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La gran inundación de 1629 en la Ciudad de México

Para los capitalinos, las calles vueltas ríos no son una sorpresa, resulta que quienes habitamos la Ciudad de México hemos visto los estragos de las lluvias torrenciales en avenidas, puentes y estacionamientos, todas inundadas, producto de una gran cantidad de agua, un dudoso sistema de drenaje, toneladas de basura fuera de lugar y la herencia geográfica del lago donde nuestros lejanos antepasados se asentaron.

Tal vez vemos con normalidad a nuestra ciudad llena de agua porque no es un fenómeno nuevo y aunque podría volver a cientos de anécdotas, en esta nota contaré la historia de la gran inundación de 1629 en la Muy noble y Leal Ciudad de México, producto de una tormentosa lluvia entre el 21 y 22 de septiembre y que no se logró desahogar hasta 5 años más tarde, en el 1634.

Fuente: mexicomaxico.org

Es preciso recordar que lo que ahora conocemos como la capital de México es reciente, las 16 alcaldías que la conforman es un gigante en comparación con la pequeña  ciudad virreinal, que básicamente abarcaba el hoy centro histórico, y que para los años de la inundación, valía 50 millones de pesos.


La gran inundación

Era el noveno mes de 1629, las lluvias se presentaban como un problema latente, y aunque la administración virreinal había destinado esfuerzos a buscar desahogar a la ciudad, a principios de siglo, el desagüe fue cancelado pues el virrey marques de Gelves fue convencido de parar tal obra, en especial debido a los elevados costos; y por lo mismo, la Muy noble y Leal Ciudad de México se mantuvo expuesta al azote de las lluvias.

Las aguas se dejaron caer en el vigésimo primer día de septiembre y no pararon hasta el vigésimo segundo día, provocando una inundación que llegaba en ciertas calles hasta los dos metros de altura. Decenas de miles de vidas se perdieron –tanto por las enfermedades provenientes del agua estancada, como por la crisis y el hambre derivada del estancamiento económico–, familias, en especial próceres peninsulares, huyeron y para los novohispanos la ciudad parecía perdida; entonces, se buscaron planes para hacer frente a los metros de agua: desahogarla mediante un misterioso túnel o mudar la ciudad a lares menos propensos a ser inundados.

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Ninguno de esos planes funcionó, ni se cambió el lugar de la ciudad por el valor que ésta tenía, ni se encontró el misterioso túnel.

Finalmente, después de una intensa temporada de lluvias, de subidas y bajadas del nivel de agua pluvial, en el 1635, –año que marca el fin de la administración del virrey Pacheco Osorio, el encargado de gobernar la Nueva España en los años de la inundación– el clima cedió y las calles de la capital virreinal quedaron secas.

Fuente: arquine.com

Naturaleza y humanidad

Como ésta, existen muchas más historias; no fue allá por el 1629 la primera vez que la ciudad se llenó de aguas y tampoco hemos resuelto el problema, que surgió desde que se comenzó a edificar una vida urbana sobre lagos. Los habitantes del antes Distrito Federal debemos sabernos pequeños ante la naturaleza del lugar y su propensión a desbordarse.

Es menester de quienes habitamos esta gran mancha urbana tanto eliminar nuestra constante y horrible costumbre de dejar basura en las calles, como estar en constante innovación en torno al sistema de drenaje y aceptar los choques a nuestra comodidad derivados de estar asentados en el antes rico Valle de México.

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