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‘Destino oculto’ ¿ilusión de libertad o amor verdadero?

‘Destino oculto’ es una película de amor, ciencia ficción y romance. Dirigida por George Nolfi y protagonizada por Matt Damon y Emily Blunt. El destino de un hombre en las manos del tiempo, los agentes que se encargan de cumplir el designio del superior, de ese Dios que ha planificado cada paso acorde a un bien mayor, deja ver, por esa estrecha rendija de la libertad, la ceguera  en la que nos encontramos.

Destino oculto - Matt Damon y Emily Blunt


En la inercia política

David Norris (Matt Damon) es un hombre carismático que ha venido a cumplir una función mayor a él mismo desde el campo de la política. Lo había perdido todo en su juventud, quedó huérfano, le toco sondear la muerte desde sus seres queridos. Con gran convicción se aferró a lo que él creía podría mejorar la sociedad, en el fondo, ésto lo realizaba para hacerse de un lugar hospitalario que albergara esa soledad que lo consumía.

Ha crecido desprovisto de la comunidad de su hogar, pero eso no lo quebró, al contrario, lo orilló a querer replicar la perdida; esa familiaridad robada por la presencia de la muerte. Así, en lo que parecía una búsqueda vulgar del poder político. Sin embargo, desde la praxis política se coloca el ánimo inercial de sus decisiones. Todo planificado, todo estructurado y rígido para que él siguiera esos patrones.

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Algo acontece, un error en el curso del tiempo, esa cosa tan extraña a la maquinaría que provoca la somnolencia de lo igual… ha irrumpido Elise Sellas (Emily Blunt). Una joven bailarina que al igual que el candidato, siente una atracción magnética. La certeza del deseo es palpitante, la del amor se irá desenvolviendo, no sin antes pasar por las pruebas de los agentes de la divinidad; esos hombres que no aceptan un error en el curso de la historia. Entre la rigidez de lo político y la demanda de exactitud de estos policías del orden existencial, hay muy poca diferencia.

Elise Sellas saca de órbita los planes de la divinidad. ¿qué puede el mundo cuando el amor ha brotado? Poca fe se le puede tener a un Dios que no ama, pues en verdad no sabe de libertad. Así, poco a poco, como botella de vino vertiéndose en la boca entreabierta del tiempo se estarán hilvanando las acciones superficiales y banales de la política estructural contra el brote virulento del amor.


La rigidez como lo frágil

¿De qué sirve tanta estructuración si con un simple acto puede caerse todo el plan? La necesidad de control es una facultad hereditaria de la razón entendida como capacidad de dominio, así, lo utilitario se presenta como [el fin] de algo, es decir, la razón de ser de las cosas en general. Con lo cual, se puede entender la premura por controlar el tiempo histórico por medio de estos agentes del orden, pero, ¿qué son estas personas? A veces han sido considerados como ángeles, pero ciertamente también caen en la llanura de la muerte.

La ramificación de la apetencia de control abarca hasta la vida misma. Tener todo un cuerpo policíaco especializada en hacer cumplir el plan de la divinidad, significa, en el fondo, lo utilitario del asunto. Ésto último es un querer asignarle un sentido al hombre desde la razón, misma que se plasma en el tiempo como «obligación de ser». Así, la libertad se antoja, hasta cierto punto, ilusoria. Pero, ¿qué sería del hombre sin su libertad? ¿o acaso no se quiere aceptar que tal cosa no existe y por eso se ha inventado toda esta metáfora de persecución, irrupción y salto cualitativo de lo inercial a la rebeldía?

Constantemente se agolpan los esfuerzos para que David y Elise no se encuentren, eso arruinaría todo. Esa locura del amor va en contra del sistema, hay que expulsar ese virus del cuerpo. El sistema no acepta ninguna alteridad, mucho menos las que impliquen el desnudamiento de su propio fundamento: la rigidez es ilusoria. Ciertamente, los agentes del «destino» tienen una tarea que hacer. Pero, ¿qué pasaría si se dieran cuenta que su objetivo, en verdad es un error?. Así de absurdo se vuelve la necesidad de control desde cualquier ámbito.

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