Vamos dejando las cosas claras antes de comenzar: no soy psicólogo o sociólogo ni éste pretende ser un texto profundo o analítico. Es más bien una reflexión compartida que viene haciendo eco en mi desde los últimos días y que podríamos catalogar como una plática en el espejo a través de las letras.
Y es que pensando en las emociones humanas y su relación con el arte me pregunto ¿tienen un impacto real en nosotros y nuestro bienestar? Y para analizarlo, he elegido un tema que queda como el ejemplo perfecto de lo que creo que sucede: las canciones románticas y el apego.
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¿Cuántos de nosotros no hemos cantado a todo pulmón canciones con frases del tipo “sin ti me muero”, “lo eres todo para mi”, “te necesito”, “estoy hecho a tu voluntad”, “sin ti no puedo ser feliz”, y otras por el estilo —y con mucho más prosa y retórica, claro— que creemos que hablan de un amor profundo o que sirven como canal para expresar una felicidad absoluta y rotunda, sobre todo al compartir la vida con alguien?
Déjame platicarte algo: hace unos días —imagínalo en el día de la semana que quieras, total, es lo de menos— en la oficina votamos sobre qué artista escuchar y salió vencedora Shakira, ¿y cómo no? Era un día de esos nublados y cargados de la melancolía que sólo octubre sabe abrazar, y entonces, mientras tarareábamos —bueno, está bien, aquello parecía un karaoke de señoras dolidas a las 3 de la mañana, pero da igual, motivan a trabajar ¿no? — las canciones, caí en la cuenta de dos cosas: por allá de 1998, cuando tenía algo así como 5-6 años, cantaba ‘Tú’ o ‘Moscas en la casa’ como si a esa edad supiera algo de la vida o del amor y segundo, que de eso han pasado ya 22 años. Un duro golpe en partida doble: primero a la realidad y en segundo lugar a la juventud. Demasiado para la mañana de un día común.
Lo relevante resulta ser que me pregunto —y es que aún me lo pregunto— estas canciones o cualquier producto artístico, ya sea una película, obra de teatro, programa de televisión, libro, etc., ¿tienen algún impacto en la formación de nuestra personalidad y las expectativas que nos formamos, pero sobre todo den la construcción de nuestra inteligencia emocional? Y más allá de esas expectativas afectivas, ¿afectan nuestra capacidad emocional?
¿Tiene el arte un impacto tan profundo en la personalidad humana?
Porque bueno, déjame decirte que a la par, mi compañero de departamento —y amigo y psicólogo gratuito— me hizo un regalo bastante especial que justo va por el mismo tenor: el libro ‘¿Amar o depender?’ del escritor y terapeuta Walter Riso, y aunque no llevo más que el primer capítulo del libro, lo primero que se puede leer en él es justo el hecho de que amar no tiene relación directa con las hipótesis planteadas por las canciones, que por el contrario, más que amor, reflejan una conducta destructiva y dependiente y que claro, afectan nuestra conducta y percepción a la hora de entablar relaciones sentimentales de cualquier índole.
Entonces, ¿es que está tan normalizado o deformada la idea de lo que debe ser el amor que incluso una canción puede darle voz? ¿Cuál es el límite entre extrañar —porque claro que se extraña cuando se está enamorado y no digan que no— y necesitar?
El autor, basado en el ejemplo de una de sus pacientes que estaba metida en medio de una relación destructiva en la que era violentada y minimizada por su pareja, justificaba su conducta bajo la bandera del amor. Y el terapeuta, en un duro golpe para el lector, compara esta emoción —o sea, el amor y cuya línea es muy delgada y muy fácil de cruzar— con una adicción. Porque no se puede producir desamor a fuerza de voluntad y razón.
Así pues, al ser la música un catalizador y liberador de emociones, quiero pensar que definitivamente existe una influencia o deformación de cómo percibimos e interpretamos nuestras emociones a través de canales externos y que en muchos de los casos, no nos damos cuenta del poder e influencia real que tienen en nosotros. Y no, no es malo ni es el fin del mundo, y es que quizá, el camino ideal para lograr una vida emocional sana, está en fortalecer conceptos como el autoconocimiento y el autoestima para no profundizarlas o interiorizarlas tanto en nuestra personalidad.
Dime, ¿te ha pasado que una canción habla más por ti que tú por ella? ¿Eres realmente consciente de lo que cantas a través de ella?
No sé, quizá sea un ejercicio interesante que te respondieras estas preguntas.