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Bangladesh: el lado oscuro de la “fast fashion”

En años recientes ha venido tomando más fuerza en el mundo de la moda  la llamada “fast fashion” o “moda rápida”, abriéndose camino por varios países del mundo, incluyendo México.

Según la revista académica IESE Insight, dependiente de la escuela de negocios de la Universidad de Navarra España; se trata de una estrategia que busca introducir colecciones de ropa que siguen  las últimas tendencias de la moda pero que han sido diseñadas y fabricadas de una forma rápida y barata. De esta manera ofrecen al consumidor medio la posibilidad de acceder a las novedades del mundo de la moda a precios bajos.

Consumir la ropa que está en tendencia según las marcas y hacerlo a  precios bajos, tiene un costo. Para poder sustentar este modelo de negocio que siguen varias grandes marcas (H&M, ZARA, FOREVER 21) deben minimizar sus costos de producción instalando algunos de sus talleres de confeccionamiento en países donde la mano de obra es barata, pagando salarios bajísimos y por ende leyes laborales poco estrictas.

Uno de estos países es Bangladesh, considerado a nivel mundial como el gigante textil; es el segundo mayor exportador del ropa del mundo. La industria textil de éste país asiático está valorada en 28 000 millones de dólares y supone el 80% de las exportaciones del país asiático.

A pesar de que Bangladesh es un pilar fundamental en la producción de prendas de vestir  a nivel global, las condiciones en las que los encargados confeccionar la ropa que se vende en las tiendas de renombre son inapropiadas, inseguras y en muchas ocasiones inhumanas. Aunque pareciera que la esclavitud es una práctica casi erradicada, muchos de los trabajadores de estas fábricas textiles en el mundo trabajan en condiciones de esclavitud.

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Fuente: m.europapress.es

Los salarios de los trabajadores de la industria textil (principalmente mujeres) son muy bajos. No solo los salarios son precarios en Bangladesh; las condiciones de trabajo también lo son.

Esta situación fue descubierta por el mundo durante la tragedia de la fábrica textil Rana Plaza en la capital del país Daca; la estructura del edificio se derrumbó el 24 de abril del 2013, donde 1 130 personas perdieron la vida, la mitad de las personas muertas eran mujeres; el fatal accidente puso de manifiesto las pésimas condiciones de los trabajadores de la industria textil en Bangladesh. Además mostró al mundo el coste real del desprecio que tiene la industria de la moda por los derechos de los trabajadores.

Otra realidad que se destapó fue que también entre los escombros se encontraron varias niñas, por lo que se pudo presumir que había situación de empleo infantil.

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Se intentó encontrar una solución a este problema; después de los acontecimientos ocurridos la Federación Internacional de la Industria Textil (IAF), localizada en países bajos, declaró que “las condiciones de trabajo locales son inapropiadas, resaltando la falta de medidas de seguridad y salud laboral”.

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Fuente: itfashion.com

Por tanto la respuesta de la industria ante lo acontecido  se dividió en dos frentes principales: el Rana Plaza Arrangement, un fondo de compensación que pagan las marcas y The Accord on Fire and Building Safety de Bangladesh (acuerdo de seguridad contra incendios y por la salud de los edificios) un acuerdo firmado por 200 marcas y los sindicatos, con el fin de promover una industria de la confección más segura y saludable en el país de Asia.

Los derrumbes no son el único problema, también están los incendios, que son recurrentes en las fábricas textiles de Bangladesh, realmente ubicadas en edificios muy antiguos, de construcción defectuosa y con precarias redes eléctricas.

Siete años después del fatal accidente, el estratégico sector textil de Bangladesh presenta mejoras, pero continúa lejos de haber resuelto sus problemas de seguridad laboral y sus trabajadores de tener sus derechos garantizados.

A pesar de que se muestran avances en la mejora de situación laboral de los trabajadores de la industria textil en Bangladesh, las trabajadoras (principalmente) se siguen enfrentando a carencias en muchos casos inhumanas sin acceso por ejemplo, a una seguridad social o a seguros por accidentes.

Si bien el salario aumento tras la tragedia de la Rana Plaza a unas 5300 takas  mensuales (50 euros), unos 0.30 euros la hora (equivalente actualmente a casi $8 mexicanos), sigue siendo un sueldo muy bajo si se compara a los altos objetivos de producción que se deben lograr; obligando  a los trabajadores a dedicar excesivas horas extras para mejorar un poco sus ingresos.

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Fuente: elpais.com

Un reciente informe de la Fair Labor Association (FLA) señalaba que esas horas extras suponen el 20% de sus ingresos y que la mitad de las costureras trabaja en total más de las 60 horas semanales.

Lo anterior tiene su raíz en el hecho de que en el mencionado país no se tienen leyes laborales estrictas por lo que no se fomenta la defensa de los derechos laborales, ocasionando que los trabajadores puedan tener jornadas de hasta 60 horas por semana.

Son más de 4000 fábricas instaladas en Bangladesh en donde alrededor de 4 millones de personas trabajan en condiciones de precariedad, hecho que no podemos ignorar como consumidores masivos de ropa.

Los problemas van desde el trabajo infantil en la producción de algodón, las condiciones de trabajo inseguras de los ensambladores de prendas hasta los precarios salarios de quienes trabajan en la zona.

Frenar esta situación se torna complicado debido a que la demanda de trabajo está creciendo y más aún al ritmo al que se mueve en el mundo la moda textil, un sector que avanza rápido y es exigente, lo que trae como consecuencia que las grandes marcas deban atender la demanda de consumo acelerado, debiendo instalar centros de producción pequeños e informales en donde se ignoran los riesgos, las normas y las medidas de seguridad.

Debemos estar conscientes de que al comprar una camiseta de menos de $150 mexicanos, alguien del otro lado del mundo tiene que coserla cobrando un salario que no le permite vivir dignamente y trabajando en condiciones que ningún occidental aceptaría.  Cuando se compra ropa a precios demasiado bajos, se debe saber que posiblemente ésta esconde una dura realidad.

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Fuente: elordenmundial.com

Ahora podemos mirar con más atención las condiciones en que se cose la ropa que vestimos  y que desechamos de una manera acelerada, contaminando e incentivando a que se siga produciendo en masa para empezar a buscar cambios en este sector.

La codicia, velocidad, la irresponsabilidad corporativa y un modelo de negocios basado en la explotación de los trabajadores más vulnerables (los mal pagados empleados de las fábricas de confección) fueron la causa del colapso de la Rana Plaza, y en definitivamente siguen siendo los factores para que miles de trabajadores textiles sigan padeciendo explotación laboral, falta de seguridad en el empleo y ganando un sueldo con el que no se puede subsistir.

Hay argumentos que dicen que para frenar esta situación es necesario dejar de consumir prendas que vengan marcadas con la etiqueta “Made in Bangladesh”, pero quienes trabajan en las fábricas textiles piden que no lo hagan y es que industria textil es la columna vertebral de la economía en muchos países de Asia y si se deja de consumir productos hechos en esa región perderían su empleo miles de trabajadores.

Para hacer un cambio debemos partir de la idea de consumir de manera consciente y responsable, dejar de apoyar tendencias lanzadas por marcas como el “fast fashion”, comprar y utilizar las prendas por periodos de tiempo largos; solamente así, desde nuestra posición de consumidores podremos  presionar a las grandes marcas para que modifiquen sus modelos de negocio, que permitan mejorar las condiciones laborales de aquellos que se dedican a fabricar la ropa.

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Fuente: fashionunited.com

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