El Laberinto del Fauno
Cada obra que del Toro nos ofrece es sin duda una magistral combinación de signos. En sus películas la línea entre lo real y lo imaginario es tan delgada en ocasiones, que nos es difícil distinguirla incluso como espectadores. Esa parte simbólica y mágica nos demuestra como lo real no es y es posible que aquello que no veamos sea lo más real.
‘El Laberinto del Fauno’ no es la excepción. Pierce y su concepción del signo nos permiten tomar perspectiva respecto a la película. Un signo es a su vez otro y otro se vuelve así interpretante y signo. Un signo ha de producir otro signo, así para Pierce lo fundamental es la lógica pragmática del signo; es decir su función, esta es representar objetos, producir temas, discursos, de los cuales El Laberinto del Fauno es abundante.
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Una película de la cual mucho se puede decir y pensar, Ofelia, el fauno, los reyes, en términos de Lacan, el objeto va a ser motivación o inacción entendido desde la perspectiva del movimiento que produce en los sujetos.
El Laberinto del fauno comienza con el relato de la historia de la princesa y su sueño. En la princesa ya habitaban signos que simbólicos para ella, carecían de materialización o bien de interpretante, pero no carentes de fundamento, puesto que ya habitaba en el sueño de la princesa.
El fauno enuncia: sol, brisa, cielo azul, ejemplo de su carácter simbólico (como regla general) figuran igualmente en nuestra imaginación la narración completa del fauno nos hace pensar en la cualidad de las cosas, de los signos que estamos escuchando. Del Toro nos atrapa con un impecable guion.
Ofelia se niega a llamar padre el capitán porque este, aunque como un existente actual y “objeto real” puede pasar por signo carece de la cualidad del que se le está infiriendo, como antes lo mencione no todo lo real es efectivamente real y lo no real puede figurar mejor como objeto investido de cualidad, existente y hasta ley general para la imaginación de un niño.
Es entonces la idea de llamar padre al capitán insostenible para Ofelia, ella ya tiene un padre. El singo es equivoco; no refiriéndonos a Saussure, posee una cualidad mutable. Las cosas, para Ofelia toman otra forma, otro significado y ve un hada ahí donde el adulto solo ve un insecto. Quizá tengamos mucho que aprender de lingüística si prestamos atención a los niños.
El capitán lleno de autoridad e ira ve en el reloj de su padre un signo investido de un sentimiento de deuda y hasta rencor, un fantasma que avizora.
El fauno es un sino completo, todo en él, discurso, apariencia es singo y tiene relatos como correlatos que emplea en su labor de guía para Ofelia.
El Laberinto del Fauno abunda de signos, aquel que sepa bien donde ver y escuchar podrá percatarse de más aun, las ideas de los dos bandos de guerra, el mismo laberinto, etc. Guillermo del Toro dejara siempre nuestra imaginación a volar.
No es posible pensar una totalidad de pensamiento. Cuando pensamos de una forma “única” o “exclusiva” se cancelan por consiguiente todas las otras posibilidades.
La más bella cualidad del pensamiento es la imaginación y no hay quien pueda mostrarnos sus alcances mejor que un niño, menospreciar su capacidad de construir es menospreciar la propia capacidad de pensar diferente.
Hay que ver esas pequeñas huellas que dejaron su paso por el mundo, visibles solo para aquel que sepa dónde mirar. (El Laberinto del Fauno, 2006)