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Migración y coronavirus. Cómo quedarse en casa cuando no se tiene una

Entre el 20 y 21 de enero de este año, se presentaron los últimos flujos de migrantes provenientes de Centroamérica que entran a México. Esta llamada Caravana Migrante, conformada por cientos de migrantes provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador, buscó entrar al país a través del cauce del río Suchiate. La mayor parte de estos fallaron en su travesía, detenidos por la conocida Guardia Nacional y forzados a regresar a sus naciones.

Sin embargo, se estima que algunos pocos lograron cruzar a escondidas, entre la oscuridad y la profundidad de las aguas del río. Esta ha sido la última caravana que se ha presentado. Ya que en los meses siguientes, todo el mundo quedó paralizado con la creciente pandemia de COVID-19, lo cual ha orillado a que las personas deban quedarse dentro de sus casas por seguridad. Esta crisis de salud ha provocado el cierre de las fronteras en todo el mundo, y con ello, que cientos de migrantes tanto de esta caravana como de otras anteriores, se hayan quedado varados en México sin una casa donde refugiarse.

Fuente: forbes.com.mx

Huir de la pobreza

Para entender esta situación hace falta conocer un poco sobre estas crisis migratorias y el porqué están saliendo de sus respectivos países. La pobreza siempre es el factor principal claro. Acorde al sitio prensalibre.com, más del 59% de los habitantes de Guatemala viven en condición de pobreza, lo cual se puede traducir en más de 10 millones de personas. En el país vecino de Honduras, el porcentaje no es muy diferente, y se destaca que en zonas rurales, 1 de cada 5 hondureños viven con menos de dos dólares diarios.

Aquí entra una de las muchas preguntas que se hacen todas estas personas antes de emprender la travesía casi suicida hacia el sueño americano. ¿Qué se puede perder cuando no se tiene nada? Al entender esta pobreza, ya no cuesta tanto trabajo entender como estos migrantes dejan todo su patrimonio atrás por un futuro incierto. Porque en realidad, muchos de los que se van no dejaron casi nada atrás. Desempleados, con hogares sin servicios básicos y muchos de estos, inclusive sin hogar.

Pobreza en la Zona 3 de Ciudad de Guatemala / Fuente: casamerica.es

Huir de la violencia

Por varios años, la ciudad de San Pedro Sula en Honduras fue la ciudad más violenta del mundo con 200 homicidos por cada 100,000 habitantes en 2013. En esta urbe, la mayoría de los barrios que la conforman están realmente controlados por dos principales grupos: La MS (Siglas de Mara Salvatrucha) y la 18. Estos son quienes realmente gobiernan la ciudad, y muchos podrían decir que también todo el país. Se han repartido la ciudad en territorios, y toda edificación, negocio e incluso personas que se encuentren en este, les pertenecen. Diario debes de estar alerta donde estás y a quién le perteneces. Un paso en falso y puedes perderlo todo, sobre todo la vida.

Huir de ser asesinado en cualquier momento es casi un instinto natural. Sobre todo en países como el mismo Honduras y El Salvador, donde la violencia figura entre las tres principales causas de muerte. Para muchos migrantes, soportar el miedo y el peligro unos días más, es prácticamente nada.


Huir de la inestabilidad

Hace un par de años, el gobierno de Honduras aprobó el proyecto de las ZEDE (Siglas de Zonas Especiales de Desarrollo y Empleo). Estas consisten en la cesión de enormes áreas de terreno a lo largo de todo el país a empresas extranjeras. Con el fin de establecerse en el país y generar inversiones en este, el gobierno autoriza un poder total sobre estas áreas adquiridas por las empresas. Esto significa que los dueños e inversionistas de las tierras tienen el control total en todos los ámbitos políticos, administrativos, sociales, económicos y otros más. En pocas palabras, esto puede resumirse en que el gobierno vende porciones de tierra (estén ocupadas o no) a empresarios extranjeros, los cuales pueden crear sus propias leyes y administraciones en estas.

Como una de las mayores muestras de neoliberalismo nunca antes vistas en toda Centroamérica, los hondureños viven con la incertidumbre de si este nuevo proyecto será benéfico para ellos o será la ruina total. Para algunos, ha traído fuentes de empleo y nuevos lugares donde vivir con la construcción de edificios y plazas comerciales, así como residenciales y conjuntos para los trabajadores de estas.

Para otros, ha significado la pérdida de todo. Ya que, mientras que la inversión extranjera tiene todas las facilidades para establecerse e instalar negocios tras-nacionales masivos, las personas que cuentan con pequeños negocios tienen que hacer trámites eternos para formalizar sus negocios, los cuales muchas veces nunca se concretan, y los dueños se ven obligados a cerrar. Además, las nuevas grandes empresas hacen perder todas sus ventas a los pequeños negocios, mientras que la inseguridad y la extorsión de grupos criminales terminan por rematar el cierre de estas.

Grupos delictivos en las calles de San Pedro Sula / Fuente: nytimes.com

La vida en México

Huir de Centroamérica, quedar a la suerte y buscar obtener un milagro para llegar a Estados Unidos se ha vuelto la opción más viable para muchos oriundos de esta región. Algunos creen que cruzar el río Suchiate representa el inicio rumbo a una vida mejor, pero los más listos y experimentados saben que puede ser todo lo contrario. México puede ser peor que el mismo infierno para estos migrantes. Cruzar la frontera implica volver a encontrarse con las caras de la violencia, de la desigualdad y de la pobreza, ya que México tampoco está exento de estas.

También, muchos de estos saben que el atravesar nuestro país significa enfrentar otros demonios como la discriminación. Todos estos factores provocan que cada año, cientos de migrantes sean asaltados, secuestrados, abusados física, verbal e incluso sexualmente, y sobre todo, asesinados. Con esto, muchos no tienen más remedio que detener su travesía y quedar varados, sin dinero, sin fuerzas, algunos incluso sin algún brazo o una pierna, y con un enorme temor.

México aún no logra darle un hogar digno a gran parte de sus habitantes, que también viven en condiciones miserables o literalmente en situación de calle. Esto significa que «si no hay para los anfitriones, menos para los invitados», por lo que al llegar, muchos migrantes terminan en la calle, durmiendo dentro de los trenes abandonados, pidiendo dinero en las calles, y totalmente expuestos sin un hogar en el cual refugiarse durante esta crisis.

Algunas casas de ayuda se han construido para dar refugio temporal a estas personas, además de que han surgido algunos grupos de ayuda humanitaria por parte de la población. Sin embargo, el gobierno aún no ha metido las manos en el asunto. Y mientras se fomenta quedarse en casa para evitar morir por el virus, otros observan desde la calle y se preguntan cómo evitar morir de hambre en un país que no es suyo.

Fuente: eldiario.es