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Día de Muertos, el camino a la eternidad

A vísperas de la llegada de la celebración del Día de Muertos, no podemos evitar dejarnos invadir por la nostalgia al recordar a nuestros seres amados que partieron del mundo terrenal antes que nosotros. Este año algunos tuvimos que despedirnos de forma abrupta de padres, hijos, hermanos, sobrinos, amigos, vecinos o conocidos. Estos últimos meses la muerte ha rondado el mundo entero llevándose con ella ilusiones, esperanza y amor dejando a cambio tristeza y desconsuelo.

Pero los mexicanos tenemos una forma muy particular de ver y asumir la muerte, el mexicano no le teme a la muerte, el mexicano la hace su amiga y hasta la celebra con tequila, flores y poesía. México es conocido en el mundo por una de sus festividades más importantes, pintorescas y solemnes que existen, la celebración del Día de Muertos. Este día en el que según la tradición nuestros difuntos tienen permitido regresar del inframundo, los mexicanos los recibimos con una ofrenda llena de todas las cosas que ellos disfrutaban en vida.

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Fuente: volemo.com.ar

Existen muchos mitos alrededor de esta celebración, una de ellas basada en la cosmovisión de la cultura mexicana es la existencia del Mictlán “lugar de los muertos” el fascinante inframundo de los Mexicas. Al Mictlán se dirigían ricos y pobres por igual, pues la muerte no hace distinciones, para ella no existe rango ni riquezas, ella carga parejo, es incorruptible y aunque hay quienes logran burlarla en ocasiones, tarde o temprano te lleva.

Según los Mexicas, para llegar al Mictlán los muertos tenían que pasar por los nueve niveles que comprenden el inframundo, recorriendo un camino largo, peligroso y lleno de obstáculos, al final de este tortuoso recorrido que se creía duraba cuatro años Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, las deidades del inframundo, los recibían para anunciarles el final de sus pesares.

Fuente: wishqatar.org

El recorrido hacia el Mictlán comenzaba con un fúnebre discurso que encaminaba al difunto hacia su última travesía, como mortaja llevaba algunos amuletos y pertenencias para facilitar su camino, entre agua, mantas, armas y una serie de escritos a modo de instrucciones para poder superar con éxito cada prueba del camino hacia su eterno descanso.

Fuente: dondeir.com

Después de esta solemne despedida su peregrinar comenzaba a la orilla del caudaloso rio Chiconahuapan también llamado Itzcuintlan o “lugar de perros” aquí se encontraría con un xoloitzcuintle que le ayudaría a cruzar el rio para llegar al segundo nivel, Tepectli Monamictlan o “lugar de los cerros que se juntan” en este nivel hay dos cerros chocando entre sí de manera continua, el muerto debía ser lo bastante hábil para poder atravesarlos sin ser machacado en el intento.

Fuente: Pinterest

En el tercer nivel está el Iztepetl, este lugar es un cerro cubierto de filosas piedras que desgarran los cadáveres de los muertos durante todo el trayecto, al llegar al cuarto nivel encontraba el Itzehecayan  “lugar del viento de obsidiana” un lugar desolado donde todo el tiempo está nevando, después de recorrer este helado camino lo esperaba Paniecatacoyan “el lugar donde la gente vuela y se voltea como banderas” este lugar se ubica al pie da la colina del Itzehecayan, donde los muertos son arrastrados por el viento y los conduce hasta el siguiente nivel Timiminaloayan “el lugar donde la gente es flechada” aquí manos invisibles arrojaban al difunto lanzas y flechas pérdidas durante las batallas, así llegamos a Teocoyohuehualoyan, en este obstáculo los jaguares se encargan de desgarrar el pecho del difunto para comerse su corazón, en penúltimo sitio esta Izmictlan Apochcalolca “laguna de aguas negras” al atravesar estas aguas el muerto perdía los restos de carne que le quedaban y su tonalli “alma” se liberaba completamente del cuerpo, Chicunamictlan, noveno y último nivel, aquí el muerto debía atravesar las nueve aguas de Chiconahuapan y, una vez superado este último obstáculo, su alma sería liberada de los padecimientos del cuerpo encontrando la paz. Al final de su largo viaje hacia el Mictlán, el difunto debía entregar como ofrenda a Mictlantecuhtli los tributos con los que se la habían enterrado.

Fuente: mercogliano.com

Esta espectacular y lúgubre leyenda mexica sobre nuestro destino post mortem que dio origen al Día de muertos nos lleva a la reflexión sobre lo etérea que es la vida y de forma inconsciente repercute en la manera que la vivimos.

Los mexicanos no le tememos a la muerte, le lloramos, para después tomarla de la mano y emprender nuestro viaje hacia aquel lugar a donde solo llegan las almas más tenaces, el Mictlán “la tierra de los muertos” ahí nuestra tonalli espera tranquila el primer día de noviembre para poder regresar al mundo de los vivos donde entre lágrimas, risas, ofrendas y el aroma a copal la familia abraza la esperanza y la creencia que su ser amado regresa a casa por un instante, porque los que una vez amamos siempre vivirán en nuestra memoria.

Fuente: festivaldevidaymuerte.com

«Hoy la muerte nos ha separado,
te llevas como mortaja un trozo de mi alma,
espérame en el Mictlán cariño mío,
ahí donde las almas se juntan
y su amor transciende a la eternidad»
Lilly

En memoria de los que se nos adelantaron en el camino.

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