Cuando Santos Godino, el “Petiso Orejudo”, cumplió quince años conoció a su primer gran amor: el fuego.
Hoy se cumplen 18 años desde que Kim Dae Han, por su trastorno y atracción por el fuego, provocó un incendio en el metro de Daegu, en Corea del Norte, el cual dejó aproximadamente 262 muertos.
Según investigaciones posteriores a la tragedia; la idea del siniestro comenzó a formularse en la cabeza de Han algunos meses antes, luego de una cirugía de medicina oriental fallida que se le realizó a consecuencia de un derrame cerebral, dejándole secuelas físicas y psicológicas. El siniestro fue de tal magnitud que en los reportes, las autoridades aclaraban que no podían tener la cifra exacta de fallecidos, ya que las llamas habían dejado personas calcinadas al punto que era imposible su reconocimiento.
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«Solo pudo decirme que había fuego y que la puerta del tren no se abría, así que le dije que rompiera alguna ventana para salir; volví a llamarla, pero ya nunca me respondió.»
Kim BokSun, madre de una víctima.
El hombre no solo se ganó el apodo de «Perturbado Mental», sino que fue condenado a cadena perpetua y fue considerado como un peligroso pirómano. Finalmente, murió el 31 de agosto del 2004.
Sin embargo, no ha sido el único individuo en la historia en sentir atracción por el fuego, tampoco ha sido el más ruin. América conoció un despiadado hombre que amaba la lumbre y despreciaba a la humanidad.
Cayetano Santos Godino, nació en Buenos Aires, Argentina en 1896. Mejor conocido como el “Petiso Orejudo”, por sus prominentes orejas fue un asesino serial y pirómano declarado. Tuvo una infancia de abuso y abandono; hijo de inmigrantes italianos. A los 7 años cometió su primer crimen al intentar asesinar a un bebé de dos años arrojándolo a un montón de espinas, afortunadamente llegó un policía y lo detuvo a tiempo.
Siendo un niño, Cayetano intentaba crímenes cada vez más crueles, hasta que a la edad de 9 años por fin acabó con la vida de una chiquilla, a quien enterró viva. Uno de los hobbies del pequeño Petiso Orejudo era martirizar aves y coleccionar sus cadáveres dentro de una caja, motivo por el que su padre, temeroso de estas acciones, lo denunció a las autoridades.
Cuando Santos Godino cumplió quince años conoció a su primer gran amor; el fuego. Entonces comenzó a incendiar bodegas, edificios y hasta en una ocasión le prendió fuego a la falda de una niña. Para ese momento, su modus operandi estaba claramente establecido; engañar a un menor para que lo acompañara a un lugar apartado y solo, ocasionarle lesiones graves y de ser posible la muerte.
«Me gusta ver trabajar a los bomberos, es lindo ver como caen al fuego.»
Petiso Orejudo.
En 1912 fue aprehendido por el asesinato de Gesualdo Giordano de 3 años. El Petiso había intentado matarlo por estrangulación, pero al no tener los resultados esperados; el desalmado homicida le atravesó un clavo de 10 cm en la cabeza, ayudándose con una piedra. Las autoridades lograron detenerlo porque horas después del crimen, asistió al velorio de la víctima; ahí una niña que jugaba con Gesualdo cuando fue secuestrado, lo reconoció.
«Quería ver si todavía tenía el clavo en la cabeza.»
Petiso Orejudo.
Santos Godino fue llevado a la Penitenciaria Nacional de Ushuala. En prisión fue sometido a diversos estudios psicológicos que siempre terminaban diagnosticándolo como inadaptable, peligroso pirómano y trastornado sin remedio. Incluso se le realizó una cirugía en sus orejas para recortarlas, pues científicos afirmaban que su maldad venía del gran tamaño de éstas; teoría que fue un rotundo fracaso.
No se sabe a ciencia cierta qué terminó con la vida del Petiso Orejudo; unos dicen que murió por un mal procedimiento en una úlcera gastroduodenal y hay quienes afirman que fue asesinado por otros reos. El único hecho comprobable es que fue el primer asesino serial en Argentina. Se volvió parte de la cultura popular argentina; en lugar de escuchar a las madres decir a los pequeños cuando hacen travesuras o no quieren irse a dormir “el coco te va a comer”, la frase para calmarlos es “el Petiso Orejudo te va a llevar”.
Hasta la próxima.