A veces parece imposible creer que los pocos españoles que llegaron a Mesoamérica pudieron vencer al bien asentado imperio Azteca, un imperio de guerreros. Sin embargo, la historia bajo la conquista de los hispanos en tierras extrañas yace una clave que les permitió apoderarse del territorio que más tarde se convirtió en Nueva España y finalmente se volvió México.
Y no, no hablaré de la alianza con los enemigos de los mexicas en la guerra y la ayuda que éstos proporcionaron en el viaje de los hombres barbados a través de los difíciles terrenos que llevaron hasta la gran Tenochtitlán. Esta nota tampoco trata de las enfermedades provenientes de Europa.
La piedra angular sobre la que descansa la conquista española es el pensamiento azteca. La manera en que los mexicas veían y atesoraban la vida los llevó a su perdición.
Guerra Azteca
Para los habitantes de la civilización hegemónica del centro y sur de Mesoamérica, la guerra era un concepto muy distinto al que los europeos tenían. Para los guerreros del Valle de México, la guerra no trataba de tomar vidas, y por lo tanto sus armas no estaban diseñadas para infringir daño letal; ellos más bien raptaban a los soldados del pueblo con el que sostenían la batalla y los usaban para distintos propósitos.
Esa es la base sobre la que se planta el éxito español, mientras unos salieron a matar otros a tomar presos, en otras palabras estaban jugando el mismo juego con reglas completamente distintas.
Para los mexicas la guerra servía como actividad económica y política, las campañas militares buscaban recolectar tributos y para los guerreros implicaba la posibilidad de subir de rango, según lo bien que se desempeñaran en la batalla y el número de cautivos es que recibían recompensas en el ámbito armamentista. Aparte de esto, dicha práctica mantenía cierto orden entre los distintos pueblos, una especie de relación de dominación que ejercían los aztecas, antes o después de la batalla.
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El pago a la fuerza mexica surgía de dos momentos: de la intimidación, es decir que no era necesario recurrir a la batalla, con el mero hecho de pedir el tributo el otro pueblo, al saber del poder azteca, lo pagarían «voluntariamente». O de la guerra, cuando el pago era negado y la confrontación se volvía la manera de resolver la diferencia sobre el pago, si los habitantes del Valle de México vencían recibían el tributo.
Cinco siglos después
En pleno siglo XXI parece olvidado tal pasado tan rico y complejo, pues la creencia popular ve a la conquista de los españoles sobre los pueblos indígenas tras una sangrienta batalla. En realidad fue más como una sublevación de los pueblos dominados, en especial de los tlaxcaltecas -el asérrimo rival de los mexicas- guiados por los europeos que se aprovecharon de la inteligencia provista por los nativos para vencer a la fuerza militar más importante del Posclásico, la civilización mexica.