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Cuando el acto racista en contra de Rosa Parks cambió la historia

El 2020 ha sido un año muy impresionante, en el más amplio sentido de la palabra, nos despedimos del 2019 con una Australia devastada por los incendios. Y a penas con tres días del año nuevo el mundo se puso tenso por el asesinato del militar más importante del pueblo Iraní: Qasem Soleimani por orden del presidente estadounidense; Donald Trump, quien por cierto fue disuelto de un posible juicio en su contra por sus cuestionables relaciones con el gobierno Ucraniano (Impeachment). El mundo nuevamente se ha envuelto en una devastadora pandemia que ha cobrado la vida de cientos de miles, sin olvida mencionar la crisis económica que todos los diarios pronostican.

La causalidad es un arma de doble filo, si bien sabemos que toda acción desencadena una serie de eventos, es difícil adivinar la magnitud que estos tendrán, lo que me hace recordar el primero de Diciembre de 1955.

Una costurera de nombre Rosa Louise McCauley Parks, mejor conocida como Rosa Parks, se negó a moverse del asiento de un autobús en Montgomery, Alabama, este hecho tan simple a primera vista cambiaría el destino de la historia de Estados Unidos. En ese tiempo el transporte público estaba dividido: la gente de tez blanca se sentaba en los asientos delanteros y las personas de tez morena, de descendencia asiática o indígena tenía que ocupar los asientos de atrás. ¿Por qué? Así era la ley.

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Nos puede parecer una ley insensata,  lo mismo pensaba la Sra. Rosa Parks. Ese día iba de regreso a su hogar después de una ardua jornada laboral, pero resulta que el autobús iba más lleno de lo normal, había mujeres blancas de pie. El conductor, al darse cuenta de esto, le ordenó a Rosa Parks que desocupara el asiento para dárselo a una de las señoras que iban paradas en el autobús.

Rosa Parks se negó, ese era su asiento y estaba cansada, no solo del agotamiento físico del trabajo, estaba harta de que se pisotearan los pocos derechos que tenían, así que se negó, llamarón a la policía y arrestaron a la Señora Parks; fue enjuiciada y sentenciada a prisión por alterar el orden público.

Nadie podría haber adivinado lo que provocaría ese arresto. Rosa Parks formaba parte de una asociación civil que luchaba por los derechos de los afroamericanos, ellos al enterarse del arresto pidieron a todos los miembros de la comunidad afroamericana que no tomaran el autobús en Montgomery durante un día a modo de protesta por la injusticia cometida.

Y la revolución comenzó, las protestas durarían todo un año y pondrían en jaque al transporte en autobús pues la comunidad afroamericana representaba más del 70% de los usuarios, y a poco más de un año el tribunal supremo de los Estados Unidos abolió las leyes de segregación racial. El boicot terminó pero habría comenzado una nueva lucha, la lucha contra la discriminación racial.

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Sesenta y cinco años después se ve el resurgimiento de la lucha, se sigue combatiendo el racismo, la hostilidad no ha terminado, y la memoria de los que ya no están se ha vuelto el combustible para una nueva generación que está harta de la discriminación, que está cansada de los sistemáticos ataques a su integridad y que hoy responde en justa medida ante el asesinato de un inocente a manos de la policía de Minneapolis.

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