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Redes sociales, el panóptico digital

En un principio, se percibieron las redes sociales como la promesa de ser un medio de libertad ilimitada, sin coacciones ni restricciones. Sin embargo, la euforia con la que usuarios se han sumado a la falsa libertad ha revelado que se trata más bien de una ilusión. Expresarse, postear y publicar se ha convertido en un control y vigilancia que crea nuevas coacciones.

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Fuente: ssociologos.com

Las personas vieron en las redes sociales la oportunidad de liberarse de coacciones externas, pero en realidad se han sometido a unas internas. Fotos de viajes, publicaciones de comida en restaurantes elegantes y una vida llena de felicidad ilimitada, solo reflejan el yo como un proyecto que, en realidad se trata de ser productivo para ser “exitoso”.

La sociedad de la transparencia, o la sociedad que vive a través de pantallas, ha fundado una democracia que ha establecido lo que es correcto o no, de acuerdo con el consentimiento de la mayoría, en la que sus mismos integrantes se convierten en espectadores de las vidas y aprueban o desaprueban a través del me gusta.

La transparencia en realidad no refleja la vida que las personas llevan, sino las partes efímeras de felicidad, que, en ocasiones, no es su felicidad, sino lo que las redes indican que debe ser alegría, el éxito o lo que está en tendencia. Formar parte de lo novedoso refleja una crisis por querer permanecer en lo que hace el resto.

Si bien, redes como Facebook, Instagram y Twitter tienen políticas de restricción ante cierto tipo de lenguaje, existe cierta libertad para expresarse, aunque paradójicamente, la poca libertad que se otorga en las redes sociales está mediada conforme a lo que el resto determina como plausible para enunciar, lo que vuelve a los medios en una servidumbre voluntaria.

Ilustración: Steve Cutts

Esta servidumbre hace responsables a las personas de no lograr la felicidad prometida de las pantallas. Si no se sirve a la sociedad se cree que se ha fracasado, en vez de cuestionar los deseos de la sociedad o del sistema. El filósofo y ensayista Byung-Chul Han hace una analogía entre las redes sociales y la religión:

“«Devoto» significa «sumiso». El smartphone es un objeto digital de devoción, incluso un objeto de devoción de lo digital en general. En cuanto aparato de subjetivación, funciona como el rosario, que es también, en su manejabilidad, una especie de móvil. Ambos sirven para examinarse y controlarse a sí mismo. La dominación aumenta su eficacia al delegar a cada uno la vigilancia. El me gusta es el amén digital. Cuando hacemos clic en el botón de me gusta nos sometemos a un entramado de dominación. El smartphone no es solo un eficiente aparato de vigilancia, sino también un confesionario móvil. Facebook es la iglesia, la sinagoga global (literalmente, la congregación) de lo digital.”

Lo interesante de las redes es poder observar cómo funcionan como una herramienta de poder. Anteriormente, existían figuras de censura que privaban a las personas, actualmente ya no es necesaria esta figura, ya que el poder amable que ofrecen las redes es más fuerte que el poder coactivo.

Las mismas personas son quienes están juzgando las actitudes de los demás. Estar en línea es como estar encarcelado. Se vigila y castiga a las personas a través de lo digital. La figura de panóptico que Michel Foucault indicaba para hablar sobre una estructura de vigilancia en la que no se tiene la certeza de ser observados, pero que genera en las personas comportarse como si lo estuvieran, ha transformado ahora a las redes sociales en el panóptico digital.  

Fuente: otrasvoceseneducacion.org
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