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Érase una vez en… México, un cuento donde aún no se vislumbra un final feliz

Érase una vez un país cuyo nombre oficial es Estados Unidos Mexicanos —en franca imitación de su vecino del norte—, pero conocido simplemente como México, donde todos los ciudadanos esperaban cosas buenas. La historia en el proceso de construcción del Estado nación mexicano está marcada por el conflicto: luchas independentistas, discusiones en la conformación del Estado mexicano por el régimen político que debería implantarse, sin olvidar las disputas sobre el proyecto de nación que había que imponerse sobre los demás, dejando fuera a los grupos que ahora son llamados minorías.

Por lo anterior y muchas, pero muchas cosas más, uno de los anhelos más grandes de los mexicanos es la paz positiva (concepto acuñado por Johan Galtung en donde la paz no sólo es entendida como la ausencia de violencia, también la existencia de justicia, equidad y libertad, amén de buenas condiciones económicas). La ciudadanía, cansada de no ver resultados claros tras la institucionalización de la Revolución Mexicana al conformarse en partido político (Partido Nacional Revolucionario, Partido de la Revolución Mexicana y posteriormente Partido Revolucionario Institucional) —lo que se percibe por diversos estudiosos como la ‘revolución traicionada’—, promovió la alternancia en el poder y llegaron a la presidencia dos miembros del Partido Acción Nacional (PAN) del 2000 al 2006 y del 2006 al 2012.

Fuente: cityexpress.com

No obstante, episodios vergonzosos a nivel internacional —incidentes como el del mandatario cubano al que el entonces presidente mexicano le dijo “Comes y te vas”—, sumado a la militarización de la seguridad pública —la infame guerra contra el narcotráfico— ocasionaron que la ciudadanía reconsiderará que con las administraciones anteriores se estaba mejor. Así, llegó a la presidencia el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien no sólo estuvo envuelto en escándalos de corrupción —recuérdese la casa blanca—, sino que fue víctima de burlas y memes por su pronunciación del inglés (ya ni hablar de su participación en foros internacionales), y del descontento de la población por una gama de eventos (desde subida de precios hasta la desaparición de 43 estudiantes).

Llegamos así a la campaña por ocupar la presidencia para el sexenio que inició en 2018. El ganador fue un político, politólogo y escritor que había intentado ocupar el cargo desde 2006. Para algunos, su gran logró no fue su capacidad para leer los ánimos sociales, sino el lenguaje que utilizó durante todo su tiempo en campaña. Son varios los antropólogos e historiadores que señalan una característica de los mexicanos poco estudiada: les gusta que les hablen bonito —nada más hay que leer El seductor de la patria (de Enrique Serna), o si se prefiere algo más contemporáneo el cómo extraña a los nacionales que visitan España la forma tan directa de estos europeos de decir no—.

El actual mandatario de México prometió amor, inclusión y bienestar para todos (también para aquellos que habían sido excluidos del proyecto de nación). Habló bonito a todos los mexicanos, sin importar si habían sido favorecidos por el sistema —malvado neoliberal— implantado por los presidentes y políticos anteriores en puestos de poder —una mafia corrupta—, y los sedujo para votar por él y su partido. Y a poco más de un año es aquí donde comienza este cuento.


De rifas, bajos vuelos y salud

Uno de los principales lemas de campaña que llevaron los trovadores modernos —medios de comunicación— a los mexicanos fue la venta del avión presidencial, comprado durante la segunda administración del PAN. La aeronave ‘José María Morelos’, que llegó a valer 218 millones de dólares, después de las modificaciones que realizó el presidente anterior, no encontró comprador en el mercado. Existen informes desde el 2015 que señalan las dificultades para vender este avión:  es un modelo de prueba, extremadamente personalizado y que no le interesa comprar a las aerolíneas —por toda la serie de modificaciones que tendría que realizarle— y, dicho sea de paso, el tenerlo sin uso también cuesta.

