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¿Será ‘El Sereno’? La leyenda de Pedrito

En la cultura mexicana, existen historias alegres, positivas y que nos inspiran. También existen historias con un toque agridulce, que nos sumergen hacia escenarios terroríficos y con altos niveles. Una de dichas historias, por ejemplo, es la de La Llorona o el mítico Charro Negro. En esta ocasión te presentamos la historia de un sereno español quien vivió un suceso espeluznante.

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La noche cae para Pedrito, el sereno

Cuando el sol se oculta, el sereno se prepara para iluminar las calles oscuras de un pueblo mexicano, quien tenía poco tiempo de haberse independizado; la historia se remonta en 1835. Este trabajador se llamaba Pedro, también conocido en el pueblo como Pedrito, un español que decidió quedarse en el país después de su independencia.

Su trabajo consistía en iluminar las farolas de la comunidad al caer la noche, así como vigilar las calles de malhechores y bandidos. Si presenciaba un asalto o un intento de homicidio, el sereno accionaba un silbato ruidoso para alertar a sus compañeros, así como lanzaba un grito ensordecedor para llamar a sus compañeros a resolver el problema.

Raúl, hijo de padres españoles, junto con su madre le preparaban una taza de café con galletas hechas a base de manzana para apaciguar la carga de trabajo de Pedrito. Al terminar la noche, Raúl y su mamá esperaban a que Pedrito terminara su turno en la mañana para prepararle su desayuno.

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Otros problemas para el sereno Pedrito

En una ocasión, ocurrieron una serie de asaltos alrededor del pueblo, lo cual preocupaba a Pedrito y a los habitantes de la comunidad dado que podrían verse afectadas personas cercanas al valiente sereno. Antes de iniciar la jornada, Pedrito tomó su café cargado como a él le gusta para rendir con ímpetu su trabajo junto con las deliciosas galletas de manzana.

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Raúl y su madre se despidieron de Pedro para esperarlo en la mañana a que comiera su desayuno que consistía en un plato de huevos de gallina, café y pan de trigo. Raúl se levantó temprano a ordeñar las vacas para sacar leche; su mamá fue a buscar a las gallinas para recolectar los huevos y; el padre de Raúl fue a cortar leña para la fogata.

Cada día, a las 7 de la mañana, tenía cita con la familia de Raúl para desayunar. Sin embargo, en aquella mañana Pedrito no se presentó. Ese mismo día, hizo un frío desolador y friolento que obligaba a Raúl y a los habitantes del pueblo a abrigarse bien.

A pesar de esto, media hora después se presentó Pedro el sereno a desayunar. Llegó con su característico caminar: lento, encorvado y con su mirada al piso. Sin embargo, en aquella mañana Raúl notó que Pedrito no apagó las farolas ni silbó; algo estaba pasando. Tal era el caso que hasta los perros, incluyendo al can de Raúl, Juanito, le ladraron con euforia al diligente sereno.

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Esperemos que sí sea el sereno

El temor y el misterio comenzaron a ahondar en la casa de Raúl. En lo general, Juanito recibía a Pedrito con alegría y emoción, pero en esta ocasión no fue así. Incluso los perros del alrededor le ladraron y hasta aullaron en señal de alerta.

Los padres de Pedro vieron el rostro de Raúl lleno de pavor y con el rostro helado, atónito. El propio Raúl no se explicaba qué estaba pasando, así que decidió ir a la casa del mismísimo sereno para asegurarse que todo estaba en orden. Al notar que algo inusual estaba ocurriendo, Raúl se percató de que Pedrito ya había fallecido la noche anterior.

Ahora era cuestión de saber… Si el trabajador sereno ya hubo fallecido, entonces ¿quién visitaba todas las noches la casa para cenar y desayunar? Antes de responder esta pregunta, también hay algo interesante dentro del pueblo: con el tiempo, la gente del pueblo sufrió una plaga desconocida que de igual forma fue la causa de muerte de Pedrito.

La conclusión final a todos estos acontecimientos fue, que la persona que visitaba la casa era nada más y nada menos que… ¡La mismísima Muerte!