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Ruth Belville, la mujer que vivió vendiendo el tiempo

Ahora que está de moda emprender, nos podemos dar cuenta que no existen las malas ideas. Como bien lo dijo Hung Finnery: “hasta que no sepas por qué la gente compra cosas, no venderás nada”, y en este caso, por muy raro que parezca, Ruth Belville vendía el tiempo ,y tan bueno era el negocio que vivió toda su vida de ello.

Elizabeth Ruth Naomi Belville nació en Londres en 1854. Para entonces hacía casi dos décadas que su padre se dedicaba a algo tan inaudito como sencillo: vender la hora más exacta disponible entonces, que era la que marcaba el reloj del Real Observatorio de Greenwich.

Observatorio de Greenwich

John Henry Belville, el padre de Ruth, cada mañana se desplazaba hasta el observatorio, al que accedía gracias a que antes había trabajado en él como asistente. Ponía  su reloj a la hora, partía en su carruaje para sincronizar los relojes de los clientes suscritos al servicio. ​John Henry continuó con este servicio hasta su muerte en 1856. Su viuda, Mary, se hizo cargo del negocio y continuó hasta su jubilación en 1892, cuando estaba en sus ochenta años.

Ruth Belville se ganó el apodo Greenwich Time Lady

Ruth tomó la empresa en 1892, año en que era más común el uso de relojes y la tecnología había avanzado, por lo que se habían vuelto más precisos, convirtiendo aquel trabajo en algo más exótico.

Gracias a la llegada del telégrafo le surgió competencia: Standard Time Company comenzó a ofrecer el servicio de hora por telegrafía. El director de la compañía, John Wynne, publicó en el diario The Times sobre este nuevo servicio aprovechando para descalificar el negocio de Ruth y difamarla diciendo que aprovechaba su condición de mujer para tener más clientes, insinuando que era prostituta.

Esto en principio le causo algunos problemas a Ruth, pero debido a que el servicio telegráfico daba sus primeros pasos y fallaba constantemente, muchos clientes preferían seguir con el antiguo sistema, quizá más anticuado, pero más seguro porque Ruth no faltaba nunca a las citas de los lunes con su reloj dieciochesco. De esa manera y aunque la cartera de clientes se había reducido a una cuarta parte de la de su padre, pudo continuar trabajando hasta 1940, año en que se retiró.

El reloj que usaba Ruth era de bolsillo, un Arnold. John Arnold fue un relojero del siglo XVIII que ha pasado a la historia por inventar el término cronómetro para definir a los relojes de precisión y desarrollar un mecanismo que todavía se usa en los de cuerda.

Se trataba pues, de una marca de prestigio mundial y, de hecho, parece ser que el cronómetro de John Henry Belville fue originalmente fabricado en oro para el Duque de Sussex, aunque su nuevo dueño le cambió la caja por otra de plata por miedo a que llamara demasiado la atención y se lo robaran.

Así que ahora sabes que podrías hacer negocio con cualquier cosa.

* Fuente fotos: nmm.ac.uk / wikipedia.org / Dominio público
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