La actual administración busca venderlo, pues considera que es un despilfarro tener un avión con esas características cuando un gran sector de la población vive en la pobreza, y con la política de austeridad se considera inaceptable tenerlo, incluso el presidente viaja en vuelos comerciales. Nadie habla de la importancia de tener uno de estos medios de transporte de uso exclusivo para el poder ejecutivo, aunque el propio mandatario ha desestimado asistir a eventos internacionales, pues considera que la mejor política exterior es la política interna (ya ni mencionar la venta de las representaciones de México en el exterior).

Fuente: SDPnoticias

Lo anterior choca con otra situación en el país: la mala situación de las instituciones de salud pública, que en la mayor parte del territorio nacional no cuentan ni con el equipo médico necesario ni con los medicamentos. Y tampoco es que se pueda exigir mucho a los médicos: los residentes, quienes realizan un trabajo magistral en las zonas más alejadas —y en ocasiones peligrosas y precarizadas—  reciben un sueldo aproximado entre los $2,100 – 2,700, por una responsabilidad bastante alta.

Es necesario reconocer el abandono al que se tiene al sector salud en el país y el como nunca se ha dado abasto para atender a todos los nacionales. Como muestra basta un botón: los Centros de Rehabilitación Infantil Municipal del Teletón atienden a 26,000 niños y reciben 2, 500 nuevos pacientes al año. Si bien la participación de particulares es importante, lo cierto es que brindar servicios de salud a la población es tarea del Estado, con sus contadas excepciones (como en la Unión Americana).

Fuente: cuartooscuro.com

Para complejizar aún más la ecuación, desde finales del año pasado diversas instituciones médicas enfrentan desabasto de medicamentos. Lo anterior, parece que fue causado por no realizar los pedidos de medicamentos a tiempo: tenían que solicitarse en septiembre y se hizo hasta diciembre, en aras de combatir lo que es percibido como monopolio en el abastecimiento de medicamentos.

Tomando en consideración todo lo anterior llegamos al punto en el que en una de las conferencias del actual mandatario de México —popularmente conocidas como mañaneras— este sugirió rifar el avión presidencial. Después de replantear la estrategia, pues no se pueden rifar bienes en la Lotería Nacional, se venderán 6 millones de cachitos (que no serán vendidos por María Mercedes ni Malvina) y el premio de la rifa serán 100 premios de entre 20 y 25 millones de pesos. La rifa se celebrará el 15 de septiembre y el dinero recaudado servirá para comprar instrumentos médicos y se prevé también mejore las condiciones de las escuelas más pobres del país. El avión se queda a resguardo de la Fuerza Aérea Mexicana en lo que consigue comprador.

Se obvian varias cuestiones: la Lotería Nacional Para la Asistencia Pública tiene como fin, y su nombre lo indica, la asistencia pública; en caso de que el avión presidencial se venda los mexicanos habríamos pagado por él dos veces (cuando se compró, ahora con la rifa en caso de que se vendan todos los boletos) y el comprador una tercera; y, por supuesto, que no se resolvió ninguno de los problemas de fondo que ocasionaron todas estas situaciones.


En las mañaneras ¿fake news? y movimientos sociales, ¿en contra de la 4T?

La administración actual se concibe como la cuarta transformación del país (4T). Señala que busca acabar con la corrupción y traer bienestar a todos los mexicanos. Y cualquier narrativa que vaya en contra de una imagen positiva de este gobierno es percibido como en contra de la 4T. Las conferencias mañaneras son un ejercicio sin precedente de apertura: ningún presidente lo había realizado, incluso unos llegaron a censurar a los medios de comunicación de la época —Díaz Ordaz mandó a cerrar el Diario de México por lo que el otrora director de la publicación, Federico Bracamontes señaló fue un error con los pies de foto—, y eso se reconoce y se aplaude.

