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Cientos de estatuas nos convierten en la Ciudad de Bronce

¡Ciudad de Bronce!

Pequeños detalles o monumentales dioses modernos

En el ritmo tan acelerado y monótono de la ciudad, los cientos de detalles que componen la escultura en bronce pasan desapercibidos. A menos claro, que sean gigantescos Vigilantes en la periferia, como lo es la obra descomunal del escultor y artista mexicano Jorge Marín, quien le ha dado a la periferia de la ciudad más grande del mundo varias de sus alas de hasta 25 metros de altura para la contemplación de las personas.

Fuente: IG/@trippin_lizzie

A través de estas peculiares obras, la historia de nuestra ciudad se cuenta sola. Basta con reparar por algunos minutos en lo ancho y largo de las calles para admirar el trabajo de unos cuantos para embellecer el ajetreo cotidiano. En el primer cuadro de la ciudad y a las afueras del Museo Nacional de Arte (MUNAL) se encuentra una de las estatuas más representativas de la historia de la escultura en México. La escultura ecuestre del rey Carlos IV, diseñada por el arquitecto y escultor Manuel Tolsá marca, determinantemente el uso de materiales de aleación, como el bronce, en lo que era la nueva escultura mexicana.

Fuente: Wiki Commons/Joaquín Martínez Rosado

Este monumental Rey de Bronce ha cabalgado en su Tambor por varios puntos y esquinas de toda la ciudad hasta la Plaza Manuel Tolsá, en donde se encuentra actualmente.

¿Por qué creemos que esta obra es importante?

Lejos de haber sido elaborada en una sola colada, que se encuentre asentada en un pedestal de mármol y que posea numerosos detalles finamente elaborados, es una obra de arte revolucionario. Así es, el caballito de Tolsá corresponde al arte que representó diferentes expresiones después de la conquista de lo que se estuviera haciendo en Europa. Un arte por demás monótono y viciado con una sola temática, la religiosa, y que empezó a marcar nuevas tendencias en la escultura.

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Otra de las obras importantes de Tolsá fueron las esculturas en piedra para la Catedral Metropolitana de la Ciudad, que representan la Fe, la Esperanza y la Caridad. Aunque esculpidas en piedra, las tres figuras contienen detalles minuciosos en bronce. Durante el sismo pasado, la Esperanza cayó de su sitio como si se tratara de una alegoría apocalíptica de lo que acontecía en esos momentos en la ciudad, en donde la esperanza de millones de citadinos se derrumbaba. Actualmente se encuentran en remodelación.

Fuente: restauracionpatrimonio.cultura.gob.mx

¿Dónde se paró el águila?

¿A cuántos no nos jalaron los cabellos con esta pregunta que rigurosamente respondíamos y hasta la cantidad de tunas que comía el águila sabíamos? Aunque las águilas ni tunas comen, este hecho mitológico de la fundación de la gran Tenochtitlan quedó plasmado por el escultor Carlos Marquina a un costado del Zócalo capitalino. Esta obra en bronce representa el avistamiento de un águila real devorando una serpiente posada en un nopal y esa conformaba la respuesta correcta para evitar ser ´jaloneado´ de manera brutal por los amigos de la edad.

Fuente: archivo.cdmx.gob.mx

Tan sólo en el primer cuadro de la Ciudad, los miles de detalles en bronce pueden escaparse a nuestra vista o pueden ser puntos de referencia para nuestras citas diarias. Sin embargo, por más distraídos y ensimismados que estemos no podemos dejar escapar la oportunidad de gozar de la Giganta, obra del Maestro José Luis Cuevas.

Fuente: Wiki Commons/Thelmadatter

Esta obra ubicada en el museo que lleva su nombre y de unos 8 metros de altura y 8 toneladas de rock, representa la dualidad bronceada del hombre y la mujer. Es una obra que se debe visitar para disfrutar de la sensualidad con la que el artista da la bienvenida, sin ataduras, en el patio central del recinto.

Huellas del Porfiriato

Otras de las esculturas de bronce que más prevalecen en la ciudad son las águilas porfirianas. Si abrimos bien los ojos, las podemos observar en las partes más elevadas de muchos edificios, como si estuvieran custodiando la capital.

En la cúpula del Palacio de Bellas Artes, en la pirámide de la glorieta de la Raza, en una esquina del museo León Trotsky, en el Castillo de Chapultepec y en un sinfín de lugares “anidan” estas aves simbolizando la fuerza de una nación.

Fuente: jorgalbrtotranseunte.wordpress.com

¿La Diana tiene nombre?

Ya para salirnos del Centro un poco, el Paseo de la Reforma es otro espacio que más kilataje en bronce tiene la ciudad. Sus jarrones, estatuas, glorietas y monumentos representativos de la historia de México, sirven como alfombra roja para dos de las esculturas más icónicas: El Ángel de la Independencia (Victoria Alada) y la Diana Cazadora (La Flechadora de las Estrellas del Norte), una musa de 16 años de edad quien modelara también para otros monumentos.

Fotos: Wiki Commons/Ismael Villafranco y Carlosr Chill

El entonces Presidente de México, Manuel Ávila Camacho a través de un programa de embellecimiento de la ciudad, encargó al escultor Juan Olaguíbel hiciera una fuente para una de las glorietas de la avenida.

La identidad de la muchacha que sirvió de modelo para esta Artemisa griega en Reforma fue todo un misterio. Hasta hace poco más de 20 años se supo que Helvia Martínez Verdayes quedaría inmortalizada en una de las esculturas más bellas y más vistas del Paseo de la Reforma.

Ya estando en este punto, otro regalito de bronce para los mochileros son los Leones de las puertas de Chapultepec. A un costado de una de las salidas del metro y creadas por el artista parisino Gardet, la Puerta de Leones es una obra por demás asombrosa y que hace de esta bella avenida un recorrido obligatorio de la escultura en bronce.

Fuente: chapultepec.org.mx

La Edad de Bronce en el Siglo XXI

Sería interminable poder enlistar cada uno de los detalles y esculturas en bronce que se exhiben a la vista de todos en nuestra ciudad.

Corredores como la avenida Álvaro Obregón, con sus múltiples obras, como la de Mario Moreno ‘Cantinflas’, decenas de parques en la ciudad , cada uno con historias desconocidas por muchos, como la estatua en honor a la valentía de un joven , José Luis Ordaz López, quien diera su vida para rescatar la de dos niñas y que ahora en su honor se erige en bronce en el Parque del Niño Quemado y un centenar de obras que pasan sin advertencia a este ritmo de producción en masa, hacen que la Ciudad de México sea una Ciudad de Bronce en pleno siglo XXI.

Fuente: palabradeclio.blogspot.com
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