¡Ay, el amor! Ese que da un toque agridulce a la vida, ¿Cuántas veces se han enamorado? ¿Recuerdan a su primer amor? Ese por el que hicieron cosas que jamás pensaron hacer, el que los traía arrastrando la cobija, ese primer amor que marca un antes y un después en nuestra existencia. Si, el amor en todas sus formas y manifestaciones, tan necesario y a veces tan doloroso, que inspira, construye y también destruye. Estoy segura de que muchos de ustedes tienen una historia de amor que serviría para escribir una novela o que ocupan como ejemplo de lo que no se debe hacer cuando uno se enamora.
Es increíble como tres letras pueden causar una revolución de sentimientos en nuestro ser, reír, llorar, enojarnos, desesperarnos, tranquilizarnos, enloquecernos al grado de tatuarnos el nombre de nuestro amado en la piel (eso no es muy recomendable, pero tenemos libre albedrío) hacernos tocar el cielo o hundirnos en el infierno, todo depende de la concepción que cada uno de nosotros tenga sobre lo que significa el amor.
Lo cierto es que las relaciones sentimentales contemporáneas se han vuelto “liquidas” si, l-i-q-u-i-d-a-s, ¿A qué me refiero? El sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman ha bautizado como amor líquido a esta tendencia que sobre todo los jóvenes del nuevo milenio tienen para establecer relaciones.
En su libro que lleva por nombre ‘Amor Liquido’ Bauman expone la fragilidad de las relaciones humanas que con el tiempo se han limitado a encuentros ocasionales, fugaces aventuras en las que no se establece ningún tipo de compromiso, cortas y livianas para que ninguna de las dos partes se sienta presionado o aprisionado.
Y es que con el paso del tiempo pareciera que aquel amor romántico y duradero entre las parejas ha ido disminuyendo convirtiéndose en relaciones desechables que se van de nuestras manos como un líquido escurridizo cualquiera sin que hagamos nada por retenerlo.
Esta forma de amar responde a como el ser humano ha reacomodado sus prioridades sentimentales, un nuevo orden en su pensamiento sobre el amor, lo que este significa para él, el temor con el que nos relacionamos con las personas, ver como atadura al compromiso. ¿Puede suceder que vemos al compromiso como la perdida de nuestra libertad? ¿Por eso la solidez y la durabilidad nos resultan insoportables?
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Por un lado, deseamos estrechar los vínculos y al mismo tiempo deseamos mantenerlos lo suficientemente flojos para poder desatarlos rápido, sin esfuerzo y sin sufrir demasiado para cuando la relación ya no se acomode a nuestro modo, si las dos partes están de acuerdo, buscan lo mismo y la disfrutan está bien, el problema es cuando uno de los dos tiene otras expectativas o cuando las reglas no se dejan claras desde el principio con tal de conseguir un poco de compañía que mitigue la soledad o la necesidad.
Según Bauman, este tipo de relaciones que se han vuelto tan habituales tienen un trasfondo, mentiras, traiciones, desinterés, baja autoestima, decepciones que nos llevan a no querer engancharnos para no sufrir cuando se termine ¿Cuándo nos volvimos tan frágiles que nos da pánico involucrarnos sentimentalmente? Quizá solo es por seguir los estereotipos de mujer fatal o de conquistador que la modernidad ha proliferado, pero yo me pregunto ¿Qué pasaría si por no engancharte tanto perdieras al amor de tu vida?
Creo que cada uno puede y debe vivir su vida como lo quiera y lo sienta, establecer el tipo de relación que le guste, parte de la libertad individual es vivir una vida diferente al mandato social o las costumbres de nuestra familia, pero cuidado con convertirse en estafadores de sentimientos jorobando la vida de uno y de otro por diversión propia, seamos honestos porque hay corazones valiosos.
Si quieren profundizar más sobre este tema les recomiendo la lectura de ‘Amor liquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos’ de Zygmunt Bauman y recuerden que el amor es eterno mientras dura.