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A 18 años de la muerte de la diva del cine de oro mexicano: María Félix

El 08 de abril de 1914 nació en Álamos, Sonora, una de las actualmente consideradas referentes del empoderamiento femenino, María de los Ángeles Félix Güereña, más conocida por su nombre artístico: María Félix. La sonorense, ícono de la época de oro del cine mexicano vivió una vida interesante, por decir lo menos, en la cual más de un biógrafo creen que persona y personaje terminaron por fundirse.

Y es qué a pesar de que ahora es recordada por sus actuaciones, principalmente, durante su vida la también conocida como “la Doña” escandalizó en más de una ocasión a la sociedad mexicana, gracias a la cobertura que le dedicaban los medios de comunicación. Desde rumores de incesto (con su hermano Pablo), leyendas sobre su belleza (calificada como magnética por más de uno), matrimonios fallidos llenos de violencia machista (sobrevivió a un disparo del mismo hombre que le escribió canciones de amor), mitos sobre sus prácticas no cristianas que continúan después de su muerte (murió el mismo día que nació), los misterios alrededor de la figura de esta actriz son prácticamente incontables.

Fuente: vanidades.com

Por eso, a 18 años de la muerte de esta figura, acompáñanos a este mini homenaje —al que calificamos como mini en lugar de humilde porque a María Félix no le gustaba lo último—, en donde encontraremos que detrás de los misterios y el aparente empoderamiento de la diva del cine mexicano, existen otras historias, narrativas y motivaciones. Empero, y sin importar que historia sea tu favorita, lo cierto es que como la Doña no hay otra igual.

Desafiando al destino

La infancia de María Félix fue convencional para los parámetros de la época, aunque no por ello estuvo exenta de peculiaridades. Si bien creció con once hermanos en una familia de clase media, destaca la disciplina durante su crianza, pues su padre —Bernardo Félix Flores—, fue militar y político. Además, la misma Doña señaló en más de una ocasión que no tenía una buena relación con sus hermanas —que hay que resaltar eran rubias, a diferencia de María, quien era morena— y prefería jugar con sus hermanos.

De hecho, algo que llamó la atención de quienes la rodeaban era su gusto por las actividades consideradas en esa época de muchachos: no sólo se juntaba con niños y chicos, también jugaba fútbol con ellos; además, la pequeña María presentaba una afición por los caballos y, entrada en la adolescencia, se le reconocía como una buena jinete.  Lo anterior, sumado a su peculiar tono de voz —uno de sus principales sellos y atractivos— fueron motivo para que alrededor de su persona comenzaran a crearse rumores.

Foto: Especial

Para más de un estudioso de la vida de la sonorense, esta absorbió los elementos que conforman al carácter fuerte durante sus primeros años. No obstante, pronto la Doña se dio cuenta de que era poseedora de una belleza física sin igual al ser coronada, apenas sin esfuerzo, reina de belleza estudiantil de la Universidad de Guadalajara. Así, ya tenía dos elementos —belleza y personalidad— de los que era consciente pero que no explotó hasta algunos años después.

Y como fue una mujer de su época antes de ser cualquier otra cosa, en 1931, probablemente para paliar el dolor que le causó la muerte de su hermano Pablo —a quien sus padres enviaron al Heroico Colegio Militar, ante el temor de los progenitores de que entre sus hijos (María y Pablo) existiera una relación incestuosa—, quien se suicidó (y cuya muerte de acuerdo al documental dirigido por Enrique Krauze adjudicó la madre a María Félix), aceptó la propuesta de matrimonio de Enrique Álvarez Alatorre, con quien procreó a su único hijo: el también actor Enrique Álvarez Félix.

Fuente: marthadebyle.com

No obstante, el matrimonio no prosperó y en 1938 la pareja se divorció, algo extremadamente inusual para la época. Así, la futura leyenda regresó a casa de sus padres en Guadalajara, donde fue motivo del escrutinio público por su estado civil. Aquí nace una de las primeras leyendas alrededor de la diva: a pesar de que su decisión de trasladarse a la ahora Ciudad de México con su hijo es vendida como la idea de la mujer que se enfrenta y vence a la adversidad, lo cierto es que tiene más un sentido de huida para evitar el escrutinio público en Guadalajara.

De cualquier forma, la tranquilidad le duró poco. A pesar de tener empleo como recepcionista y vivir bien en una casa de huéspedes con Enrique, un día su ex esposo se presentó en la Ciudad de México y se llevó al niño a Guadalajara. El clamor popular asegura que María Félix le dijo al vendedor de cosméticos Max Factor que ella se volvería más influyente que él y recuperaría a su hijo.