No obstante, este segmento informativo es percibido por comunicadores y analistas políticos como un espacio para la difusión de datos falsos: cualquier dato que atente contra la narrativa oficialista es rebatido con ‘Yo tengo otros datos’ del presidente. Esos otros datos nadie los conoce más que los miembros del gabinete aparentemente, en un franco ejercicio de opacidad o de búsqueda de monopolio de la información. Tomemos como ejemplo la epidemia de violencia.

Galia García Palafox y París Martínez en “Lentos pero… ¿seguros? No puede haber paz sin justicia” señalaron como el gobierno federal, en aras de demostrar que han bajado la violencia y la inseguridad compararon los índices delictivos de 2019 con los de 2013. Empero, si el ejercicio se hiciera con estadísticas de 2019 frente a 2018 lo cierto es que todos los ilícitos aumentaron: “entre enero y septiembre de este año que concluye (2019) el homicidio doloso aumentó 1.3% frente al mismo periodo de 2018, según las estadísticas oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública. También aumentaron el feminicidio (14%), la violación (10%), las lesiones dolosas (4.6%), el secuestro (6.5%), el robo (2.3%), el narco-menudeo (21.6%), los delitos relacionados con violencia de género (12.8%), la trata de personas (29%) y los delitos contra el medio ambiente (8.6%), por citar algunos indicadores”.

Y además de las fake news difundidas por las mañanas, se encuentra la cuestión de la confrontación directa del mandatario actual a quien considere opositor. Ha pasado con las personas que han denunciado el asesinato de los activistas medioambientales, con los periodistas que cuestionan y han sido señalados como oportunistas y zopiloteros —lo mismo aplica para medios de comunicación—, y con un movimiento que ha estado en el ojo de la tormenta en los últimos meses, el feminista.

Fuente: cadenanoticias.com

Con anterioridad ya habíamos señalado la  violencia feminicida en México. Sin embargo, en fechas recientes (y tal vez hasta por el ejercicio de apertura informativa), estos casos son cada vez más publicitados. Lo sorprendente ha sido la respuesta del mandatario ante demandas legítimas de la ciudadanía frente a este tipo de violencia: desde adjudicarla al neoliberalismoobviando que hay países extremadamente neoliberales en donde no es concebible el asesinato de una niña de 7 años y en caso de que pase él o los culpables no evadirían la cárcel—, sumado a falta de empatía y pésima sincronización, pues el presidente pide a los grupos feministas organizados que por favor no realicen pintas en Palacio Nacional (donde vive) mientras sonríe al estar hablando de una cuestión seria —la epidemia de violencia que podría ser catalogada como problema de salud pública—.

Eso sin olvidar la publicación de un decálogo de obviedades que pretende ser una postura ante la violencia de género imperante en el país (así que no se debe esperar mucho del plan de acción por el que le preguntaron).  Desde aquí concordamos con Eréndira Derbez, quien señaló que una cuestión de tone policing (fiscalización de tono), amén de que sorprende más a la ciudadanía la vandalización frente a la normalización de la violencia. Sería agradable y es necesario que la administración y sus seguidores en lugar de percibir los cuestionamientos como ataques al régimen, reconozcan que los políticos de todas las esferas en México deben realizar un mejor trabajo.


Y colorín colorado, este cuento se ha acabado

Si bien existen otros capítulos de aciertos —el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ya no subsidia investigaciones de empresas trasnacionales— también hay más desafíos y episodios violentos, que parecen emanados de un guion de Quentin Tarantino. Sin embargo, existen otras historias de México, y nosotros somos apreciados por otros, pero no por nosotros mismos.

Tomando en consideración estos dos elementos, podemos sacar ciertos aprendizajes de este cuento:

 

Y quien sabe, con estas y otras acciones la próxima vez compartiremos un cuento en donde no sólo sea por suerte que sobrevivamos todos. ¿Será posible? Hagamos un esfuerzo de imaginación.

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