Cuando pensamos en esclavitud solemos recordar las imágenes y descripciones de nuestros libros de historia, en donde se aborda el dominio que ejercieron varias civilizaciones o pueblos sobre otros, hace cientos o incluso miles de años. Podríamos referirnos a la antigua Grecia, las civilizaciones de medio oriente, los pueblos mesoamericanos o más recientemente, al dominio de España sobre algunos territorios de América, entre ellos México. Sin embargo, ignoramos que aún persisten situaciones de esclavitud en la actualidad alrededor del mundo, un problema latente y que muchas personas sufren aún en pleno siglo XXI.
Han sido muchos los esfuerzos por acabar con las prácticas esclavistas, mismas que atentan contra los derechos y la dignidad humana, pero aún falta mucho por hacer para crear un mundo libre y justo para todas y todos.
¿De qué hablamos cuando nos referimos a la esclavitud?
De acuerdo con la Walk Free Foundation la esclavitud se define como una situación de explotación a la que una persona no puede negarse debido a la violencia, coerción, abuso de poder o el engaño. En este sentido, la clásica imagen mental de una persona atada a un grillete de hierro ha trascendido de esta definición ya que la esclavitud moderna se manifiesta bajó múltiples condiciones y con características diversas.
La esclavitud puede presentarse en ambientes como la familia, el trabajo, el gobierno y la industria sexual. De acuerdo con el informe “Estimaciones mundiales sobre la esclavitud moderna: trabajo forzoso y matrimonio forzoso” de la Organización Internacional del Trabajo y la Walk Free Foundation, en el año 2016 poco más de 40 millones de personas fueron víctimas de esclavitud moderna, de las cuales, 25 millones fueron sometidas al trabajo forzado mientras que 15 millones fueron obligadas a contraer matrimonio.
La prevalencia de la esclavitud en 2016 fue de alrededor de 5.4 personas por cada 1,000 habitantes y se estima que una de cada cuatro victimas de esclavitud moderna fue un niño o una niña.
Pese a que la esclavitud se extiende en todo el mundo, se concentra principalmente en África, seguida por Asia y el Pacífico, y luego por Europa y Asia Central, regiones donde persiste la desigualdad, la pobreza y en las que se presenta un quebranto en las leyes y en las instituciones encargadas de garantizar la protección de los derechos humanos.
Acerca del trabajo y el matrimonio forzado
Bajo los engaños de una mejor vida, miles de personas son reclutadas y sometidas a trabajos forzados en ambientes insalubres, violentos y con salarios miserables. Se les obliga a laborar bajo amenazas o coacción, como trabajadores domésticos, obreros en el sector de la construcción, en fábricas clandestinas, en explotaciones agrícolas, en buques pesqueros o en la industria sexual.
De los 25 millones de víctimas del trabajo forzoso en 2016, 16 millones correspondían a la economía privada, otros 4.8 millones estaban bajo explotación sexual forzosa y 4.1 millones estaban sometidas a trabajo forzoso impuesto por el Estado. Si nos referimos al trabajo forzoso en la economía privada, las mujeres fueron las más afectadas representando un 58 por ciento del total.
En cuanto al matrimonio forzado, los datos de 2016 muestran que 15.4 millones de personas vivían en un matrimonio forzoso. Si bien los hombres y los niños también pueden ser víctimas de matrimonio forzoso, la gran mayoría son mujeres y niñas en el 88 por ciento de los casos; por otra parte, más de un tercio de las víctimas tienen menos de 18 años al momento del matrimonio, mientras que un 44 por ciento fue obligado a casarse antes de los 15 años de edad.
De aquí se deriva la esclavitud bajo la forma de explotación sexual, que en 2016 cobró cerca de 5 millones de víctimas: 3.8 millones de adultos y 1 millón de niños. Lo más inquietante es que el 99 por ciento de las víctimas de explotación sexual son mujeres y niñas.
La persistencia de este problema tiene sus raíces en el tamaño de esta industria, ya que la prostitución es el segundo mayor negocio a nivel mundial, con ganancias de 150 mil millones de dólares al año.
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¿Qué podemos hacer para frenar este problema?
La esclavitud sigue existiendo por factores cómo la sobrepoblación, las guerras y desplazamientos forzados, el cambio climático, pero principalmente por la corrupción. El hecho de que los gobiernos sean sobornados por grandes empresas para permitirles someter a sus empleados bajo condiciones de explotación o reciban beneficios de organizaciones criminales para evitar desmantelar las redes de prostitución y trata de personas, son uno de los mayores obstáculos para garantizar un mundo libre de esclavitud.
Sin embargo, nosotros podemos actuar a favor del respeto a una vida libre y digna. Si te preguntas ¿cómo? a continuación se describen algunos puntos:
- Reconoce el problema e infórmate: es el primer paso en la solución de todo problema.
- Consume responsablemente: muchos de los productos que utilizamos como ropa, celulares, computadoras, cosméticos y alimentos son producidos por personas que fueron obligadas a trabajar en entornos desfavorables y bajo extenuantes jornadas. Cada vez que vayas de compras pregúntate si realmente lo necesitas y si sabes de dónde proviene: cosméticos con contenido de mica proveniente de la India o unos jeans de una marca afamada, pero fabricados en Bangladesh, son productos que muy probablemente contienen insumos o fueron elaborados por personas víctimas de la esclavitud moderna. En la medida de lo posible, apoya a empresarios que cuidan de sus trabajadores y les pagan adecuadamente.
- Apoya iniciativas para que los migrantes consigan un trabajo formal y no sean víctimas de la esclavitud, ya que, debido a su condición, tiene mayor probabilidad de caer en las garras de la explotación.
- Únete a la causa: ayuda a las organizaciones internaciones que luchan contra la esclavitud, por ejemplo, 50 for Freedom, Manos Unidas, Fin de la Esclavitud, etc.
Entre todas y todos podemos construir un mundo en el que nadie tenga que someterse al trabajo forzado o actividades que atenten contra su dignidad humana y, sobre todo, que podamos gozar de uno de derechos fundamentales: la libertad.