Existen mujeres que, a pesar de su increíble esfuerzo, no son reconocidas como se debería, tal es el caso de Matilde Montoya, que por si no lo sabías fue la primera mexicana en la historia en graduarse como doctora.
Nacida un 14 de marzo de 1859, Matilde Petra Montoya Lafragua, se crio en un convento desde pequeña, pero siempre con gran curiosidad e interés en seguir aprendiendo, así que cuando cumplió 4 años ella ya sabía leer y escribir, esto sólo fue una pequeña muestra de lo que era capaz de lograr.
En el año de 1870 se inscribió en la carrera de obstetricia, en la Escuela Nacional de Medicina, y a pesar de las dificultades económicas que tenía en ese momento y de haber padecido la muerte de su padre, logró obtener su título como obstetra, subiendo un escalón más en su vida profesional. Sin embargo, no fue nada sencillo, porque como sabemos en esa época a las mujeres no se les permitía incursionar en el ámbito de la medicina (ni en muchos otros) debido a que se les consideraba el “sexo débil”. Sólo para ser parteras podían tener un leve acercamiento, y eso sólo porque se trataba de un tema de mujeres.
Matilde no quiso conformarse solamente con ser obstetra, lo cual de hecho lo hizo bastante bien tanto en Morelos como en la Ciudad de México, así que en 1875 decide ingresar en la Escuela de Medicina de Puebla. A pesar de haberlo logrado y empezar a cursar sus estudios en esta ciudad, tuvo que abandonar la escuela porque fue atacada debido a sus creencias de masonería, la prensa se encargó de difundir estos rumores, propagados por médicos que le tenían envidia, y poco a poco Matilde fue perdiendo pacientes, hasta que decidió marcharse a Veracruz.
Tiempo después decide volver a Puebla, sin embargo seguía existiendo cierto descontento por parte de los estudiantes y directivos, ya que era la única mujer en toda la escuela, así que se solicitó que su expediente académico fuera revisado, creyendo que no tenía validez alguna. Tristemente pudieron contra ella y la dieron de baja, pero Matilde sabía que eso era una injusticia y pidió que las materias fueran revalidadas.
[Te podría interesar: ‘Espiritualismo Trinitario Mariano: Religión, doctrina o ¿algo más?‘]
Así que con ayuda del entonces presidente de la República, Porfirio Díaz, logró cursar esas materias que necesitaba. Pero al concluir sus estudios de nuevo surgió otro impedimento, ya que cuando quería tomar su examen profesional, éste le fue negado, con la excusa de que en las actas oficiales decía “alumnos”, sin incluir a las “alumnas”. Sin rendirse, Montoya recurrió al presidente Díaz por segunda ocasión, quien sin pensarlo dos veces le volvió a brindar su apoyo, haciendo que se modificaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina.
El 24 de agosto de 1887 presentó su examen profesional, al que acudió Porfirio Díaz, sin duda un suceso histórico del cual no muchos hablan, y es que era la primera vez que una mujer presentaba este examen. De esta manera Matilde Montoya se convirtió en la primera mujer en obtener este título que tanto le había costado.
Amaba tanto su profesión que incluso llegó a tener dos consultorios, uno en el que cobraba por sus servicios y otro el cual era totalmente gratuito. Además de lograr un parteaguas en la historia de la medicina, al menos en nuestro país, Matilde era una feminista la cual creía firmemente en que “Hombres y mujeres deben tener los mismos derechos intelectuales y civiles”.
En 1925 fundó la Asociación de Médicas Mexicanas, y también era partícipe de grupos como el Ateneo Mexicano de Mujeres, una organización que reunía a mujeres mexicanas de varios campos profesionales: escritoras, maestras, periodistas, abogadas, arqueólogas, científicas, etc. Así mismo perteneció a Las Hijas del Anáhuac, el cual fue el primer diario en México, escrito y dirigido únicamente por mujeres.
Aunque Matilde hizo historia, jamás fue considerada para participar en asociaciones de médicos, porque eran exclusivamente para varones. Pero sin duda su vida es una fuente de inspiración, un ejemplo de la perseverancia y fortaleza en una época donde parecía imposible que una mujer lograra lo que ella pudo alcanzar.
