literato uruguayo; y combinado con la tragedia dieron pie a un legado cruento de textos y aforismos para la posteridad.
Desde edad temprana, la muerte acompaño a Quiroga, pues cuando él tenía tan solo dos meses de edad, su padre muere, dándose un tiro accidental con su propia escopeta. En su adolescencia su padrastro se suicida, de igual manera con un arma de fuego, delante de sus ojos.
Posteriormente le quitaría la vida a uno de sus mejores amigos, de manera accidental, cuando realizaba una limpieza a un revolver y este se disparó. Y, por si fuera poco, su primera esposa también tomaría el camino del suicidio.
Una vida llena de drama y oscuridad, colocaron en papel, línea que formaran parte de la literatura universal por generaciones. El arte, como método de catarsis, logra transforma nuestros monstruos, y un libro es una caja de pandora. Quiroga a lo largo de sus textos nos da una bofetada de realidad, de dolor, de amor que no se tiñe de rosa.
Horacio Quiroga fue diagnosticado con cáncer de próstata intratable. El 19 de febrero de 1937 se quita la vida al ingerir una dosis de cianuro.
Dos amantes unidos por el suicidio, un almohadón que le arranca la vida a una doncella, el amor desvaneciéndose a lo largo de las vías del tren. El escritor ha de dejar parte de su alma en cada texto, hasta que la misma se extingue, se vapora.
Se presencia un legado, una apoteosis. La herencia que dejo ‘El hombre de la gallina degollada’.