Crea Cuervos

‘El abogado del diablo’, un clásico que nos recuerda que la corrupción es uno de lo actos más humanos

‘El abogado del diablo’ es una película dirigida por Taylor Hackford en 1997, cuenta con las actuaciones de Al Pacino, Keanu Reeves y Charlize Theron. Quienes representan un viacrucis por el infierno de New York, el cual terminará por revelar el plan maestro del diablo. El diablo, John Milton (Al Pacino) se hace pasar en un principio por un abogado exitoso, quien tiene un bufete integrado por los más destacados de su área. Quebrantar la ley es tan natural al ser humano que existe un organismo encargado de monetizar ese acto.

John Milton, es quien provee con mente maestra, de los escenarios por los cuales han de surcar Kevin Lomax (Keanu Reeves) y Mary Ann Lomax (Charlize Theron). Recién llegados de Florida, les espera un futuro prometedor en la gran manzana, o al menos, eso creen.  Las tentaciones y el ritmo mismo de la ciudad, les jugaría una mala pasada en su matrimonio.

El abogado del diablo, Al Pacino, Keanu Reeves y Charlize Theron - Portada


La brujería como síntoma de sacrifico

A lo largo de la película se deja ver el atisbo de un poder más allá del orden natural de las cosas, por ejemplo, la santería, la cual está reflejada por el Sr. Mollez, quien es un practicante, es llevado a juicio por sacrificar una cabra, acto que va en contra del código de salud de New York. Sin embargo, sale indemne por la sagacidad del abogado Kevin Lomax. La aparición de estas practicas de brujería, vendrían a representar esos brotes de lo inexplicable que acontece en el curso humano para reivindicarlo a su propia tragedia.

El acto sacrificial de la cabra nos escenifica paralelamente el sacrificio de la “pureza” de Lomax, cuando abandonó su casa sureña, en Florida, en donde reside su madre, la cual es una ferviente devota de la iglesia. Misma que le ha inculcado los valores de la doctrina, pero a conciencia de saber que su hijo tiene grandes aspiraciones, lo único que le queda es desearle lo mejor. Lomax ha sacrificado ese estilo de vida sureño, por buscar una mejor oportunidad en New York.

Así, en la transición de lo sencillo a la pompa newyorkina, Lomax afianza su lugar desde una instancia que se sale del orden normal de las cosas: la brujería como símbolo de lo sobrenatural, pero que a su vez, rectifica su condición trágica.

[Te puede interesar ‘‘Tarde de Perros’: un hecho histórico que superó a la ficción‘]


La madre, la fe puesta a prueba

El drama inició desde antes de que Kevin Lomax naciera, su madre Alice Lomax (Judith Ivey) le ha ocultado algo. En una escena, mientras Kevin está platicando con John Milton, su madre lo ve, y no hace otra cosa más que quedarse muda.

«¿Es la primera vez que estás en Nueva York?» Le pregunta Milton a Alice, pero su hijo interviene diciendo que sí, que ella jamás había estado ahí. Sin embargo, al calor de una situación alterna, en donde la esposa de Kevin está internada para un tratamiento psicológico, su madre le revela el secreto: su padre es Milton. Es por ello que ha tenido suerte, su asenso inexplicable, el gran cambio de Florida a New York, el dinero, la fama y los lujos, el hijo ha regresado a casa, pero de la perdición.

La madre es el punto de referencia del quiebre de la fe. En el mundo conquistado por la vanidad y la apetencia de cosas innecesarias, su madre es la conciencia serena del espíritu que le recuerda constantemente que el verdadero valor está en lo sencillo. Le aconseja en más de una ocasión, pero todas son palabras vacías para Kevin Lomax, quien motivado por la vanidad del prestigio, busca entronarse como un gran abogado.


Lo trágico: entre la libertad y la reiteración

El peregrinar de Lomax es la representación de un viacrucis moderno, en la legalidad de las palabras jurídicas que han de determinar si el acusado es culpable o inocente, se percibe el tufillo eclesiástico del día del juicio, o la venida del anticristo, hijo que se gestaría por la semilla de Kevin Lomax y una media hermana, hija de Milton, así es. El acto incestuoso traería al mundo a una bestia.

Desde la centralidad del tribunal, la vida de Lomax es pesada por cada acción que toma, él es libre de elegir, el diablo simplemente pone el escenario, claramente a sabiendas de lo que es capaz el ser humano, sin embargo, la responsabilidad de elegir está en el hombre. Se es libre hasta para perderse o rectificar.

La tragedia no tuviera cabida si en verdad Kevin Lomax no fuera libre, ahí reside la posibilidad de lo trágico en esta película, saberse con la carga de ladrillos morales que implica estar en el mundo, es hacerle frente a la situación. La reivindicación de su destino se patenta tanto por las fuerzas extraordinarias (brujería, santería, demonios) como por sus propios actos.

La metáfora de la brujería o santería, puede interpretarse a modo de tramoya o el deus exmachine del teatro griego, que apareciendo en el momento oportuno, otorga de sentido a la trama, sin embargo, aquí el sentido no es de salvación, es de reiteración de lo trágico, del destino potenciado entre lo infernal y lo humano.

La madre, quien es sierva de Dios, ha de fungir como una leve voz que es ignorada constantemente, ¿no es esto la vida real? Vivir en la sombra de Dios es debido a que somos libres.

Salir de la versión móvil