Afortunada en la vida, desafortunada en el amor

La vida transcurrió para María Félix —probablemente triste por la pérdida de Enrique— con un poco de calma, hasta el momento en que otro de sus mitos surgió: el de su incursión en el mundo del cine. Hasta el final de sus días, el director Fernando Palacios aseguró que un día se encontró con una mujer extremadamente bella, que veía escaparates en el Centro Histórico, a quien abordó para preguntarle si no le interesaba ingresar al mundo del cine. La respuesta es más que conocida alrededor del mundo: “¿Quién le dijo que yo quiero entrar al cine? Si me da la gana lo haré; pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande”. El director español insistió hasta que la futura estrella del cine mexicano aceptó su propuesta.

Mientras su carrera despuntaba, también parecía que María Félix había encontrado el amor, en esta ocasión en la figura del músico poeta, Agustín Lara, conocido popularmente como “el flaco de oro”. El cantautor no sólo le ayudó a recuperar a su hijo, sino que le profesaba un amor incondicional inmortalizado en canciones como Humo en los ojos, Cuando Vuelvas y Dos puñales.

Fuente: milenio.com

En 1945 la pareja se casó y durante su luna de miel en Acapulco, Lara compuso la canción con la que se asocia a María Félix desde entonces: María bonita. Todo parecía ir de maravilla, pero la Doña había decidido que no detendría su carrera por nada ni por nadie, y eso incluía los celos —cada vez más desmedidos— del flaco de oro. Este último llego a ser tan inseguro que para retenerla intentó asesinarla, aunque el disparó no dio ni remotamente cerca del blanco. Consternada, la estrella de la gran pantalla se fue a grabar Río Escondido (1948), pero una idea ya recorría su mente: tenía que alejarse de esa violencia. La relación entre estas dos personalidades llegó a su fin en 1947.

Para cambiar de aires, la Doña comenzó a participar en proyectos internacionales. Durante su estancia en Argentina —donde se presume que se hizo amiga de Evita Perón—, participó en la cinta La pasión desnuda (1952), compartiendo créditos con el actor Carlos Thompson. Para más de un miembro del rodaje era evidente la atracción entre ambos, y a nadie extraño que se comprometieran y anunciarán su boda.

Fuente: infobae.com

Pero una vez más, María Félix tendría que enfrentarse a sorpresas desagradables: tres días antes de su boda decidió avisarle a Thompson que no se iba a casar con él. Este, temeroso de tener que dar explicaciones a los amigos y a la prensa, le preguntó que iba a decir cuando le preguntarán el motivo por el que no iban a casarse. En su estilo tan característico, la Doña le sugirió que declarará que se había roto un brazo. Herido en su orgullo, el actor argentino fue a su habitación, tomó un martillo y se destrozó un brazo. Esta de más decir que ese fue el punto final de la relación.

María Félix regresó a México y se reencontró con Jorge Negrete, con quien había tenido una pésima relación y una experiencia no grata durante su primera participación en cine en 1943: El peñón de las ánimas. Sin embargo, en esta ocasión la dinámica se llevó completamente diferente y el 18 de octubre de 1952 (fue sábado), estos dos grandes exponentes de la industria cultural mexicana contrajeron nupcias. De más esta decir el revuelo que causó la ceremonia, la cual fue transmitida por radio a toda América Latina.

Fuente: pinterest.com

Lamentablemente, la desgracia seguiría a María bonita: Negrete ya estaba enfermo cuando se casó con la sonorense y falleció el 5 de diciembre de 1953 en Los Ángeles, California (Estados Unidos), mientras Félix estaba en Europa filmando La Belle Otéro (1954). Además, en el funeral la prensa la atacó por ir vestida con pantalones, por lo que la Doña decidió refugiarse en Europa. En Francia fue donde conoció a su cuarto esposo: Alexander Berger, banquero con quien estuvo casada por 18 años, hasta la muerte de este.

Este matrimonio terminó de imprimirle el aire de refinamiento a María Félix, quien se consolidó como una mujer de mundo. No obstante, existen episodios que ensombrecieron temporalmente su felicidad. Durante la filmación de la película Flor de mayo (1957), la actriz sufrió un accidente que la hizo perder al bebé que estaba esperando. No volvería a intentar tener hijos.

