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Cuando la fotografía de Juan Rullfo se mezcla con el relato de Octavio Paz

En el año 1938, un impresionado André Breton proclama a México como el país más surrealista del mundo, quedando prácticamente abrumado por cómo es que la metáfora es, con frecuencia, una realidad palpable en este país. Sin embargo, esta experiencia del surrealismo desbordante que ofrece un encanto incomparable no solo queda en el recorrer de las calles del territorio mexicano, sino también, en las múltiples manifestaciones artísticas que sus artistas producen. Tal es el caso de dos de los más grandes literatos de México, Octavio Paz y Juan Rulfo, desarrollando el segundo no solo una obra literaria sino también, una obra fotográfica que refleja el surrealismo visto desde la vida lejos de la capital donde pareciera que el tiempo posee un transcurso diferente y donde cosas increíbles pueden llegar a pasar.

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Octavio Paz
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Juan Rulfo

En el caso de Octavio Paz, el autor se caracterizaba por construir una obra poética y ensayística que es reconocida por ser vasta y versátil. No obstante, Paz no manifiesta su acercamiento al surrealismo sino hasta el año 1949, cuando publica un libro de prosas titulado ¿Águila o sol? que viene acompañado de una segunda parte titulada Arenas movedizas.

En este segundo libro que funge como la continuación del ya mencionado, Paz desarrolla diez cuentos breves que muestran el misterio y el horror con un lenguaje fascinante que envuelve al espectador en un ambiente lejos de la zona metropolitana donde se demuestra un México completamente autentico que no se define por las grandes ciudades sino por los pequeños poblados que guardan un poco de magia en su cotidianidad.

En sí, las obras de estos autores contienen narrativas tanto discursivas como visuales que hacen que exista una relación entre ambas, al punto de que una puede perfectamente complementar a la otra. Es por ello por lo que en el presente ensayo se ha seleccionado el texto de Octavio Paz ‘Ramo de ojos azules’ correspondiente al libro de cuentos de 1949, Arenas movedizas y la fotografía titulada Zenda, de la obra fotográfica de Juan Rulfo para demostrar la importante conexión entre las artes visuales y literarias que generan en el espectador una sensación catártica de lo que es la vida en un país donde todo emana surrealismo.

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Las gentes, los indígenas y sus acostumbradas vidas. Fotografía de Juan Rulfo

Comenzando por la breve pero poderosa narración de Paz, en la cual las sensaciones corporales juegan un papel sumamente importante (cuestión que tiene en común con Rulfo), el autor nos introduce de lleno en el sofoco del calor nocturno en las primeras líneas. Nos describe un ambiente desolado donde reina el calor y escasea el ruido, haciéndonos ver que es un pueblo en el cual el sonido de los mosquitos sobresale en las casas de ladrillo rojo, haciendo que precisamente la ausencia de ruido haga que el personaje principal se muestre desencajado al pertenecer a una sociedad ajena a un ambiente como el descrito anteriormente. En primera instancia, el hecho de que Paz describa de manera tan gráfica el despertar sofocado por la noche, hace que se marquen las otredades donde la vida se concibe diferente (ciudad- campo).

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Campesino arando con una yunta. Fotografía de Juan Rulfo

Es en este punto donde el trabajo fotográfico de Rulfo evoca al cuento de Paz al dar un retrato de cómo era el México rural en donde predomina la construcción de adobe y de ladrillo rojo para dar cobijo a campesinos. Se forma entre la gráfica de Rulfo y la narrativa de Paz un presente poético de las imágenes suspendidas en un instante intemporal, pues ambos nunca nos sugieren un año o lugar específico donde puede ocurrir dicha narrativa. Prácticamente lo relatado por Paz puede ser perfectamente ilustrado por Rulfo y puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier pueblo del país, dándole misticismo no solo a un lugar, sino a todo el territorio mexicano. Ahora bien, a esto se le suma el hecho de que las formas narrativas de ambos autores (hablando por supuesto de la narrativa propuesta por Rulfo tanto literaria como fotográficamente) se encuentran en un texto en el cual el lenguaje es sumamente interior y simple para quien es mexicano, puesto que no hay rastro de una escritura pretensiosa con palabras rimbombantes que están sujetas a la academia, sino todo lo contrario, se refleja un lenguaje muy dado en los pueblos que por lo regular es muy metafórico, pero que no impide que hasta un niño entienda de lo que se habla. Rulfo menciona que este es el lenguaje del pueblo, el lenguaje hablado que él había oído de sus mayores, y que sigue vivo hasta hoy en esos pequeños rincones del país.

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Arrieros en camino. Fotografía de Juan Rulfo

Conforme la narrativa de Paz avanza, uno puede percibirse experimentando un manejo de emociones extrañas puesto que el texto nos convoca en una situación donde el horror es algo que se toma con naturalidad, y lo pone de manifiesto en el momento en el cual, para un campesino, es muy fácil decirle al personaje principal que le arrancara los ojos para poder complacer un capricho de su enamorada. Vemos en la narrativa del cuento como es que la vida lejos de la capital deja de ser algo cuerdo o siquiera coherente para quien no está acostumbrado, haciéndonos ver cómo es que las palabras del filosofo Vienes Ludwig Wittgenstein son acertadas en un contexto como este al decir que los límites de un lenguaje son los límites de un mundo, pues se nos hace presente esta diferencia de que, tanto en la capital como en los pueblos, la vida se lleva a cabo de una manera completamente distinta y única. En este caso no solo es diferente el modo de hablar sino también el ritmo en el cual el tiempo pasa y es concebida la vida. Si bien el texto de Paz es pequeño, es poderoso al hacernos ver algo tan interesante como lo es el hecho de que las narrativas surrealistas latinoamericanas son prácticamente un mundo aparte de la literatura convencional realista. Son pues, impresiones del mundo que pueden llegar a conclusiones distintas dependiendo quien lo mire, otredades que nos hacen ampliar la experiencia de la vida.

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En sí, este texto de Paz y esta propuesta fotográfica de Rulfo nos brindan una explicación fácil de cómo es que un hecho sobrenatural puede ser visto como algo sumamente normal, además de hacernos ver como un cumulo de momentos mágicos entremezclados con la realidad pueden ser la vida misma. Mezcla entre milagro y realidad, ambos trabajos se complementan perfectamente para dar razón a las palabras de André Breton acerca de México:

“No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, desde lo surreal” André Breton.