Fuente: polancoayeryhoy.blogspot.com

Todavía faltaba que la Doña enfrentara una pérdida más: la muerte de su único hijo, Ernesto, en 1996, que sumada a la pérdida de su madre, sólo unos meses antes, la sumieron en una profunda depresión de la que, como toda adversidad en su vida, logró reponerse. Lo curioso es que mientras sus dramas amorosos se acumulaban, su fama y popularidad crecían todavía más —y eso que muchos de sus proyectos no eran apoyados por la crítica—. No cabe duda de que aquí aplica la máxima que reza: afortunada en el juego, desafortunada en el amor.

La creación del mito a través del cine

Esta es quizá la sección más complicada, pues la filmografía de la diva es extensa y la mayor parte de las producciones en las que participó mantienen el mismo nivel. Además, parece injusto que olvidemos sus trabajos europeos —seis cintas española, cuatro francesas y dos italianas—, así como los documentales o el proyecto argentino en el que participó.

Para complejizar aún más, sería extraño no contemplar su periodo de internacionalización de la mano de Emilio “el indio” Fernández —con quien colaboró en Enamorada (1946), Río Escondido (1947) y Maclovia (1948)—, cintas que la consolidaron en el universo cinematográfico sin necesidad de incursionar en la fábrica de sueños del momento: Hollywood.

Fuente: tomatazos.com

Para la selección de las cintas se tomó en consideración que las películas fueran de la etapa temprana en su carrera y que aportaran a aumentar los rumores alrededor de la leyenda del cine de oro mexicano. Así, las tres películas escogidas fueron:

  • El peñón de las ánimas (1942): debut cinematográfico de María Félix, en donde en sus propias palabras ya presentaba la imagen de ser “una mujer muy hombre”. No sólo cautivó a la audiencia con su belleza, llegando a robar cámara incluso al popular Jorge Negrete, sino que de sus constantes peleas con este comenzó su fama de ser una de las mujeres más difíciles en la industria.
Fuente: benitomovieposter.com
  • Doña Bárbara (1942): existe un antes y un después de la actriz tras su participación en este proyecto. María Félix se presenta en el personaje de una mujer cacique que tras ser violentada por personas sin escrúpulos —que la violan y matan a su esposo—, se convierte en un alma indomable que doblega a los hombres. En palabras del mismo personaje: “Usted parece olvidar que uso a los hombres y cuando ya no me sirven los tiro convertidos en viles guiñapos”. Además, por la cercanía con las propias experiencias de la actriz y por su excelente desempeño, el público la nombró la Doña.
Fuente: benitomovieposter.com
  • La mujer sin alma (1944): de aquí nace la fama del encanto de la belleza de Félix y del embrujo que tira sobre los hombres con su hipnótica mirada. Convertida en Teresa, María Félix se vuelve la enemiga número uno de los hogares mexicanos: una trepadora social, sin escrúpulos, que no se detendrá hasta ser poderosa y conseguir sus objetivos.
Fuente: benitomovieposter.com

A 18 años de la partida de la diva de México

Ícono del empoderamiento y la liberación femenina, considerada por algunos como una mujer adelantada a su tiempo, ensombrecida por los rumores sobre su meteórico ascenso, marcada por la desgracia en su vida amorosa, María Félix fue más, pero mucho más que una actriz de su época. Su forma sarcástica y directa de contestar a las tonterías, sumado a su característica voz y particular manera de vestir la grabaron en el imaginario mexicano como una de las personas más representativas del cine de oro mexicano.

Y en una época en donde los actuales actores y actrices mexicanos se enojan frente al menor cuestionamiento (lo mismo aplica para cualquier profesión), es necesario recordar la astucia de la Doña. Tachada en más de una ocasión de actriz promedio, no sólo no permitió que estos rumores le afectarán sino que siempre encontró la forma de darle la vuelta a la mala publicidad y a través de la construcción de un personaje —el de una mujer que luchó contra la adversidad, se sobrepuso e hizo lo que le dio la gana—, logró trascender su época.

Fuente: la-saga.com

Es mucho lo que se puede decir de una de las principales exponentes del cine mexicano y que por economía de espacio ya no se incluyó aquí: su aparente rivalidad con Dolores del Río (que no fue más que rumor esparcido por los medios de comunicación), su papel de musa (Diego Rivera le declaró abiertamente su amor), su amistad con otros artistas ( Salvador NovoPita Amor), y un larguísimo etcétera. Pero no hay mejor forma de conmemorar a María Félix que recordarla como lo que es, fue y seguirá siendo: ¡una de las principales divas de su México, nuestro México!